jueves, 8 de agosto de 2013

El sinuoso camino de Caló a la Casa Rosada

Publicado en el diario Clarín, el 23 de julio de 2012

¿Existen los ovnis y la vida extraterrestre? ¿Quiénes construyeron las pirámides de Egipto? ¿Por qué desaparecen barcos y aviones en el Triángulo de las Bermudas?
Hay muchísimos misterios insondables en el universo, pero en el mundo sindical existe uno solo, acaso el que más desorienta a los estudiosos: ¿dónde está Antonio Caló?
En la UOM esperan que su jefe vuelva hoy de sus enigmáticas vacaciones y hay más de un dirigente que quiere verle la cara: no sólo porque sigue resultado inentendible su ausencia en la semana en que el antimoyanismo logró ser recibido por la Presidenta, sino porque la versión insistente en los pasillos de ese gremio es que el líder metalúrgico estuvo internado para hacerse un “tratamiento de rejuvenecimiento”.
Si fuera cierto, algunos podrían entender el gesto de coquetería del favorito presidencial para pilotear la CGT oficialista: su rostro tendrá ahora tanta o más exposición pública que el de Hugo Moyano. Pero si fuera así, de todas formas, debería haberle informado sobre sus planes al Gobierno. Oscar Parrilli, secretario general de la Presidencia, que se encargó de reclutar el fin de semana pasado a los sindicalistas que fueron a la Casa Rosada, se extrañó de que el mandamás de la UOM no atendiera el celular y, con impaciencia, les hizo a sus colegas la pregunta del millón: “¿Dónde se metió Caló?”.
En el gremio metalúrgico hay quienes deslizan que la ausencia fue deliberada y parte de una estrategia. “¿Para qué ir a una reunión en la que iba a quedar oficializado como el candidato de Cristina, pero no se iba a anunciar nada concreto?”, susurró un dirigente. Sus colegas no sólo no entienden ese tipo de especulaciones, sino que la mesa chica del antimoyanismo había resuelto, tres horas antes de ir a la Casa de Gobierno, que no incomodarían a la Presidenta con reclamos concretos ni emplazamientos sino que sólo buscarían la foto con Cristina Kirchner y harían sus planteos de manera global.
A su regreso, Caló tendrá una semana agitada. Deberá remontar la molestia presidencial por su faltazo y el fastidio de muchos de sus colegas, que ya buscan, todavía sin resultado, un candidato alternativo para la nueva CGT. Y, por otro, deberá dar una señal inequívoca cuando el jueves presida un plenario de secretarios generales de la UOM de todo el país. ¿Qué se discutirá? Es otro misterio, pero hay quienes esperan que no aproveche el aniversario de la muerte de Eva Perón para un gesto de renunciamiento.
La Casa Rosada, aun sin Caló, se prepara para brindarles a los sindicalistas leales un puñado de razones efectivas (o en efectivo) para que sigan siendo cristinistas: partidas extrapresupuestarias para pagar las millonarias deudas del Estado con las obras sociales, fondos de la ANSeS para financiar la extensión del universo de beneficiarios de las asignaciones familiares y la convocatoria, para fines de agosto, al Consejo del Salario con el fin de aumentar el haber mínimo de 2.300 pesos. Sobre lo que no hay pistas, ni más dinero, al parecer, es para subir el mínimo no imponible de Ganancias.
