domingo, 13 de enero de 2013

Sindicalismo: perfil de Lorenzo Miguel

El hombre más fiel e infiel a sí mismo


Diario La Nación, 23 de diciembre de 1998
Una vez más, Lorenzo Miguel eligió ser tan fiel como infiel a sí mismo. Fiel, en principio, no a una compleja estrategia política ni a ningún principio ético determinado, sino a su instinto de supervivencia. E infiel, por otra parte, a sus convicciones más íntimas, aquellas a partir de las cuales la sola mención del nombre "Carlos Menem" le originan una reacción íntima parecida a un misil Tomahawk en Bagdad.
El sábado, en La Matanza, en un acto de Alberto Pierri, y anteayer, en la residencia de Olivos, el jefe de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) comenzó otro de sus operativos de acercamiento al Presidente, que, espasmódicamente, y tal como sucede desde 1989, sobreviene cada vez que las necesidades políticas o económicas de su gremio lo requieren.
En este caso, el objeto del deseo miguelista es la obra social metalúrgica, esa criatura tan imprescindible para los trabajadores del sector, a los que les brinda cobertura médica y social, como para los dirigentes sindicales: desde su constitución, en 1970, estas entidades se convirtieron en una llave maestra para el manejo de fondos multimillonarios.
Una criatura que, además, ha demostrado ser excesivamente gastadora: pese a ser una de las más numerosas del sistema, es virtualmente la más deficitaria y la que más subsidios del Gobierno ha recibido en la última década para intentar subsanar su delicada situación financiera.

EJEMPLOS MILLONARIOS

En 1991, un estudio de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) reveló que en 1990, de un total de unos 180 millones de dólares otorgados por el Gobierno como subsidios, el 11,1 por ciento (más de 20 millones de dólares) fueron entregados a una sola obra social, la metalúrgica, que representaba apenas el 7 por ciento de todos los afiliados del sistema.
Pero se trata de apenas un ejemplo. En 1985, luego del proceso de intervención a las obras sociales, Miguel negoció con el entonces presidente Raúl Alfonsín la designación de un amigo del sindicalista, Oscar Horacio Miró, como interventor provisional de la entidad.
Desde entonces, la obra social de la UOM, siempre con su balance en rojo, recibió anualmente unos 20 millones de pesos para compensar su déficit, sin presentar balance alguno y con algunas curiosidades, como que entre sus acreedores se encuentran muchos de sus aliados y amigos.
Con Menem, la situación no se modificó, excepto por los interlocutores: paradójicamente, a Miguel le resultaba más fácil dialogar con un gobierno radical como el de Alfonsín que con uno peronista como el de Menem. Se trata de un problema netamente personal: el líder de la UOM no tiene buenos recuerdos del período 1976-1978, en el que compartió la cárcel con el actual presidente.
Por eso, muchos de sus movimiento políticos obedecieron en gran parte a la enorme desconfianza hacia Menem, cuya conducta en aquellos días carcelarios, a juicio del dirigente sindical, estaban lejos del código de honor miguelista.

FIRME JUNTO A CARLOS

Hoy, luego de que esa estrategia pendular lo había acercado al principal enemigo íntimo de Menem, Eduardo Duhalde, con vistas a los comicios de 1999, Miguel movió las piezas en un sentido contrario.
Los 100 millones de dólares que debe la obra social metalúrgica, y que requieren del auxilio gubernamental, tornan explicable (y digerible) este nuevo paso del líder sindical más indestructible del mercado (está al frente de su gremio, el más importante del sector industrial, desde el lejano 20 de marzo de 1970).
El gesto actual de Miguel se parece demasiado al de noviembre de 1990, cuando, con un perfil antimenemista, el jefe de la UOM se pasó al furioso oficialismo luego de que Menem accedió a que un metalúrgico se integrara al directorio de la Administración Nacional de Obras Sociales (Anssal), para intentar resolver desde allí el saneamiento de su obra social, que por entonces tenía una deuda de 40 millones de dólares.
Fiel e infiel a sus principios, en forma simultánea, Miguel dejó un único flanco de coherencia en sus últimos pasos: el gran gestor del operativo reencuentro con el Presidente fue su gran amigo Julio Raele (de presencia permanente en todas las negociaciones reservadas y públicas de los metalúrgicos), presidente del Instituto Cooperativo de Seguros, el mismo que maneja todas las pólizas de la UOM y de otros gremios, y que luego de conocer al sindicalista, en la década del setenta, con el paso de los años se convirtió en uno de los hombres más ricos de la Argentina. 

Entrevista con Raúl Alfonsín

Alfonsín criticó la "impericia" de Colombo

Diario La Nación, 14 de octubre de 2000

Raúl Alfonsín criticó la "impericia" del jefe de gabinete, Chrystian Colombo, por haber refutado anteayer sus polémicas declaraciones sobre la convertibilidad y haber llevado, así, el tema "a la primera plana" de los diarios.
En una entrevista con La Nación en su departamento de la avenida Santa Fe al 1600, el jefe del partido radical insistió en colocar la convertibilidad fiscal al tope de la lista de males que sufrió el país durante el siglo pasado.
Dijo que lo había sorprendido la repercusión que tuvieron sus palabras, ya que no era la primera vez que las expresaba. Sin embargo, confesó que las había lanzado como una provocación para "cambiar el eje" del debate público sobre la crisis que atraviesan el Gobierno y la Alianza.
"El día anterior, el ministro de Economía me pidió en nombre del Presidente (que no insistiera en pedir la renuncia) de Santibañes. Se suponía que yo seguía insistiendo, aunque no era así. Entonces, pensé: "Bueno, voy a buscar a los toros, que vengan un poco contra mí, voy a desplegar el trapo rojo una vez más". Digamos, cambiar el eje. Y hablé de este tema. Pero en vez de venir los toros vino la jauría", rió con ganas.
Los "toros", quedó claro (y lo explicitó luego un estrecho colaborador suyo) son, en la expresión de Alfonsín, los representantes del establishment económico.
-¿Fue consciente del revuelo que iban a generar sus declaraciones?
-Siempre he dicho que la convertibilidad es una trampa mortal a la que es fácil entrar, pero de la que es difícil salir. En toda la campaña, en todos los discursos, delante del Presidente he dicho esto. ¿Qué es lo que nos ha traído? Quince por ciento de desocupación, extranjerización de la economía, concentración de poder económico, las economías regionales liquidadas... ¿Hasta dónde? Es increíble que se me haya contestado. Increíble. (El tema) ha llegado a primera plana porque me ha contestado el propio jefe de gabinete, pero esto lo he dicho centenares de veces.
-¿Por qué le parece increíble la reacción del Gobierno?
-(Enojado) ¡Porque ya dije que no hay que sacarla (la convertibilidad)! Si yo hubiera dicho "hay que sacarla", bueno...
-Equiparó la convertibilidad con el golpe militar de 1930.
-El golpe de 1930 significó todo lo que vino después, sobre todo los desaparecidos. Económicamente, la convertibilidad nos ha traído todo esto. ¿Cómo salimos? Yo no sé. Pregúntenle a algún economista.
-Pero se sacuden los mercados...
-¡No! Que tengan más miedo a cómo repercute en la gente. Por encima de todo, no tenemos que ser maricones.
-¿Ve posible que en los próximos años se abandone la convertibilidad?
-Pregúntenle a los economistas.
-Lo habrá hablado con alguno...
-No, no consulté con nadie.
-¿Por qué cree que sus palabras causaron este efecto?
-Creo que es impericia del nuevo ministro, de quien estoy muy contento que esté en el Gobierno, y respeto y admiración por su labor. Yo le anuncié esa mañana (lo que iba a decir) y me dijo: "Yo le voy a contestar". "Contésteme, tiene todo el derecho".
-¿Le avisó antes de decir lo que dijo?
-No, después (sonrisa amplia).

