jueves, 7 de febrero de 2013

Entrevista con Eduardo Sosa

"Los Kirchner gobiernan de una manera medio tóxica"

Suplemento Enfoques, diario La Nación, 25 de octubre de 2009

RIO GALLEGOS.- El peor enemigo de los Kirchner no es el que muchos creen. No tiene la cara de Eduardo Duhalde ni de Elisa Carrió ni de Mauricio Macri. En realidad, no es un político ni un empresario ni un hombre del campo. Tampoco es alguien que haya denunciado ni que haya hablado mal de la pareja gobernante. Es, quizá, algo peor: alguien que intentó ponerles límites. Y que justamente por ello, como procurador general de la provincia de Santa Cruz, perdió su trabajo en 1995.
Parece mentira que el peor enemigo de los Kirchner, ése que es considerado por ellos como tal desde hace mucho tiempo y que acaba de ganarles una batalla judicial, sea Eduardo Sosa, este abogado de 57 años, de hablar pausado y perfil bajo -porteño de nacimiento y radicado en Río Gallegos desde 1977-, cuyo caso se convirtió en el símbolo de la falta de independencia judicial en la Argentina, de la injerencia del poder político en los tribunales, de las arbitrariedades de algunos feudos provinciales, del vale todo al que se recurre cuando se trata de impedir el control de los actos de gobierno. Ahora, en su casa, el mismo día en que la Corte exigió que se lo restableciera en su cargo, casi quince años después de haber sido echado aunque la Constitución provincial le otorgaba el derecho a la inamovilidad, Sosa habla con fluidez de los vericuetos de la causa que llevó adelante, pero se nota que le cuesta criticar abiertamente a quienes lo despidieron con arbitrariedad.
Por momentos, parece que siguiera siendo el jefe de los fiscales que debe mantener independencia, pero, cuando le toca, no elude definirse: por ejemplo, cuando dice que "los Kirchner tienen una forma medio tóxica de gobernar porque avanzan en la acumulación de poder destruyendo cosas, valores y esencias que son muy importantes".
El llamado "caso Sosa", que llegó a ser planteado ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, comenzó cuando este hombre, juez, fiscal de cámara y, finalmente, procurador general desde 1990 y que investigaba, por ejemplo, convenios vinculados con los fondos de Santa Cruz, se enteró de que el gobernador Néstor Kirchner y su esposa, la diputada provincial Cristina Kirchner, impulsaban una ley para cambiar la estructura del Poder Judicial de la provincia. Esa iniciativa tenía tres ejes: el aumento de tres a cinco de los miembros del Tribunal Superior de Justicia, el desdoblamiento del cargo de procurador (en un fiscal y un defensor de pobres) y el despido del propio Sosa.
El procurador había sido designado por la Cámara de Diputados provincial y legalmente sólo podía ser removido mediante un jury de enjuiciamiento.
Desde la sanción de la ley, en 1995, Sosa comenzó un extenso peregrinaje judicial y logró que la Corte se pronunciara en tres oportunidades en favor de que lo repusieran en su cargo.
La justicia provincial nunca lo hizo, en algún caso con argumentos insólitos: en 2002, el tribunal santacruceño, presidido por Carlos Zanini, actual secretario Legal y Técnico de la Presidencia, dijo que no podía devolverle el cargo porque "no había partida presupuestaria" para hacerlo.
En 2005, incluso, el gobierno provincial depositó 1.200.000 pesos en concepto de indemnización, algo que Sosa rechazó.
El ex procurador, que tuvo que volver a su profesión y asesoró al intendente de Río Gallegos para poder subsistir, demostró que sabe esperar: el martes pasado, catorce años después de su remoción, la Corte exigió al gobernador Daniel Peralta reponer a Sosa en sus tareas en 30 días, "bajo apercibimiento de dar intervención a la justicia penal para que investigue la eventual comisión de un delito de acción pública".
-¿Por qué su tarea molestaba tanto al gobernador Kirchner y a su esposa? ¿Fue realmente por su investigación sobre las regalías petroleras?