El primer gesto fue la disolución de la Administración de Programas Especiales (APE), que manejaba un presupuesto de 1.100 millones de pesos anuales y era el encargado de reintegrar a las obras sociales el dinero por los tratamientos de alta complejidad. Una de las tradicionales cajas sindicales en la que, según afirman, aún había funcionarios vinculados con el moyanismo y a los que ahora se sacó de encima la ultra K Liliana Korenfeld al unificar esa estructura con la Superintendencia de Servicios de Salud.
Para universalizar las asignaciones familiares hay contactos sindicales casi a diario con Diego Bossio, titular de la ANSeS, pero para el llamado al Consejo del Salario se mantiene la gran duda: como de ese organismo tripartito participa la CGT y entre sus integrantes figura Moyano, el Gobierno se enfrenta al dilema de convocarlo igual, y darle así una tribuna ideal para su furia opositora, o disponer el aumento por decreto.
En la CGT Azopardo también hay clima deliberativo. Moyano sabe que los anuncios oficiales buscan, en el fondo, sacarle el respaldo de gremios que dudarían de quedarse en su trinchera, aislados de los favores oficiales. También lo sabe el entorno más fiel al jefe camionero, integrado por Omar Plaini, Juan Carlos Schmid, Guillermo Pereyra, Agustín Amicone y Julio Piumato. Y por eso se reunieron en secreto el jueves pasado, preocupados por el aislamiento político al que podría condenarlos el Gobierno y la misma estrategia de su líder, al que varios se animaron a cuestionar.
“No puede quedarse atrapado en críticas personales que no llevan a nada, como cuando se pelea con Aníbal Fernández, porque así va a terminar insultando a la Presidenta”, concluyeron. Y por eso le llevaron a Moyano un plan para que desarrolle un plan que le permita “mejorar su discurso”, con eje en la elaboración de lo que llaman “El documento de los 21 puntos”, una serie de propuestas concretas que “no deberían estar ausentes de la agenda nacional” y que está inspirado en el documento de 26 puntos que enarbolaba Saúl Ubaldini para embestir contra Raúl Alfonsín.
La idea es que Moyano y su gente viajen al interior para debatir las ideas de este documento con políticos, empresarios, representantes de la Iglesia y cuadros técnicos. En septiembre irían a Córdoba, luego a Neuquén y, finalmente, a la provincia de Buenos Aires.
Nada es casual: la apuesta es a que gobernadores como Daniel Scioli y José Manuel de la Sota se animen a mostrarse junto con la CGT moyanista y comiencen a delinear otra cara del peronismo. Tan rejuvenecida, quizá, como la del reaparecido Caló. 