EL COMPONEDOR

Su papel en la Alianza creció con la renuncia de Carlos "Chacho" Alvarez a la vicepresidencia, hace una semana. Se convirtió en un factor de equilibrio entre Fernando de la Rúa y Alvarez; es decir, entre las fuerzas que componen la coalición.
Cuando supo que el alejamiento de Alvarez era inevitable, propuso la creación de una mesa de los partidos de la Alianza y le ofreció a Alvarez su conducción.
-¿Cuál es, a esta altura, su diagnóstico sobre el estado de la Alianza?
-Soy optimista. Mi voluntad es trabajar todo lo posible por fortalecerla y profundizarla. Hemos pasado un momento de dificultades, pero estamos superándolo y supongo que en lo fundamental no va a haber ningún problema en seguir trabajando juntos.
-¿Una mesa de partidos de la Alianza implicará que De la Rúa tenga que consultar sus decisiones con usted y con Alvarez?
-No, no. Esa mesa, como yo la pienso, no es para juzgar lo que hace el Gobierno. Todavía falta concretarla. La veo integrada por los presidentes de los partidos que componen la Alianza y con el propósito de que la presida el doctor Alvarez, ya que ha sido presidente de la Nación (sic), y que cambiemos impresiones, orientemos alguna posición en el caso que nos parezca. Pero no (para) juzgar una acción de gobierno o salir con alguna declaración. Nada de eso.
-Usted habló con Alvarez esta semana. ¿De qué hablaron?
-El está tomándose un poco de tiempo para arreglar algunas cosas dentro del Frepaso, pero noté una reacción positiva de parte de él.
-Usted opinó que Santibañes debía dar un paso al costado...
-Lo que dije, reiterando lo que había dicho el ministro de Justicia (Jorge de la Rúa), es que en su momento y cuando correspondiera... cada funcionario sabía cuándo su presencia hacía bien y cuando no. Yo no pedí ninguna renuncia.
-¿Qué opina sobre la situación de Santibañes en el Gobierno?
-Ah, no le puedo decir qué va a pasar...
-¿Pero qué debería pasar?
-Es una definición que deberán tomar él y el Presidente de la Nación. Ahí sí que sería inmiscuirme en un tema que no corresponde.
-¿Y cuál es su opinión personal sobre Santibañes?
-No tengo por qué dar opiniones personales. Me impresiona como un hombre socialmente muy agradable. Creo..., estoy seguro de que es un hombre de bien. No sé qué ha hecho dentro de la SIDE, de modo que no puedo opinar sobre su tarea específica. También puedo opinar que estoy en contra de sus ideas económicas.
-De la Rúa ha dicho que dará nuevos espacios al Frepaso en el Gobierno.
-Sería muy interesante, cómo no.
-¿El radicalismo va a reclamar también más espacios?
-Creemos que para algunos cargos que estaban vacantes debe llamarse a gente del Frepaso para que realmente seamos el gobierno de coalición que tenemos que ser.
-Es decir que no va a reclamar espacios para el radicalismo.
-No, nunca he reclamado. Nunca.
-¿Justifica la decisión que tomó Alvarez?
-Es un asunto de él, yo no voy a juzgar eso.
-Pero provocó efectos institucionales y políticos.
-Y sí, problemas hubo. ¿Me lo va a decir a mí? (risas).
-¿Recibió alguna comunicación concreta de que De la Rúa esté por desprenderse de Santibañes?
-No. Me he enterado por los diarios. Se esperaba que se resolviera el problema judicial en cuanto a las presentaciones que se habían hecho al juez Liporaci de las cuentas de la SIDE, pero tengo entendido que en el acta que se firmó el propio juez aclara que las cosas están bien hechas.
Desde luego que siempre hemos tenido presente la necesidad de fortalecer la Alianza. Yo he conversado en distintas oportunidades con el Presidente. Me ha dicho que Santibañes prefiere estar en el sector privado y no en el público. También Santibañes lo ha reiterado.
-Un reciente reporte del banco de inversiones Goldman Sachs aconsejó al Gobierno desprenderse de la Alianza, mantener a Santibañes y girar hacia la derecha.
-Toda la derecha piensa algo parecido. Quieren que la Alianza cambie el signo progresista y se vaya a la derecha. Eso no va a pasar nunca. 

Discos: lo nuevo de Weather Report

El jazz rock de Weather Report

Diario La Nación, Suplemento Espectáculos, 17 de noviembre de 2002

Formaron la alianza que más esperaba la gente. Uno era medio aburrido y al otro le gustaba ir contra la corriente. Llegaron a ser votados como los mejores en sus categorías. Pero el final del gran sueño comenzó cuando uno renunció a su puesto.
No, no se trata de la historia de Fernando de la Rúa y Carlos "Chacho" Alvarez, sino del saxofonista Wayne Shorter y del tecladista Joe Zawinul, líderes de Weather Report, una de las grandes bandas de la historia que hizo de la fusión su marca registrada y que brilló con luz propia en la marquesina de ese subgénero que, a partir de la década del setenta y no más allá del ochenta, se llamó jazz rock.
En ese mismo rubro hubo grupos como la Mahavishnu Orchestra, manejada por el guitarrista inglés John McLaughlin; Return to Forever, con el inconfundible sello del pianista Chick Corea, y The Eleventh House, del guitarrista Larry Coryell.
Todos, de todas formas, fueron hijos directos del virtual inventor del jazz rock: Miles Davis. En 1968, el trompetista rechazó las sugerencias de su compañía discográfica para ganar nuevas audiencias, que por entonces estaban dominadas por el rock y por el funk. "Yo quería cambiar de rumbo, tenía que cambiar de rumbo, pero sólo para continuar amando lo que tocaba y creyendo en ello", recuerda Davis en su autobiografía.
De la bronca surgió "Bitches brew", el álbum que cambió el rumbo, el primer disco que se escapó de los cánones jazzeros y se animó a explorar sonoridades rockeras (con un bajo eléctrico, un percusionista y tres tecladistas, por ejemplo).

LA BANDA PRECURSORA

¿Quiénes acompañaron a Miles en esa aventura que terminó por transformar al jazz? Entre otros, un pianista austríaco llamado Josef Zawinul, a quien Davis convocó luego de quedar fascinado con el sonido del piano eléctrico en "Mercy, mercy, mercy", de Cannonball Adderley. Y Wayne Shorter, el saxofonista nacido en Newark, New Jersey, que también había tocado con Adderley, Maynard Ferguson y Art Blakey. Estos dos tipos audaces fueron los mismos que, a partir de 1970, terminaron por romper muchos de los moldes jazzeros del momento con su propio grupo, Weather Report.
La fórmula era sencilla, pero había que hacerla en ese momento: salirse del esquema tradicional del bebop, no distinguir entre solos y acompañamientos, mezclar el saxo acústico de Shorter con el laboratorio electrónico de Zawinul, crear climas hipnóticos más que motivos musicales convencionales. Weather Report tuvo ese sello, pero también el de ser un semillero de jóvenes talentos. Siempre al lado de la indestructible dupla fundadora, por sus filas pasaron, entre otros, Alphonso Johnson, Omar Hakim, Manolo Badrena, Peter Erskine, Chester Thompson, Alex Acuña, Miroslav Vitous, Victor Bailey y, sobre todo, Jaco Pastorius, ese malogrado hechicero (murió a los 36 años en una pelea callejera) que revolucionó el bajo eléctrico (fretless) y le otorgó un papel protagónico no sólo en el diseño del ritmo.
Mucho de lo que hizo este supergrupo por derribar las fronteras jazzeras (por momentos demasiado cerradas a cualquier influencia foránea) está condensado en el flamante disco doble "Live and unreleased", que Sony acaba de distribuir en el país, en su edición importada pero a un precio acorde al de los bolsillos devaluados. Se trata de 18 temas que abarcan el período 1975-1983, grabados en vivo en Estados Unidos y en Gran Bretaña, y en versiones nunca antes editadas.
Los fanáticos de la banda -para quienes no lo son es una excelente oportunidad para ser iniciados en el culto de la alianza Zawinul-Shorter- podrán apreciar clásicos absolutos como "Teen Town", "Black Market", "Elegant People", "Plaza Real" y, en especial, "In a Silent Way", entre otros. Pero, sobre todo, tener condensadas en dos discos las distintas etapas y formaciones de los WR. Y así confirmar, por ejemplo, cómo los seis años de Pastorius en el grupo fueron acaso los más gloriosos y compactos. En vivo, como los argentinos pudimos comprobar en dos ocasiones, en 1972, durante una gira del pianista Friedrich Gulda, y en 1980, en el Bue Festival que se hizo en el Luna Park, Weather Report es más asombroso aún que en estudios. Zawinul desprende de ciertos artificios sus característicos sonidos atmosféricos y multiétnicos. Shorter suena desatado, menos contenido. Y las diversas secciones rítmicas son el compendio más perfecto de la energía. Una joya.

EL PRESENTE DE LOS EX REPORT

Este milagroso CD coincide con la aparición en los Estados Unidos de los nuevos álbumes de Zawinul y de Shorter, que, lamentablemente, no tienen asegurada su edición local. En el caso del tecladista, tras su dispar experiencia con The Zawinul Syndicate, "Faces & places" es lo más parecido a Weather Report que grabó desde su separación de la banda. Además de guiños a su público porteño (el tema "Borges Bs.As."), el músico austríaco reemplaza aquí el protagonismo de los instrumentos por las voces humanas (y electrónicas, porque utiliza el legendario Vocoder, esa maquinita que transforma el sonido de las cuerdas vocales). Lo acompañan gargantas ilustres como Maria Jo‹o y Richard Bona, entre otras.
La reaparición de Shorter, más clásicamente bebop, se llama "Footprints live" y es un álbum grabado en vivo junto con el pianista Danilo Pérez, el bajista John Patitucci y el baterista Brain Blade. La mayoría de sus temas son standards del repertorio del mismo Shorter, que con el paso del tiempo está tocando cada día mejor su saxo. La presencia de Danilo es un punto fuerte de este buen disco.
"Mi definición del jazz significa sin categorías. Jazz, para mí, es el sonido que significa drama de varios elementos", afirma Shorter en el booklet de la cuidada edición de "Live and unreleased". Hoy, cuando el anquilosado jazz hace que se extrañe tanto esa desbordante, creativa y potente alianza que se llamó Weather Report, queda confirmado que Zawinul y Shorter son piezas clave de nuestra era (y que fueron muchos más efectivos que De la Rúa y Chacho Alvarez, claro está). 