-En realidad, la investigación sobre las regalías petroleras giraba alrededor de un convenio de honorarios, de la necesidad de haber contratado abogados ajenos a la propia fiscalía y que quizá no hubiese sido necesario. Pero ese fue un pedido de investigación que no lo afectaba en ese momento al gobernador Kirchner, sino, en todo caso, al anterior, [Arturo] Puricelli. Lo que sucedía era que, a lo mejor con las limitaciones del caso, hacíamos un intento de formar algo mínimamente institucional, es decir, tener reuniones con los fiscales, charlar los temas, generar una cierta dinámica y un cierto trabajo de equipo. Y, por lo que he visto después, la manera de ejercer el poder por parte de Kirchner le produce inseguridad. No sé si fue por un tema específico.
-¿Su perfil independiente molestaba a Kirchner?
-Claro, genera incomodidad a una persona que quiere controlar todo.
-¿Tenía relación con él o su mujer?
-No, los habré visto dos o tres veces en actos protocolares.
-¿Aquella reforma judicial fue sencillamente una maniobra para sacarlo a usted del medio?
-Por lo visto, sí. No me siento tan importante, pero, a lo mejor, otros pensaban que uno podía producir algún tipo de acto que los perjudicara.
-Cuando era procurador, ¿alguien le dijo que molestaba al poder político?
-No.
-Pero seguramente cuando se enteró de la reforma que desdoblaba la procuración usted intuyó lo peor.
-Claro, era la notificación fehaciente de que no querían que yo estuviera, pero en ningún momento invocaron otra razón que el hipócrita argumento de que "el cargo no está".
-Dicen que a usted lo veían como a un opositor. ¿Usted es radical?
-Ellos me ven como radical. En realidad, no tengo una militancia. En mi juventud era del centro de estudiantes de la Facultad de Derecho y estaba en la juventud universitaria peronista. Mucho después me sentí muy identificado con el proceso de democratizacion y con lo que significó la presencia de Raúl Alfonsín, pero me considero independiente.
-Aunque usted, cuando lo echaron, trabajó en la Municipalidad de Río Gallegos, conducida por un radical.
-Formé parte de la gestión de Alfredo Martínez, pero en un asesoramiento técnico. No milité, más allá de que me gustan muchísimas cosas de los valores que maneja el panradicalismo. Pero trataron de embarrar la cancha diciendo que era un tema de oposición política partidaria.
-Igualmente, ¿usted se jubiló?
-Eso fue el año pasado, en que con una cantidad de años de aportes, solicité la jubilación. Y eso incluso lo utilizaron como un elemento en mi contra ante la Corte.
-Pero si reasume como fiscal, ¿seguirá cobrando la jubilación?
-Cuando asuma no voy a cobrarla. La dejo en suspenso, pero ya tengo preservado mi derecho jubilatorio. Si mañana varían la ley, ya tengo un régimen asignado.
-A muchos les llamará la atención que usted rechazara una indemnización millonaria. ¿Por qué lo hizo?
-Cuando debatieron la reforma judicial, en 1995, una de las cosas que decía la actual presidenta de la Nación es que no me correspondía siquiera una indemnización porque ya había un antecedente de cuando dejaron cesante a un fiscal, pero era en la época de los militares y cuando llegó la democracia a ese fiscal no se lo confirmó. ¿Le parece que es lo mismo que mi caso? En 1998, admitieron que mi despido fue inconstitucional. Y cuando en 2001 dijeron que había que pagarme, era todo un avance. Pero habrán dicho: "Este ya afloja acá. Además, es bastante plata, 1.200.000 pesos". Ahí, hice como [Alberto] Olmedo: no quiero ni mirar, la plata no la toco (risas). Pero fue como el deber cumplido. Algo natural. Hay cosas de ese tipo todos los días y la gente no las valora. En el aeropuerto de acá, una persona encontró 16.000 dólares y los devolvió. No era mío, dijo. Se acabó.
-Acá quizá era más discutible porque se trataba de una indemnización.
-Sí, pero lo que estaba en juego era lo otro, el tema institucional.
-¿Qué piensa de los Kirchner?
-Hay una manera de gobernar que genera mucha acumulación de poder y que no reconoce lo institucional, las reglas de juego. Es medio tóxico: avanzan en la acumulación de poder destruyendo cosas, valores y esencias que son muy importantes.