El partido camionero y un camionero partido

Publicado en el diario Clarín, el 16 de julio de 2012
Todos quedaron contentos, aunque ninguno se llevó todo lo que quería. Si la encrucijada sindical que quedó al desnudo la semana pasada fuera sólo un juego de palabras, podría decirse que Hugo Moyano sentó las bases de su partido camionero y que sus rivales, a su vez, lograron mostrar un camionero partido. Pero eso ya no alcanza y desde ambas trincheras se espera que Cristina Kirchner brinde alguna señal.
El sindicalismo K, orgulloso de su operativo que juntó las cabezas de los principales gremios para armar una propia CGT, necesita desesperadamente que la Presidentaretribuya su gesto antimoyanista con algo. Algún anuncio de tibias medidas, una foto en la Casa Rosada, quince minutos en Olivos. Lo que sea, pero cuanto antes.
En eso trabajan los que tienen trato casi directo con Cristina Kirchner, como el metalúrgico Antonio Caló, el estatal Andrés Rodríguez y el albañil Gerardo Martínez, y los que tienen llegada a Carlos Zannini, como el mercantil Armando Cavalieri, de los “Gordos”. Saben, en definitiva, que sólo si la Casa Rosada los recibe o les brinda la onda expansiva de alguna medida a favor de los trabajadores podrán afirmar su heterogéneo frente interno, donde todos odian a Moyano, pero se miran con desconfianza. Y demostrar, sobre todo, que ser oficialista puede deparar beneficios .
Hay rumores que no ayudan, aunque sería más que eso la decisión del Gobierno de reestructurar el sistema de obras sociales y quitarles a los gremios el control de una preciada caja de 30.000 millones de pesos anuales. Al cristinismo sindical le han prometido participación en este plan, pero nadie le garantizó el manejo de los fondos. Y, para colmo, en ese tema opinan jóvenes economistas de La Cámpora, que, como bromea un dirigente, “lo más cerca que vieron a un trabajador fue en las páginas de Billiken”.
Muchos recuerdan que cuando Néstor Kirchner planificaba sus embestidas contra algunas corporaciones molestas, les advertía a los muchachos camporistas: “Ojo, con el sindicalismo no se metan”. Era la época en que él se reservaba la interlocución directa con Moyano, al que beneficiaba con todos los privilegios posibles. Y el líder camionero, pese a que compartía sólo migas de ese poder, lograba contener al sindicalismo porque todos sabían que tenía la llave de la Casa de Gobierno. Esta relación es una de las herencias maritales de las que Cristina Kirchner quiere desprenderse , pero los dirigentes sindicales más obsecuentes temen que también quiera deshacerse de ellos.
De lo que no puede desligarse Caló, el favorito de la Presidenta para liderar la CGT oficialista, es del desconcierto que provoca entre sus aliados. El martes pasado anunció que iba a ser “el titular de la CGT que votarán los gremios más importantes”, pero sus colegas casi se atragantan: de ese tema no se había hablado ni una palabra en la reunión que, pocos minutos antes, el antimoyanismo había mantenido en la UOM.
Moyano también provoca confusiones. Su abogado Héctor Recalde participó del congreso en que fue reelegido el jefe camionero, pero se fue antes del acto en el que éste amenazó a la Presidenta con repensar el voto para 2013. Los allegados al diputado kirchnerista aseguran que Recalde está cada vez más incómodo y que se tomó unos días para pensar qué hacer, aunque deslizan que “no se pasará a la oposición”.
Ese es precisamente el sector político en el que ya se ubicó Moyano. Desde la óptica sindical, quedó debilitado con una CGT raleada, que tiene sólo un puñado de gremios fuertes (además de camioneros, trabajadores rurales, bancarios y municipales porteños), muchas deserciones y la ambigüedad de algunos sindicatos, como el textil, que participaron del congreso, pero que no quisieron formar parte de la conducción.
El plan para transformar a Moyano en el Lula argentino ya está en marcha . Por un lado, imagina una CGT que se meta en temas extra sindicales (no fue casual la mención sobre la inseguridad en su discurso de Ferro) y, por otro, comenzará a armar una estructura política para tener presencia en las elecciones del año próximo. Ya no confía en que Daniel Scioli se decida a saltar el cerco oficialista para ponerse al frente del peronismo disidente y por eso, aseguran, no descarta abrir el juego mediante contactos con Mauricio Macri y con el socialista Hermes Binner. Incluso, con la mira puesta en el peronismo tradicional y en la clase media, organizaría un acto para conmemorar, en noviembre, los 40 años del abrazo entre Juan Perón y Ricardo Balbín, el gran símbolo de conciliación al que se suele contraponer con el ánimo intolerante del mundo K.
Moyano y Macri comparten gestos de armonía : el jefe de gobierno porteño justificó el último paro camionero y, hace un mes, ambos hablaron de cómo Covelia, vinculada con el líder cegetista, podría sumarse a la recolección de basura en la Capital. Pero también coinciden en los contactos con Julio Bárbaro, que se ha transformado en el gurú del peronismo disidente. Ya lo había sido para Néstor Kirchner mucho antes de que llegara a la Casa Rosada, y por eso es sugestivo que Bárbaro repita en la intimidad: “Moyano es lo más parecido a Kirchner que conocí. Néstor no tenía marcha atrás. Hugo, tampoco”.