Rock: crítica del show de Santana

El hechicero en su mejor forma

Diario La Nación, Suplemento Espectáculos, 11 de marzo de 2006

Carlos Santana se reconcilió en sus últimos tres discos con la industria discográfica, al permitirle ganar millones de dólares con sus millones de discos vendidos, pero en el recital de anteanoche, en el Campo de Polo, se reconcilió con su identidad.
Casi ni una concesión estricta a la lógica del mercado tuvo el vibrante recital, de casi dos horas y media, que brindó ante unas 12.000 personas. Apenas podría enrolarse en ese rubro la intervención de Alejandro Lerner en "Hoy es adiós", pero más como un gesto de amistad hacia el país al que visitaba por tercera vez en sus 37 años de carrera. El resto fue una lección de cómo un mito de 59 años puede sacudir un gastadísimo rótulo de rock latino hasta conseguir que vuelva a renovarle la patente de leyenda.
Contra los pronósticos de quienes pensaban que escucharían a un pasteurizado Santana que se limitaría a recrear sus últimos hits, el hechicero de dedos endemoniados y discurso esotérico no tocó ni un solo tema de su nuevo CD, "All That I Am"; apenas cinco de su hiperexitoso "Supernatural" (con el que ganó Grammy hasta cansarse) y tres de "Shamán"; es decir, eligió menos de la mitad de su repertorio de su trilogía más vendedora pero con menos personalidad.
Al comienzo hizo "Sacrificio Soul", el mismo clásico de su álbum debut, de 1969, la misma canción que deslumbró a los hippies (y no hippies) de Woodstock, marcó el indicio de que un Santana en su mejor forma (y acompañado con una de sus mejores bandas) se internaba en los inicios de su propia historia para redescubrirse.
Así, desfilaron canciones que hacía muchos años que no tocaba en vivo, como el combo que forman el afro contagioso de "Batuka" y la electrizante "Nadie de quien depender", el mismo comienzo de "Santana III" (en Estados Unidos acaba de aparecer una edición especial de este disco, doble, con tracks inéditos, a 35 años de su lanzamiento). O el vértigo serpenteante de "Jingo" y una gran versión de "Evil Ways" (enganchada con "A Love Supreme", de John Coltrane), también del primer disco. No faltaron, por suerte, los archiclásicos del repertorio santanesco "Black Magic Woman/Gypsy Queen" y "Oye cómo va", precedidas por otro tema de "Abraxas": nada menos que "Samba pa´ti".
A esa altura de la noche, aun sin conocer la historia de Santana, cualquiera podía darse cuenta de que el que estaba sobre el escenario, con su clásico gorrito de lana y su camisa llena de brillos, colores y rostros de Bob Marley, era realmente un héroe de la guitarra.
Fue extraña la composición del auditorio. Las entradas eran caras, pero aun así hubo pocos claros en los distintos sectores del Campo de Polo (con una organización algo intrincada aunque bastante eficaz). Quinceañeros que habrán conocido a Santana por el video de "The Game of Love", el hit pop de "Shamán", se entremezclaban con fanáticos que aullaban con cada viejo acorde. El ritmo que proponía la música tardó demasiado en contagiarse entre la gente. Hasta tal punto que el propio guitarrista ironizó: "Se ve que están cansados porque los veo sentados".
La mayor electricidad en el ambiente la provocó un puñado de hits de "Supernatural", como "Smooth", "Corazón espinado" y "(Da Le) Yaleo". Y hasta hubos pasajes jazzeados con "Venus: Upper Egypt", de Pharoah Sanders, que confirmaron de dónde habían salido músicos como el tecladista Chester Thompson, el bajista Benny Rietveld y, sobre todo, ese increíble Hulk de los parches que es el baterista Dennis Chambers (cuyo prolongado e hipnótico solo hizo vibrar al barrio). Karl Perazzo y Raul Rekow, por su parte, se transformaron en una implacable maquinaria percusiva.
También hubo más homenajes. Además de hacerlo con Coltrane y con Sanders, Santana recreó "Purple Haze", de Jimi Hendrix, y brindó un tributo a Marley con una efervescente "Exodus", con tramos de "Get Up, Stand Up". Poco antes del final, la euforia llegó a la gente. Nadie terminó sentado en este recital antológico, en el que Santana fue un veterano hechicero que practicó el viejo truco de mirar hacia atrás para ir hacia adelante. O de fijarse más en sus orígenes y menos en los rankings de hits. 

Discos: reediciones de Frank Zappa


Un Frank Zappa para cada estado de ánimo

Diario La Nación, Suplemento Espectáculos, 18 de enero de 2009

¿Cómo era el rock cuando no era previsible, aburrido, copiado de otras décadas, de otras copias, adocenado, olvidable, desapasionado? De todas las respuestas posibles, por fin en las bateas argentinas existe una que justifica la mejor respuesta de todas: aquel rock era tal como lo concebía el genio maldito de Frank Zappa.
Por esas extrañas razones que no tienen mucha explicación pero que sólo vale la pena aprovechar y disfrutar, los argentinos comenzaron 2009 con siete de los mejores discos de Zappa en completas ediciones nacionales. ¿Hace cuánto que Zappa no tenía presencia aquí con excepción del material importado? Los más experimentados sólo recuerdan una gran recopilación de 1997, "Zappa en la radio", con una selección hecha por Alfredo Rosso y Marcelo Gasió. Después, la sequía. O el silencio. O el vacío.
Por eso estas siete sorpresivas reediciones de Warner tienen el valor de un verdadero acontecimiento, de un tardío aunque saludable acto de justicia. Hay un Zappa para cada estado de ánimo, para cada uno de los iniciados en la adicción que provoca esa música que los críticos se han cansado de clasificar como inclasificable.
Rock, jazz, doo-wop, clásico, blues, psicodelia, contemporáneo, funk, experimental. En sus álbumes, un formidable mosaico musical, hay de todo un poco, de todo en exceso, siempre salpicado de humor, de ironías, de demoledoras críticas a la sociedad norteamericana y siempre coordinado de manera magistral por el cerebro de Zappa, esa usina de ideas provocadoras, movilizadoras, que no se detenían ante nada ni ante nadie.
Si esta fuera una fría crónica, habría que decir que Frank Vicent Zappa nació el 21 de diciembre de 1940 en Baltimore, Estados Unidos, y que murió el 4 de diciembre de 1993. En el medio, una adolescencia con mucho blues y rock and roll y el descubrimiento de la música contemporánea, sobre todo de Edgar Varèse. Un grupo que fue marca registrada, The Mothers of Invention. Músicos que salieron glorificados de la factoría zappeana como Terry Bozzio, Adrian Belew, Jean-Luc Ponty, George Duke, Don "Sugar Cane" Harris, Captain Beefheart, Michael y Randy Brecker, Aynsley Dunbar, Steve Vai y tantos otros. Un total de 64 discos grabados entre 1966 y 1993.
¿Por dónde comenzar a escucharlo? Del lote reeditado, obviamente por Hot Rats , que no hay quien no recuerde que es considerado uno de los mejores álbumes de rock de todos los tiempos, y que incluye "Willie The Pimp", con Zappa incendiando su guitarra sin necesidad de fuego, y "The Gumbo Variations", una antológica jam session lisérgica. Luego, One Size Fits All , o cómo hacer rock desde el jazz, o viceversa, con un solo de guitarra en "Inca Roads" para derretir cabezas abúlicas y "San Ber´dino", con su pátina zeppelineana, sus quiebres y ese clima de banda de sonido de un viaje sin ruta. A continuación, Chunga´s Revenge es la exquisita y deformada mirada del rock de un Zappa en su mejor momento, con armonías vocales a lo Beach Boys y "The Nancy & Mary Music" sólo para demostrar que Aynsley Dunbar era un baterista monumental.
En Overnite Sensation están el clásico "Camarillo Brillo", el jazzeado "I´m The Slime" y "Fifty-Fifty", con solos de guitarra y de violín de colección. Sheik Yebouti tiene entre sus 18 canciones "Bobby Brown Goes Down", hit que llegó a las FM, aunque hay mucho más: encantadores híbridos como "I´m So Cute" y lecciones de guitarra veloz en "Rat Tomago". Weasels Ripped My Flesh aporta ese blues de "Directly From My Heart To You" llevado al éxtasis gracias al violín de "Sugar Cane" Harris, en un proyecto de digestión lentísima. Finalmente, Zappa in New York , quince grandes temas en vivo, con parodias como "Titties & Beer" o el ejercicio de virtuosismo de los hermanitos Brecker en "Sofa".
Este repaso por estos siete discos es absolutamente arbitrario. Como se dijo, hay un Zappa para cada estado de ánimo, para cada oyente. Sólo hay que animarse a descubrirlo. Y eso, sin duda, es un viaje de ida. 

Discos: una grabación legendaria de Miles Davis

La metamorfosis de Miles

Diario La Nación, Suplemento Espectáculos, 10 de octubre de 2010

El era nada menos que Miles Davis, pero se sentía atrapado sin salida. "Yo quería cambiar de rumbo, tenía que cambiar de rumbo, pero sólo para continuar amando lo que tocaba y creyendo en ello", pensaba en aquel efervescente 1969, tal como recordó mucho después en su autobiografía.
Hace 41 años, el trompetista negro más talentoso (y, acaso, el único que podía garantizar conciertos taquilleros y muchos discos vendidos) descubrió que los viejos jazzeros lo miraban de reojo, que los jóvenes estaban más entusiasmados con el rock, que ya no vendía tantas entradas para sus shows y, para colmo, que su sello discográfico, Columbia, amenazaba con equipararlo a los artistas de música clásica, lo que equivalía a retacearle difusión y dinero. 
¿Qué podía hacer? Y lo que hizo fue Bitches Brew , uno de los 500 discos más importantes de todos los tiempos, según la revista Rolling Stone , una genialidad que está cumpliendo 40 años (se lanzó originalmente en abril de 1970) y que justifica una edición especial (con tres CD, un DVD y dos vinilos, un libro y memorabilia) que Sony importó de los Estados Unidos y que ya se consigue aquí a un precio más que razonable: unos 350 pesos.
La genialidad de Bitches Brew consistió en romper lo establecido, electrificar el sonido con una concepción "hendrixiana", diluir las fronteras de la melodía seguida por los solos, machacar en los ritmos y en los climas, llevar la improvisación al paroxismo. Fue la piedra fundamental del jazz rock.
"Les dije a los músicos que podían tocar lo que quisieran, pero que yo debía tomar lo que hiciesen como un acorde -recordó Miles en su autobiografía-. Ellos sabían lo que podían hacer, y eso fue lo que hicieron. Descompusieron el acorde, con lo cual sonó lleno de riqueza. (?) Les dije aquello en los ensayos y luego les entregué los bocetos musicales que ninguno de ellos había visto. (?) Así, cuando empezamos a tocar, yo actuaba como un director de orquesta y, además, escribía alguna partitura para alguien o le decía que tocara diferentes cosas que oía a medida que la música se desarrollaba y se cohesionaba. Era un proceso suelto y, al mismo tiempo, amarrado".
Eso fue lo que logró Miles un 19 de agosto de 1969, cuando se encerró en el estudio de Columbia, en Nueva York, con su productor (Teo Macero), un saxofonista (Wayne Shorter), un clarinetista (Bennie Maupin), tres tecladistas (Joe Zawinul, Chick Corea y Larry Young), un guitarrista (John McLaughlin), dos bajistas (Dave Holland y Harvey Brooks), tres bateristas (Lenny White, Jack DeJohnette y Don Alias) y un percusionista (Jim Riley).
Allí les entregó los bocetos a los músicos, ordenó cerrar las puertas y exigió que se grabara todo. Así sucedió durante tres días. Esas cintas fueron editadas una y otra vez por Miles y Macero, como ingredientes de un collage sonoro. Y de esa forma nació Bitches Brew , en el que la improvisación del jazz se hermana con la furia eléctrica de Jimi Hendrix (que, nada casualmente, en esa época había construido una gran amistad con el trompetista) y que le permitió a Davis extender las fronteras de su música y de su público.
No es un disco fácil, pero vale la pena tenerle paciencia. Hay superposición de tramas, disonancias, ritmos hipnóticos, una pulsión rockera que no da tregua y ese gusto a libertad que deja en los oídos cada nota de la trompeta de Miles, más provocadora, más subversiva que nunca.

CAJITA FELIZ

Esta edición especial hace honor a la importancia de esta obra: tiene dos CD con la grabación original de Bitches Brew más seis bonus tracks, un tercer CD con un concierto nunca editado y grabado en Tanglewood, en 1970; un DVD con un show inédito de 1969, en Copenhague; la réplica exacta del doble LP original, remasterizado por primera vez; un libro de 48 páginas con fotos, reportajes y artículos diversos y, por último, un sobre con memorabilia, que incluye, entre otras cosas, reproducciones de fotos, un póster desplegable y el facsímil de la entrevista a Miles publicada por la Rolling Stone en 1969.
Un material que homenajea el exacto momento en que Miles Davis salió de la encerrona de su carrera sin mirar hacia el pasado, sino inventando el futuro. 

Discos: Dee Dee Bridgewater y Brad Mehldau

La Bella y la Bestia, en versión jazzera

Diario La Nación, Suplemento Espectáculos, 28 de marzo de 2010

¿Llegaron La Bella y La Bestia en versión jazzera a la Argentina? Bueno, algo así. No se trata de ninguna adaptación de la comedia musical de Broadway, sino, simplemente, lo que inspira la edición en nuestro país de dos de los principales lanzamientos discográficos de jazz de 2010: Highway Rider , del pianista Brad Mehldau, y Eleanora Fagan, To Billie With Love , de la cantante Dee Dee Bridgewater.
Por un lado, el papel de La Bella está a cargo de Dee Dee, 59 años, oriunda de Memphis, Estados Unidos, que para volver de su fascinante viaje al corazón sonoro de Mali que inició en su anterior CD,Red Earth , decidió virar nuevamente hacia un proyecto más ortodoxo y diseñó un incandescente tributo a Billie Holiday.
"Me dio ganas de escuchar las versiones originales", fue el comentario de un amigo de buen oído que escuchó los doce temas que componen este disco. Lo dijo en tono crítico, claro está, pero, en realidad, esa sensación se transforma en uno de los puntos fuertes de este proyecto. Si la voz y, en especial, la interpretación de Billie la hicieron única entre las vocalistas de jazz de todos los tiempos, no había forma de competir. Dee Dee eligió el camino más riesgoso: abordar a su particular manera el repertorio de Lady Day.
Esa manera fue no imitar bajo ningún aspecto a Holiday, sino hacerle honor con su voz potente, cargada de histrionismo (se nota su experiencia actoral e, incluso, que interpretó el papel de Billie en la producción teatral Lady Day en los años ochenta). Y con esos temas que sabemos todos, pero de una forma que no la conocíamos: desde "Lady Sings The Blues", que abre el CD como una declaración de principios: arranca sincopadamente africana y se estabiliza desarmándose y volviéndose a armar, hasta el final, con un "Strange Fruit" que eriza la piel cuando la Bridgewater termina llorando.
No es menor la elección de sus acompañantes: Edsel Gómez en piano, Christian McBride en contrabajo, Lewis Nash en batería y, sobre todo, James Carter en saxo, se sacan chispas con esta verdadera bella del jazz en este bellísimo homenaje.
La Bestia, por otra parte, volvió a hacer de las suyas. Highway Rider se llama el nuevo disco doble de Brad Mehldau, quizá el más arriesgado para los cánones actuales del jazz y menos pensado para acomodarse al paladar de sus seguidores habituales. No faltan aquí dos pilares en los que suele descansar el andamiaje sonoro de Mehldau como el contrabajista Larry Grenadier ni el baterista Jeff Ballard (que comparte protagonismo y la percusión en algunos temas con Matt Chamberlain). Pero la clave de este proyecto es no sólo la huella indeleble que deja un saxofonista soberbio como Joshua Redman, sino, en especial, la presencia de la orquesta de cámara que dirige Dan Coleman.
Porque no se trata de una presencia decorativa ni convencional: en Highway Rider , las cuerdas no acompañan sino que refuerzan e incluso protagonizan una experiencia multigénero, que suena muchísimo más atrapante de lo que puede contarse. Aquí hay un Mehldau en su salsa, lejos de los standards, al borde del jazz, el pop y la música contemporánea, probando y ensayando expandir los límites de lo conocido.
No es un disco de digestión rápida, pero sí de esos a los que hay que darles la oportunidad de sonar una y otra vez para apreciar sus matices, sus múltiples capas, sus secretos, en los que parece estar el sello del productor Jon Brion, que ya había acompañado a Mehldau en Largo y que trabajó con Aimee Mann, Fiona Apple, Dido y Keane. Quizá no sea fácil, por ejemplo, la arquitectura orquestal de "Now You Must Climb Alone", pero es indudable que allí hay una bestia musical como Mehldau en estado puro. Y es sólo una canción entre quince, destinadas a convertirse en una banda sonora de los que piensan que el jazz no sería lo que es sin su esencia: el riesgo. 