Moyano, con los mismos rivales que Ubaldini

Publicado en el diario Clarín, el 9 de julio de 2012

El líder de la CGT advirtió que “a los dirigentes sólo pueden privarlos de su rol los trabajadores,jamás los funcionarios”. Su rival del gremio mercantil aseguró que su sector no quiere una central obrera adepta al Gobierno, sino “una CGT comprometida con el destino de la Nación y que acompañe este proceso político”.
¿Quiénes son los autores de estas frases? Parecen publicadas en los diarios de estos días, pero no les pertenecen a Hugo Moyano y Armando Cavalieri, sino a Saúl Ubaldini y Guerino Andreoni, respectivamente, y se remontan a septiembre y octubre de 1989 , en medio del conflicto que derivó en una de las últimas grandes rupturas de la CGT.
Es que el tiempo no pasa para el sindicalismo peronista. No sólo porque los dirigentes suelen permanecer largas décadas en sus gastados sillones. Esta semana se formalizará la fractura de la CGT que lidera Moyano y lo que está en danza es lo de siempre: de qué forma el viejo andamiaje gremial se relacionará con el poder de turno.
Hace 23 años, lo que estaba en juego era la resistencia de Ubaldini y de algunos gremios a alinearse incondicionalmente a un Carlos Menem que terminó entregándole el manejo de la economía a Bunge y Born. Hoy, con el telón de fondo del cuestionamiento al cerrado estilo de conducción moyanista, lo que está sobre la mesa es si la central obrera debe encolumnarse, sin fisuras, tras el liderazgo de la presidenta Cristina Kirchner.
La curiosidad, obviamente, es que este Moyano combativo es el mismo al que el matrimonio Kirchner engolosinó con muchísimo poder político y económico, y que se convirtió en disidente sólo cuando empezó a perder influencia en el círculo presidencial. Pero hay curiosas simetrías entre aquella fractura cegetista de 1989 y la actual. Por ejemplo, que la mayoría de los gremios que embiste contra el líder camionero (comercio, mecánicos, construcción, sanidad, taxistas y estatales de UPCN, entre otros) es casi la misma que lo había hecho contra Ubaldini. Y hay asimetrías , como el papel que juega la UOM. En 1989, Lorenzo Miguel se resistía a sumarse a una CGT oficialista y advertía: “La lealtad que nos enseñaron tiene que ver con el respeto a la trayectoria y no se mide si de un lado hay 40 y del otro, 70”. Hoy, su sucesor, Antonio Caló, el favorito para conducir la CGT cristinista, admite que “esto ya está partido” y prestará su gremio para que mañana, a las 11 de la mañana, se autoconvoque el antimoyanismo.
En realidad, el metalúrgico Juan Belén, secretario adjunto de la CGT, es quien estuvo invitando a la reunión a todo el consejo directivo de la central, incluido Moyano y sus aliados, apenas el Ministerio de Trabajo resolvió impugnar, el viernes pasado, el encuentro de la central obrera en que se decidió convocar al congreso del 12 de julio.
Luego de meses de idas y venidas, la cartera laboral reunió a las dos partes en una audiencia de conciliación, en la que no hubo acuerdo (pero sí una presencia fugaz, con la clara idea de mostrarse cerca de Moyano, del abogado Héctor Recalde). Apenas 48 horas después, le quitó validez al encuentro cegetista del próximo jueves.
La alianza cristinista dice tener de su lado a 16 o 17 de los miembros del consejo directivo (contando a moyanistas que darían el salto , como textiles, seguro y pasteleros), mientras que los aliados del camionero llegarían a 13 o 15. Si esas cifras se confirman, el gremialismo K se atribuiría la mayoría y llamaría a su propio congreso de la CGT.
Moyano ratificó su congreso cegetista y reasumirá en una central raquítica, a la que le faltarán muchos de los grandes sindicatos y queprocurará mayor sustento con la incorporación de 48 gremios pequeños. Apenas reelegido, tiene previsto caminar unos metros, del microestadio a la cancha de Ferro, para hablar ante cientos de manifestantes.
Dicen que Moyano ya está preparando su discurso, pero que esta vez aceptó sumar algunas ideas de sus dirigentes más fieles. Son los mismos que lograron que suspendiera su presencia en la comida mensual de una entidad que lidera Guillermo Alchouron y que lo habría reunido en una foto con lo más granado del establishment “destituyente”. “No podés juntarte con cualquiera porque te vas a quedar más solo”, le reprocharon.
El sociólogo Héctor Palomino, funcionario de la cartera laboral, considera que lo importante de la pelea sindical es que la Presidenta muestra una búsqueda de autonomía del Estado respecto de los gremios. Y que en ese camino, que desanda lo recorrido por Néstor Kirchner, no funciona el tradicional toma y daca que entiende y por el que sobrevive la corporación sindical. El retaceo de 12.000 millones de pesos de las obras sociales hasta para los gremios cristinistas, que ahora manejará con mano dura la ultra K Beatriz Liliana Korenfeld desde la Superintendencia de Servicios de Salud, demostraría que, más allá de la batalla contra Moyano, la Presidenta quiere otra relación con el gremialismo. Si es así, algunos creen que no faltará tanto tiempo para que las cinco centrales obreras que habrá en la Argentina terminen protestando juntas en la calle.