Blues: crítica del show de B.B. King

El viejo sabio de la guitarra del blues

Diario La Nación, Sección Espectáculos, 27 de marzo de 2010

Fue como haber estado en el living de casa con un abuelo sabio y canchero que llegó de Mississippi y que se pasó una larga velada contando historias, cantando y tocando la guitarra para complacer a una familia a la que no veía hacía mucho tiempo. Esa fue la sensación, entre otras posibles, que dejó el regreso de B.B. King a la Argentina.
En realidad, las únicas diferencias entre aquella imagen hogareña y los dos recitales porteños del Rey del Blues son dos: el living fue el Luna Park y la familia, 12.600 personas que llenaron todas las butacas entre el miércoles y el jueves pasados. Más allá de la euforia del público, lo que pudo verse y escucharse fue un B.B. King que no disimuló sus 84 años ni la virtual condición de última gira internacional en que parece haberse transformado este One More Time Tour: aunque predominó el humor, tanto en la música como en los comentarios de esta leyenda viviente, el clima tuvo un matiz nostálgico, con mucha emoción contenida y con un nítido sabor a despedida.
Ese es, quizá, el único matiz distintivo de este regreso con gloria de la última gran leyenda viviente del género. El resto fue similar, por suerte, al de siempre: una aplanadora blusera en la que brilló no sólo la estrella de la noche sino también su banda, una potente formación de ocho músicos entre los que figuraba su sobrino, Walter Riley King, en saxo barítono y flauta. Es cierto que B.B. King tocó menos y habló más que en otros conciertos, pero cada vez que acariciaba las cuerdas de su guitarra Lucille como sólo él sabe hacerlo, el estadio rugía como si estuviera festejando un gol.
Es que, a su edad, este hombre corpulento, que toca sentado como el jefe de la tribu, y que es imposible que pase inadvertido con saco multicolor y chaleco dorado, sabe que la velocidad no es la clave para transmitir algo. Por eso paladeó y demoró muchos de sus característicos solos, sobre todo en algunos blues lentos como "Darling You Know I Love", por más que a veces haya acelerado al máximo, sin freno, como en la versión hiperkinética de "When Love Comes To Town", que inmortalizó junto con U2.
B.B. King no sólo tiene el talento para lo que es evidente en cualquiera de sus discos, sino que en vivo le añade una condición de eficaz showman: coqueteó con las damas presentes, tiró besitos al micrófono, gesticuló como nunca y hasta transformó el simple hecho de refrescarse con un poco de jugo de manzana en un acto casi humorístico.
En su repertorio no faltaron, como siempre, clásicos inoxidables como "Every Day I Have The Blues", "Rock Me Baby" y, sobre todo, "The Thrill Is Gone", a la que este patriarca blusero siempre le encuentra algún matiz distinto, siempre conmovedor. Ni tampoco faltó una novedad como la efervescente "One Kind Favor", de su último disco.
B.B. King comenzó y se despidió añadiendo más ingredientes para lagrimear, como las constantes referencias a Pappo, con quien tocó en la Argentina y en el Madison Square Garden de Nueva York. Fueron dos horas de una verdadera master class de blues que terminó con una festiva "When The Saints Go Marching In", entonada por un abuelo sabio y canchero que llegó de Mississippi logrando conmover a miles de porteños con la misma e inefable fórmula que tantas veces repitió en sus 84 años.

Entrevista con Jorge Altamira

Jorge Altamira: “El Gobierno le teme a una oposición de izquierda”

Suplemento Enfoques, diario La Nación, 14 de noviembre de 2010

Jorge Altamira quiere llevar adelante la revolución, pero siempre hay algo que se lo impide. O porque se avecina la lluvia (a la que califica como “un claro mensaje patotero de la burguesía”), o porque con “el sol peronista lo único que uno quiere es morfarse un choripán con vino”, o porque la mucama le escondió la plata para que no comprara whisky (“y sin whisky no me atrevo”, confiesa) o porque la artritis le trabó la cadera y así no puede subir a la tarima para decretar el estado revolucionario. Altamira Jorge, en cambio, también quiere llevar adelante la revolución, pero lo que se lo impide hasta ahora es la falta de suficientes votos o de un más amplio consenso popular.
El primero, en realidad, es @jorgealtamira , un homónimo falso del dirigente del Partido Obrero (PO) que se convirtió en uno de los fenómenos de Twitter con sus comentarios cargados de humor y de ironía. Tiene 3500 seguidores, unos dos mil más que el verdadero Altamira, que desde su cuenta @altamirajorge cuenta sus actividades y baja su línea netamente trotskista.
Claro que el universo de los internautas no siempre coincide con el mundo real. El verdadero Altamira puede tener menos repercusión twittera, pero se multiplica en estos días en la TV, las radios y los diarios por motivos verdaderamente serios: uno de los militantes de su agrupación, Mariano Ferreyra, fue asesinado en los incidentes entre una patota de la Unión Ferroviaria y un grupo de trabajadores tercerizados de la línea Roca.
Por eso Altamira, uno de los fundadores del PO, ex legislador porteño y varias veces candidato presidencial, parece casi una estrella política de moda: atiende a Enfoques en un bar de Palermo Viejo pocas horas antes de otra entrevista periodística y, en medio de la charla, acuerda con el productor de una radio que lo llame más tarde. ¿Sucedería lo mismo sin un crimen político de por medio, que suma ingredientes como dirigentes sindicales con aires de empresarios y reflejos de burócratas, funcionarios que los apoyan y barrabravas que los protegen?
Probablemente no. Aunque es cierto que su agrupación, una de las más tradicionales en la atomizada izquierda argentina, ha crecido muchísimo en los últimos años entre los cuerpos de delegados sindicales, en los centros estudiantiles universitarios y, electoralmente, en distintos distritos del país como Salta o Catamarca.
De 68 años, casado, con un hijo de 31 años y un nombre real que no es el que usa (su DNI dice que se llama José Saúl Wermus y se lo cambió para evitar persecuciones políticas por los artículos que escribía), Altamira es hijo de un activista sindical de los gráficos que, como él, simpatizaba con el peronismo hasta que el general Juan Domingo Perón no reaccionó ante el golpe militar de 1955. “Fue el único trauma político de mi vida -reconoce-, porque la disolución de la URSS la vi venir. Pero yo esperaba que Perón derrotara al golpe.”
Hace años que predica la “bancarrota capitalista” y ahora está convencido de que la crisis financiera internacional le ha dado tanta credibilidad a sus análisis que por eso el Partido Obrero crece y hasta sus artículos son publicados en diarios como La Prensa, por ejemplo.
Y cree que si el PO está en expansión se debe también a que sus dirigentes han cambiado: “Suponíamos que las denuncias nuestras debían generar una adhesión más rápida, pero entendimos que era necesario detenerse más en los problemas, atacarlos más profundamente”.
-Es difícil eludir el tema del crimen de Mariano Ferreyra para comenzar la entrevista. Un asesinato en el que, por ahora, las responsabilidades no llegan a la conducción del gremio ni al Gobierno. ¿Puede haber ocurrido todo sin que se enterara José Pedraza, el titular de la Unión Ferroviaria, o sin que ningún funcionario lo apoyara?
-No, eso sería ingenuo. Y no hay nada que lo justifique. Porque en la acción del asesinato o en la agresión a los trabajadores hay un operativo anterior en el que interviene la policía. La policía de Avellaneda, en un momento determinado, es requerida por los que reivindicaban y que les señalaban que había un grupo patotero y que estaba por producirse algo... y el jefe que estaba encargado de la Policía en ese momento retira la patota y la introduce en la comisaría de Avellaneda. Es un dato fuerte. Luego, está la emboscada que facilita la policía de Barracas.
-No hay tanta información sobre la actuación policial como sobre los barrabravas.
-Hoy parece que sí: la jueza ha comenzado a investigar las comunicaciones internas de la Policía y aparentemente habría descubierto que de un lado hay comunicaciones borradas -al menos parcialmente- y del otro, comunicaciones editadas, que no existieron, para conformar una coartada. Esto implica una sofisticación no sólo técnica sino también institucional. Después está el problema del grupo empresarial. El departamento de Recursos Humanos de Ugofe [Unidad de Gestión Operativa Ferroviaria de Emergencia] autoriza una lista de 120 personas para salir de un taller e integrar la patota. Esto es muy fuerte. Y, en tercer lugar, las empresas tercerizadas son un factor de enriquecimiento económico para el grupo que gestiona, para pagar los salarios que son inferiores, y para el Gobierno. Porque acá no es un precio de mercado el que rige el orden del ferrocarril, sino que son subsidios. Y la empresa tercerizada, que es manejada por gente de la burocracia, recibe una serie de ventajas por tener obreros en condición inferior laboral y salarial a la que tiene un obrero de la Unión Ferroviaria del Ferrocarril. Entonces, el tramado económico, social, empresarial, policial e institucional es impresionante en términos del sistema de poder, del sistema de gobierno. Esto es lo que yo le quería plantear a Cristina Kirchner cuando le pedí la audiencia.
-La sensación de algunos dirigentes opositores es que las versiones de que Néstor Kirchner intervino para intentar resolver el crimen apuntaban a querer exculpar al oficialismo de la responsabilidad política en el apoyo a Pedraza. ¿Es así?
-No, el hecho de que uno diga que quiere resolver un crimen no implica que pueda hacerlo ni que realmente lo quiera. Porque ningún gobierno, salvo que sea fascista, despótico, tiene interés político en aparecer mínimamente identificado con un asesinato que ha tenido tanta repercusión pública. Ahora, ¿puede resolverlo? ¿Se pueden deshacer de toda esta patota? ¿Se puede deshacer de la tercerización? Es todo un tema que forma parte estructural del capitalismo a nivel mundial. China es una tercerizada de los grandes monopolios internacionales europeos y norteamericanos. Entonces, ¿la tercerización no forma parte del sistema económico supuestamente “nacional y popular”? No creo que lo puedan resolver. Consciente de que no lo puedo resolver, no quiero resolverlo. No quiero pagar el costo que significa realmente una depuración democrática. Por lo tanto, no lo exculpa [a Néstor Kirchner]. Al revés, porque si él hubiera querido resolverlo... No soy psicólogo, pero si una persona sufre un golpe y ve una salida, no tiene un ataque al corazón. El ataque al corazón es porque no ve una salida. Veamos una cosa que yo nunca mencioné: la prensa nunca destacó el hecho de que el Gobierno nunca le mandó las condolencias a la familia.
-Para algunos, la definición política más contundente del Gobierno luego del crimen que puso bajo la lupa el comportamiento de un sector del sindicalismo cercano al oficialismo fue que el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, apoyara a Hugo Moyano al destacar que “la CGT es la columna vertebral del movimiento obrero”.
-Es interesante la deformación que hace Aníbal Fernández: dijo que la CGT era la columna vertebral, pero Perón jamás dijo eso sino que el movimiento obrero era la columna vertebral. Pertenezco a un partido que cree que el movimiento obrero tiene que ser la cabeza y no la columna vertebral, es decir, no el que tiene que cargar con el peso de los que están arriba... No sólo se trata de eso: ¿cómo es posible que en un país con tantos ritos una patota de la Uocra ataque a empleados de comercio del Partido Obrero en Río Gallegos como sucedió mientras estaban velando al ex presidente? Es una profanación. Dicen que la juventud rindió su homenaje, pero el aparato no estaba muy conmovido: se trata de una patota que es un elenco estable diseñado para controlar las manifestaciones cuando se van a tratar temas de interés social.
-¿Usted es de los que creen que después de la muerte de Néstor Kircher el Gobierno va a cambiar? ¿O cree que se mantendrá igual?
-La prensa no se dio cuenta de que ya había un cambio. En primer lugar, este gobierno ha cambiado mil veces: llevaba como vicepresidente a [Julio] Cobos, hablaba de pluralismo y se quería sacar de encima al “pejotismo”, y luego se abraza con el “pejotismo” y abandona el pluralismo. Ahora quiere atraer a la juventud, pero los jóvenes del kirchnerismo son todos funcionarios. Quiere hacer con la juventud lo que hizo con los sindicatos. Uno es presidente de la Corporación Puerto Madero, el otro es presidente de Aerolíneas. La juventud no puede ser estatizada. Pero hay un cambio que ya se ve en lo económico: la suba de los bonos, el ingreso de capitales golondrina y el hecho de que el peso se mantenga relativamente estable frente al dólar mientras la inflación es del 30% confirman que no es la misma política económica. Y eso demuestra que, cualquiera sea la pretensión de independencia del Gobierno, la Argentina sigue siendo una colonia. Suena a una frase de trotskista, pero razónela un poco: no puede ser que la Reserva Federal emita 600 mil millones de dólares y por ese solo hecho cambie toda la política monetaria de la Argentina, todos los precios, todas las remuneraciones. Es decir, soy una hoja al viento. El Gobierno oscila entre la vacilación y el afán de mantener una imagen de profundización de un modelo que no existe más.
-¿Cómo imagina que será 2011 en materias económica y política?
-No tenemos que aislar la perspectiva argentina en general de la crisis mundial. La reunión del G20 es una expresión de una tensión descomunal en la economía internacional. La Argentina puede tener unas sacudidas económicas muy fuertes hasta octubre de 2011. ¿Por qué? Está viviendo un momento especulativo que, si se agota, así como ingresan capitales se pueden retirar y producir una desestabilización. Del otro lado está el tema de la reforma política, que es muy proscriptiva porque nos exige cosas exageradas. Por ejemplo, llevar a 25 mil personas a testificar y firmar ante un escribano. Son cosas locas.
-Ustedes afirman que crecen en los cuerpos de delegados, en las universidades, pero si es así quizá también tenga que ver con que los dirigentes del Partido Obrero tienen una actitud menos sectaria que antes o que, al menos, una parte de la sociedad comienza a percibirlo de esta forma.
-Sí, se percibe porque también cambiamos. No en la fidelidad a nuestros pensamientos...
-¿Y en qué cambiaron? ¿En las formas?
-Sí, pero no es un detalle menor, no es el problema comunicacional. La clave de una política socialista es ver cómo evoluciona el punto de vista, la conciencia del propio pueblo. Y probablemente, si bien siempre consideramos ese aspecto, antes suponíamos que nuestras denuncias debían generar una adhesión más rápida. Ahora, con la crisis mundial que ha habido en el movimiento obrero y en la izquierda, es necesario detenerse más en los problemas, atacarlos más profundamente.
-¿Implica que quieren diluir esa imagen de “ultrismo”, de intransigencia?
-Ese es un prejuicio. Si hay un partido que maneja los matices, es el nuestro. No hay un análisis nuestro que no contemple la totalidad del panorama, las idas y vueltas, los problemas. No me voy a formar ahora, a esta edad, en una capacidad de análisis más sutil. (Risas.)
-¿Entonces cambió la sociedad?
-La gente ve en nosotros ahora lo que nosotros creíamos que siempre habíamos expuesto. Las encrucijadas de la sociedad son más complejas que las propuestas de los partidos. Le cuento un chiste: en las discusiones en el partido, cuando una cosa sale mal, no decimos qué cosa no hemos hecho bien, sino: “¡Qué sabio es el pueblo argentino que no nos vota!” (Risas.) ¿Cuál es el metamensaje? La gente quiere en el poder a alguien que claramente va mostrando que es una alternativa a las grandes confrontaciones. La crisis capitalista ha sido muy importante porque de repente dijeron: “¿Cómo? ¿Resulta que el Partido Obrero, en un punto catastrófico, tenía razón? ¿Se pueden caer todos los bancos? ¿Se puede caer la economía mundial? Esto lo decíamos nosotros.
-Para ustedes, ¿la unidad de la izquierda sigue siendo un objetivo?
-Hay dirigentes de izquierda que se han ido con Pino Solanas, así que ya no se puede hablar de unidad. El tema principal de hoy es mostrar otro punto: es falso que el país esté ante una alternativa Kirchner-oposición de derecha. Esa es la opción de Kirchner. Y esto de que fuercen a la izquierda a no presentarse es intencional para que el electorado de izquierda no puedan manifestarse en la contienda de octubre y ellos quedarse con la extorsión: “Me votan a mí o, si no, vienen [Elisa] Carrió o [Francisco] De Narváez.
-¿Cómo se lleva con la idea de tener un homónimo en Twitter que se toma la revolución, y sobre todo a usted, en broma?
-No lo sigo, pero debería haber iniciado alguna acción para que lo sacaran. Sin embargo, decidí deslindar responsabilidades abriendo mi cuenta. ¿Qué quise hacer? Lo que siempre dije: defiendo la libertad de expresión, incluida la injuria. No quiero que ningún juez me diga dónde está la frontera entre la crítica y la injuria.
-Quizá lo ayude a mejorar su imagen...
-Me parece negativo. Tengo una gran capacidad de humor sin llegar a decir “hoy salió el sol y no voy a hacer la revolución”. No me parece una gran humorada. Estoy dejando usurpar mi nombre y políticamente he querido indicar que el Partido Obrero está a muerte por la libertad de expresión, no quiere que monopolios de ningún tipo, estatales o privados, dominen la comunicación, y empieza por su propia conducta.
-¿Y usted mantiene su idea de la revolución o, como el Altamira trucho, la va postergando con el correr de los días?
-La mantengo porque la construcción revolucionaria es multiforme. Vos hacés una acción de propaganda, desenvolvés una serie de ideas, hacés una serie de cosas y vas desarrollando una conciencia revolucionaria. Y el traspaso de poder de una clase a otra es un momento fugaz.

MANO A MANO

“¿Qué es un trotskista? Un partido. ¿Qué son dos trotskistas? Un partido y una corriente. ¿Qué son tres trotskistas? Un partido, una corriente y una escisión. ¿Qué son cuatro trotskistas? Una internacional. ¿Qué son cinco trotskistas? Un gulag. ¿Qué son seis trotskistas? No se ha dado el caso.” El chiste circula en Internet y refleja bastante el dilema de los partidarios de León Trotsky en la Argentina. Pero, aun lejos de constituirse en un fenómeno político, es cierto que el Partido Obrero ha ido creciendo en algunos sectores de nuestro país. Jorge Altamira me pareció inteligente, agudo, profundo, con un discurso más amplio y distinto del de muchos “profesionales” de la izquierda criolla. Es curioso, o no, que él y otros dirigentes del PO desfilen por tantos medios a raíz del crimen de Mariano Ferreyra, pero no en medios oficialistas. Tiene razón en que el kirchnerismo ha ubicado intencionalmente al Partido Obrero en el extremo izquierdo de su ring. Me sorprendió cuando habló de los cambios en su agrupación con cierta dosis de autocrítica. Y, sobre todo, que no aproveche más al Altamira falso para sacarse de encima su imagen de “trosko” duro y sectario. ¿Se imaginan un encuentro entre ambos? 