Cristina lo hizo: habrá cinco centrales obreras

Publicado en el diario Clarín, el 2 de julio de 2012

El Gobierno tiene serias dificultades para que se multipliquen el valor real del salario y los empleos genuinos, entre tantas otras, pero logrará un curioso fenómeno de multiplicación en el plano sindical: en unos 45 días habrá cinco centrales obreras .
A saber: una CGT cristinista, una CGT moyanista, una CGT barrionuevista, una CTA oficialista y una CTA disidente. Ni los más duros enemigos del gremialismo peronista soñaron con semejante atomización. Pero Cristina Kirchner lo hará posible.
En realidad, la Presidenta hará posible este cuadro de inédita fragmentación asociada involuntariamente con Hugo Moyano , ese viejo aliado convertido en su peor enemigo y al que el acto de la Plaza de Mayo, aunque fue una demostración de fuerza de la patria camionera (¿quién puede hoy movilizar 50.000 personas?), lo dejó más solo en el plano sindical y claramente orientado a darle al peronismo no kirchnerista una plataforma para que tome cuerpo una alternativa antes de las elecciones presidenciales de 2015. Algo que, si pierde la CGT, también se transforme en un salvavidas político para él.
Su lugar corre más peligro que nunca: el Ministerio de Trabajo impugnará en las próximas horas el encuentro de la CGT en el que se decidió la convocatoria al congreso del 12 de este mes para renovar autoridades.
Luego, los sindicalistas amigos del Gobierno se autoconvocarán para atribuirse la mayoría en el consejo directivo y llamar a un congreso cegetista en 45 días con el fin de elegir la nueva conducción.
Moyano cree estar seguro de que podrá resistir esa embestida kirchnerista.
Sus rivales sostienen que la reunión del 27 de marzo no tuvo el quórum necesario para tomar decisiones (18 de los 35 integrantes del consejo directivo), pero el moyanismo replicará que sólo se requieren 17 porque así lo estipula el artículo 50 del estatuto. Y dice contar con esa cantidad de firmas. Es más: el líder camionero confía en un “as en la manga” del abogado Héctor Recalde que le permitiría desbaratar la avanzada antimoyanista .
Muchos no entienden al padre de Mariano Recalde, titular de Aerolíneas Argentinas y uno de los popes de La Cámpora: asesora al enemigo más fuerte que tiene hoy Cristina Kirchner y es fiel diputado kirchnerista. “Soy leal a mis convicciones”, suele explicar Recalde en la intimidad. Pero ayer avanzó un casillero: destacó por radio que es un legislador oficialista y que “de ninguna manera entrará en contradicción” con la Presidenta.
Un día antes del acto en la Plaza de Mayo, Recalde estuvo en un acto en la Casa Rosada y la Presidenta, con picardía, le agradeció públicamente su presencia. Apenas 24 horas después, el diputado no estuvo en el palco de Moyano y sí en el recinto de la Cámara de Diputados, donde se debatieron varios proyectos de su autoría.
Todo esto abrió infinidad de suspicacias, pero allegados a ambos aseguran que Recalde informó a Moyano de todos sus movimientos y que hoy o mañana se verán las caras para analizar la estrategia legalante la impugnación ministerial e incluso decidirán presentar una denuncia por prevaricato contra el funcionario que firme la resolución.
Tampoco es fácil ser adversario de Moyano. Luis Barrionuevo, que preside la pequeña CGT Azul y Blanca, no quiere sumarse a una central oficialista , aunque tampoco acercarse a Moyano. Su rechazo al Gobierno, de todas formas, lo ubicará como un aliado táctico del camionero. El dirigente gastronómico, que planifica un viaje al exterior para evitar definiciones, sigue predicando las ventajas de que la próxima CGT sea conducida por un triunvirato . La idea no les disgusta a los “Gordos” (Armando Cavalieri, Oscar Lescano y Carlos West Ocampo): además de evitar que les nazca otro Moyano, así disimularían que no tienen un candidato fuerte y con consenso.
Es que hay actitudes del metalúrgico Antonio Caló, favorito de la Casa Rosada para liderar la CGT, que hacen sospechar al sindicalismo K : se negó a que en una solicitada de una veintena de gremios antimoyanistas se aceptara la renuncia a la central obrera con que había amagado el jefe camionero. Era una chicana, pero el cacique de la UOM es uno de los que no quiere a Moyano, pero se resiste a aplastarlo sin contemplación.
A veces, Caló desorienta hasta a las personas menos indicadas : hace diez días, no contestó los insistentes llamados de la propia Cristina Kirchner a su celular para invitarlo a un encuentro secreto, en Olivos, al que concurrieron Jorge Omar Viviani, Andrés Rodríguez, Gerardo Martínez y José Luis Lingeri, y del que fueron excluidos los “Gordos”. “Me estaba haciendo unos estudios médicos”, se excusó. Dos días después, el sucesor de Lorenzo Miguel le insinuó a un grupo de metalúrgicos, con tono apesadumbrado , que prefería seguir al frente de la UOM y no saltar a la CGT.
Hablaba de la central obrera que se viene, a la que algunos dirigentes ya bautizaron como “CGT Balcarce” para diferenciarla de la moyanista, a la que comienzan a llamar “CGT Azopardo” porque mantiene la histórica sede. Por si existe algún despistado: no se trata de un homenaje a la ciudad natal de Juan Manuel Fangio sino de una clara alusión, con sorna o con crudo realismo, a la calle donde funciona el máximo poder K .