Libros: el ascenso chileno


Del otro lado de la cordillera

Suplemento Adn, diario La Nación, 3 de julio de 2010

¿El efecto Bachelet se instaló en la literatura chilena? Del otro lado de la cordillera hay quienes relacionan el impacto de la gestión de la presidenta más popular de América latina con la proliferación de nuevos y buenos escritores y con la consolidación de muchos otros. Así lo decía un encumbrado editor de Santiago en la última Feria del Libro chilena. "No es que Bachelet haya hecho algo específico para estimular la literatura nacional, pero, espiritualmente, demostró que hay sueños que pueden cumplirse. Que una mujer, socialista y separada, víctima de la violencia pinochetista, haya llegado al poder y haya logrado terminar con tantas adhesiones, es el mejor estímulo para imaginar, para crear, para animarse."
Nadie sabe si es para tanto, pero los anaqueles de la librerías de Santiago están poblados como nunca de nuevos títulos, sobre todo de nuevos escritores. Desafían los pronósticos del joven poeta chileno Alejandro Zambra, que hace un par de años le dijo al periodista argentino Maximiliano Tomas: "Roberto Bolaño desordenó nuestra literatura. [Pero] no sé si los chilenos somos muy buenos contando historias". Algunos de esos libros que conforman un pequeño boom (al estilo chileno, discreto y austero) llegaron a Buenos Aires. Es el caso de Marcelo Lillo y su primer libro, El fumador y otros relatos, donde se muestra como un Raymond Carver transandino; de Rafael Gumucio y su cuarta novela, La deuda, donde se mezclan la corrupción, los dilemas morales y una mirada que desnuda el capitalismo salvaje; y de Pablo Simonetti y La barrera del pudor, inesperado best seller de un autor que desafió a una sociedad conservadora al asumir su homosexualidad. Aún no cruzaron la cordillera: Missing, de Alberto Fuguet, que rescata la historia (real) de la búsqueda por el continente de su tío, un ex hippie que desapareció durante veinte años; La contadora de películas, de Hernán Rivera Letelier (aquí ya se editó la premiada El arte de la resurrección), con un personaje luminoso como María Margarita, una niña con el don de saber relatar lo que ve en la pantalla grande; Las islas que van quedando, de Mauricio Electorat, definida como "una posmoderna novela dentro de la novela", con eje en la muerte de un escritor argentino, y Quemar un pueblo, de Patricio Jara, una travesía por Sudamérica de un circo de estrambóticos personajes que parecen engendrados por Tim Burton. Bachelet tiene su descendencia literaria. ¿Inspirará algo la llegada al poder de un multimillonario de derecha como Sebastián Piñera? 

Entrevista con Maristella Svampa

Maristella Svampa: "Se revitalizó el Estado, pero se consolidó una matriz criminal"

Suplemento Enfoques, diario La Nación, 4 de marzo de 2012

Si este es el Estado, ¿el Estado dónde está? Quizá podría ser una de las preguntas que podríamos hacernos después de comprobar cómo un Estado que, entre otras cosas, está para garantizar la seguridad de los ciudadanos, no se sabe finalmente dónde estuvo para evitar que los trenes se terminaran transformando en una trampa como la que fue la estación Once, con 51 muertos y 700 heridos.
Para una socióloga como Maristella Svampa, que es toda una experta en hacer trizas el relato oficial del planeta K, la explicación es sencilla, pero desoladora. No se trató de un accidente, dijo a Enfoques, sino de "una suerte de crimen social anunciado", donde, "más allá de las preocupaciones del kirchnerismo por fortalecer el Estado, lo que vemos es la consolidación de una matriz criminal en la cual corrupción y precariedad van juntas".
Esta intelectual de izquierda, integrante de Plataforma 2012, al que algunos caracterizan como la contracara de la oficialista Carta Abierta, destacó que en estos ocho años de kirchnerismo hubo "continuidades y rupturas respecto del modelo de los años noventa", pero advirtió que "eso no significa que haya habido un demantelamiento de las bases neoliberales en sectores clave".
De allí que, sostuvo, el problema candente es la continuidad de una trama en la que, a partir de la asociación entre el Estado y sectores empresariales y sindicales, "coinciden las políticas de subsidios y de tercerización, la falta de controles y la ausencia de soluciones a mediano y largo plazo", en un escenario "potenciado por la corrupción" y que ayuda al concepto de que "las vidas son cuerpos sacrificables".
Algunos analistas políticos estarían de acuerdo con esta visión que establece lazos de continuidad de los demonizados años noventa con este 2012. Basta recorrer las páginas de los diarios de estos días para recordar que, por ejemplo, algunos personajes rutilantes del menemismo en el sector ferroviario sobreviven y fueron captados para sumarse al dispositivo de poder kirchnerista, desde empresarios como los hermanos Cirigliano hasta un sindicalista como José Pedraza o incluso Raúl Baridó, el flamante interventor en TBA.
"Más allá de que en ciertos ámbitos el Estado asumió una función más reguladora -concluyó Svampa-, no hay voluntad política de repensar estratégicamente un Estado posneoliberal."
Esta licenciada en filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba y doctora en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (Ehess) de París, actualmente es investigadora del Conicet (Centro Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), y desde 2010, profesora titular de la Universidad Nacional de La Plata.
Ha escrito libros como Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras La Plaza Vacía. Las transformaciones del peronismo , y El dilema argentino: civilización o barbarie , entre otros, además de una novela, Los reinos perdidos (en 2005), rubro en el que se apresta a reincidir con su nueva obra, Donde están enterrados nuestros muertos , que se editará el mes próximo y en la que, a partir de una historia ambientada en la Patagonia, unifica la literatura con su experiencia como investigadora social.
-Una de las tantas lecturas que surge de la tragedia de Once es la que pone en duda que el kirchnerismo haya revitalizado en serio el Estado. Hay quienes creen que la precariedad estatal es una de las explicaciones que hicieron altamente posible este accidente.
-La dinámica de la precariedad, en varios aspectos, se ha profundizado también en los años del kirchnerismo. La precariedad como forma social instalada a partir de los años noventa, muy asociada al neoliberalismo, a lo que son los aumentos de los riesgos laborales, las grandes ganancias empresariales, el deterioro de las condiciones de vida, de trabajo, todo esto se instaló y, de alguna manera, se naturalizó en aquella época. En el kirchnerismo también existen elementos de esa precariedad que no han sido desarticulados sino, más bien, acentuados. Mas allá de que en ciertos ámbitos el Estado asumió una función más reguladora, no hay voluntad política de repensar estratégicamente un Estado posneoliberal. Y hay aspectos de la precariedad que han sido potenciados por la corrupción y que hacen que se manifieste en hechos criminales. Cromagnon fue uno de esos hechos, pero en los últimos años lo hemos visto claramente en relación a los servicios públicos, como el caso del transporte ferroviario. Y ahí lo preocupante es que, más allá de las preocupaciones del kirchnerismo por fortalecer el Estado, vemos la consolidación de una matriz criminal en la cual corrupción y precariedad van juntas. Lo que hoy ha sucedido desnuda al Gobierno: muestra la continuidad de una asociación con sectores privados y sectores del sindicalismo empresarial que explican una trama tan oscura como la de este accidente que no es tal, porque podría haber sido evitado, y que se convierte en una suerte de crimen social anunciado, una frase que no es mía sino de un texto de Plataforma 2012 que estamos elaborando.
-Aun así, ¿no le parece demasiado hablar de "una matriz criminal"?
-La precariedad es algo extendido en el mundo contemporáneo. Se habla de vidas precarias marcadas por la incertidumbre y el riesgo. Es uno de los temas propios de la sociología y la filosofía. Lo que pasa es que acá tenemos una precariedad potenciada por la corrupción y es allí cuando aparece la configuración de una matriz criminal que se expresa en estos hechos, en los cuales coinciden políticas de subsidios, terciarización, falta de controles del Estado, falta de soluciones a mediano y a largo plazo. Incluso iría más lejos: este escenario, en donde la precariedad aparece potenciada por la corrupción, va conformando el concepto de las vidas como cuerpos sacrificables. Reflexioné lo mismo con respecto a Cromagnon, que afectó a los jóvenes sin un lugar en la sociedad. Y en lo que sucedió en Once son las clases trabajadoras que no tienen otra posibilidad que la de tomar ese tren en mal estado, arriesgando la vida. No me parece exagerado hablar de un hecho criminal: las vidas aparecen como sacrificables en aras de obtener una mayor ganancia. Y los territorios aparecen sacrificables también en aras de que el capital obtenga una ganancia mayor en la extracción de los recursos naturales, como en los proyectos de megaminería.
-El Estado se ha revalorizado aquí de la misma forma en que está sucediendo en todo el mundo, crisis financiera mediante. Quizá el problema es qué tipo de Estado tenemos, por qué está teñido por el corto plazo. No es casual que no haya inversiones en el sector ferroviario, pero tampoco en el área energética y otros sectores decisivos.
-Si uno analiza el kirchnerismo en sus ocho años de gobierno, hay continuidades y rupturas con lo sucedido en los noventa. Hubo una revalorización del Estado, no podría negarse. De hecho, por ejemplo, uno señala la persistencia de la precariedad como matriz de las relaciones laborales, pero no puede dejar de lado el hecho de que este gobierno ha revalorizado las convenciones colectivas como instituto laboral. Pero hay otros elementos estructurales del modelo de los 90 que se han continuado y profundizado. Hay, por lo menos, dos tendencias que marcan esa continuidad estructural: por un lado, la persistencia de la precariedad como forma social, que se expresa a través de estos hechos criminales y que dan cuenta de esta asociación del Estado con las corporaciones y los sectores privados. Y, por otro lado, está toda la dinámica ligada a la expropiación de territorios, de bienes comunes, de los cuales la megaminería a cielo abierto, la expansión de las fronteras sojeras y el acaparamiento de tierras forman también parte de una misma matriz. Y esos son elementos nodales del kirchnerismo. No hay que ver al kirchnerismo con un solo ojo, pero tampoco podemos hacer el mero elogio de aquello que ha sido positivo en su gestión y deslindar responsabilidades sobre aquellos elementos estructurales en los cuales el kirchnerismo tiene responsabilidades claras. Esas continuidades no son asignaturas pendientes. No están en la agenda del Gobierno. Son elementos nodales de la propia política kirchnerista.
-Si el relato oficial parece resquebrajarse luego de la tragedia de Once, ¿qué otros aspectos podrían entrar en crisis similares?
-Ha habido golpes fuertes en lo que va de este año. Es curioso cuando uno piensa que este gobierno fue avalado por el 54% de los votos y se ha empezado a resquebrajar y mostrar estos aspectos que parecían ocultos. Un elemento fundamental es recordar que durante el último año y medio murieron 15 personas en situaciones de represión. Muchas de ellas habían tenido que ver con la precariedad laboral, como el caso del ferroviario Mariano Ferreyra, y muchas otras con la política de acaparamiento de tierras, los problemas cada vez más estructurales de acceso a la tierra y la vivienda. Existe un desfase entre un discurso que pone el acento en la defensa de los derechos humanos y una política no represiva y, por otro lado, un escenario en el cual la represión se va endureciendo y de la cual no podemos responsabilizar solamente a los gobiernos provinciales. Hay una estructura de alianzas entre estos gobiernos provinciales y el gobierno nacional. Luego, la sanción de la ley antiterrorista produjo más conmoción, aun dentro de sectores del oficialismo que no la aprobaron. Y en enero de este año, la cuestión de la megaminería, convertida en una causa nacional, un tema que desnudó aristas claves del modelo en el cual el Gobierno no tiene un relato progresista ni un discurso nacional y popular. Con respecto a la megaminería, por ejemplo, han tratado de reducir la discusión a si la mina Bajo La Alumbrera contamina o no, si usa cianuro o no, cuando en realidad se trata de un debate que tiene aristas no sólo técnicas y económicas, sino sociales y, sobre todo, políticas. Tiene que ver con el modelo de democracia y de desarrollo que se está pensando para la sociedad argentina. Y que puso en evidencia esta faz oscura del modelo porque, desde el discurso nacional y popular, resulta impensable justificar la alianza con las corporaciones trasnacionales.
-Quizá sea difícil cuestionar el componente "nacional y popular" del Gobierno cuando la Presidenta fue votada por el 54 por ciento de la sociedad. Este enorme poder que tiene se lo dio la mayoría hace pocos meses. Y parece difícil hoy, sobre todo por los problemas que hay en las filas opositoras, que no prosperen los intentos de impulsar la reelección.
Legitimidad electoral no es lo mismo que licencia social. Eso no le da carta blanca para hacer lo que quiere. Hay otros poderes y, además, hay una sociedad movilizada que busca apoderamiento, y que, además, exige abrir otros mecanismos de participación democrática, algo que no se ha dado en la Argentina. En Bolivia, Ecuador o aun Venezuela, con todo lo controvertidos que puedan ser algunos casos, las reformas constitucionales se encaminaron hacia la democratización de la sociedad y a la incorporación de nuevos mecanismos de participación. En la Argentina todo se inserta en el legado peronista, que tiene que ver con la concentración del poder, con el verticalismo. Cuando se habla de reforma de la Constitución, acá no se está pensando en mecanismos de democratización sino sólo en la reelección del líder. Pero con este tema de la reelección están tocando un límite. Aun un poder legitimado con el 54% de los votos tiene límites. Más allá que desde el propio kirchnerismo esto sea tomado como una licencia social, los límites los pone la sociedad. Y en el caso de la reelección, el kirchnerismo está jugando con los límites de la sociedad.
-Usted integra Plataforma 2012, junto con muchos intelectuales de izquierda que se oponen al Gobierno. ¿Es realmente la contracara de Carta Abierta?
-No lo caracterizamos así. No es nuestra intención entablar un debate entre intelectuales: sería muy aburrido y endogámico; y, en todo caso, es algo que se viene dando también. Plataforma surge con la idea de articular esas voces que estaban dispersas, que a lo largo de todos estos años han señalado críticas fuertes al Gobierno y que han sido silenciadas o tuvieron muy poco espacio dentro de esta matriz para la que todo es "pro-K" o "anti-K", instalada desde los medios. No hay que caer en esa trampa de que todo aquel que le hace críticas al Gobierno le hace el juego a la derecha. El intelectual debe definerse lejos del poder político, económico, mediático. Tiene que molestar. Y hay intelectuales que apoyan a este gobierno y que están lejos de molestar al poder y que, sobre todo, siguen la agenda que diseña el Gobierno. Ese es un problema. Una de las funciones del intelectual crítico y propositivo es la de instalar una agenda. De todas formas, dentro del aparato cultural kirchnerista, es desde el lado del periodismo donde hay mucho más alineamiento y dificultad para leer las críticas desde la tolerancia. Ciertos programas televisivos del oficialismo o ciertas plumas le están haciendo mucho daño al kirchnerismo porque desarrollan una política de linchamiento al que piensa diferente.
-Después no se queje si a usted la acusan de destituyente... (risas).
-La poderosa maquinaria cultural del Gobierno hizo que muchos sectores fueran descalificados. A los sectores oficialistas les irrita mucho, por ejemplo, que uno diga que al kirchnerismo hay que juzgarlo como todo un proceso, con sus continuidades y con sus rupturas. El kirchnerismo no es sólo progresismo. Es una estructura de alianzas con los poderes provinciales conservadores, autoritarios, con lo peor del sindicalismo, con los barones del conurbano bonaerense. Sin embargo, hay sectores del kirchnerismo que buscan reducir al kirchnerismo a una sola imagen, que es la de Néstor Kirchner ordenándole al jefe del Ejército bajar el cuadro de Videla. Eso es lo que alienta el discurso épico del Gobierno. Pero, ¿qué hay de la foto de Cristina Kirchner con la Barrick Gold? ¿O con la foto de Cristina, en Ledesma, con los Blaquier? ¿O con un sindicalista como Pedraza? ¿Esas no son también fotos que ilustran lo que es el kirchnerismo en el poder? En el caso de que uno quiera sintetizar al kirchnerismo, no puede hacerlo con una sola foto. Hay que ver todo el proceso, o el conjunto de procesos, y allí tenemos muchas fotos que hablan también de los elementos nodales que son sumamente cuestionables en el kirchnerismo.

MANO A MANO

Estuvo todo el año 2009 sin hablar con los medios, en disconformidad con esa dicotomía "kirchnerismo-antikirchnerismo" que inmediatamente la ubicaba en una trinchera. Y, por lo visto, cuando decidió romper el silencio, lo hizo de una manera ruidosa. Pero con argumentaciones. Se podrá estar de acuerdo, o no, con la visión de Maristella Svampa, pero no hay que dudar de su honestidad intelectual y de su coherencia. Nunca fue kirchnerista, y se nota. Pero no hay en esta socióloga, a la que se le nota la veta docente, ningún rastro de fanatismo. Svampa pone el dedo en la llaga del supuesto progresismo del modelo K y causa estragos. Habla de cómo el kirchnerismo gobierna como el más clásico de los peronismos, aliado a los poderes políticos y económicos tradicionales, y, sobre todo, pone la lupa en los efectos de algunas políticas en la gente. Me sacudió esa idea de los "cuerpos sacrificables" que deriva de una trama que suma precariedad y corrupción. Y me atrajo esa condición de intelectual que sale de los límites de su computadora para mezclarse con la realidad, con la vida cotidiana, las personas comunes. Muchas de sus reflexiones me parecieron provocadoras, incitadoras de debates, detonadoras de cuestionamientos internos. Es como ella dice: el intelectual debe molestar. Y entiendo que alguien como Svampa lleve esa condición con orgullo. Mucho más entiendo que para el mundo K, encerrado en su poder autista y confortable, esa molestia sea una pesadilla.