-¿Usted podrá ser imparcial en la administración de la justicia cuando se sintió injustamente echado, condenado? ¿Mantendrá el equilibrio si tiene que intervenir en un caso que afecte a los Kirchner o a sus aliados?
-¿Quiere saber si tengo odio? Está muy bien la pregunta. El remedio que tengo para seguir adelante es ponerle una cuota de humor y de cierto relativismo al tema. No significa no ser riguroso con lo que me toque, pero no motorizado por un espíritu de venganza. Si no, me haría mal a mí.
-Se sabe que la justicia está condicionada por el poder político, pero ¿existe una "servilleta" de Kirchner como antes existía la de Carlos Menem?
-No conozco, pero supongo que en el ambiente de la justicia federal es el ambiente donde predomina este tipo de cosas. El hecho de que haya habido una novedad política por las elecciones del 28 de junio se nota porque algunas investigaciones se mueven. Pero alguna vez escuché a uno de los jueces que decía que el problema no es porque falta independencia, sino porque no les dan bolilla. El juez manda oficios, no le contestan y esperan hasta que van perdiendo poder. Es lamentable. La Justicia debería poner límites sin entorpecer. Tiene que ser, en definitiva, un armonizador.
-Hace mucho que hablamos de la crisis de la Justicia. ¿Cuál es la clave? ¿Tiene que ver con la capacidad personal de cada juez o responde a un problema integral, de la sociedad?
-Es complicado. Estamos viviendo una época en la que predomina mucho la acción directa, esta idea de que las cosas se pueden solucionar de golpe, a los manotazos. Lo institucional es algo distinto. Las cosas tienen sus tiempos y el Poder Judicial debe cumplir una función para asegurar el acceso a la justicia para todos, que resuelva cosas, que brinde un servicio que sea rápido. Por ejemplo, que haga posibles iniciativas que son muy buenas como la denominada justicia de menor cuantía. Más juzgados y que se resuelva rápido. Si le sumamos una justicia que se mantiene independiente, que limita, que no está partidizada. Y que el Poder Judicial también se maneje con cierto trabajo en equipo, interrelacionado con otros estamentos de la sociedad, como la universidad, por ejemplo. Pero para eso tenés que sentirte libre, sentir que estás haciendo algo que te gusta.
-¿Usted podrá sentirse así? Volverá a la Justicia después de catorce años. ¿No se encontrará con más condicionamientos, más presiones?
-Quizá si, pero no podría decirlo ahora. También depende de lo que uno haga. En todo caso, lo grave no me parece Kirchner. Es admirable porque él tiene una capacidad para estar en todo. Lo grave es el otro, el que tolera ciertas cosas. ¿Cuál es tu función? ¿Investigar? Entonces investigá. Te equivocarás, pero trabajá de buena fe. Uno puede mandarse macanas bárbaras, pero hay que fijarse en las reglas de juego, en lo institucional. Si tenés un problema con alguien, te excusás. Espero que predomine esa idea de que cada uno cumpla su función. Suena medio naíf, pero así debería ser.
-El llamado "caso Sosa" tiene un valor simbólico muy grande. Marcó un punto importante en la relación entre los gobiernos y los poderes judiciales. ¿Servirá para mejorar algo?
-Tuvo un valor simbólico muy grande y de la misma manera espero que esto tenga un valor simbólico. Es decir, la Justicia no es ninguna lumbrera, por lo que recuerdo, pero había gente que se movía, sobre todo, integrando una institución. Que no es solamente un problema de corporativismo, sino de manejar ciertas reglas de juego. Con lo que sucedió con mi tema y con algunas otras designaciones, se empezó a relajar todo y, lamentablemente, salvo excepciones de magistrados muy dignos y de gente que trabaja muy bien, el Poder Judicial en Santa Cruz está muy cuestionado.
-El gobernador Peralta acaba de decir que le resultará difícil aplicar el fallo de la Corte que lo beneficia a usted.
-Por un elemental respeto a la figura del gobernador, tomo, a su vez, su frase de que todavía no leyó el fallo en profundidad. Una vez que lo haga, es bastante claro lo que ha dicho la Corte. Lo que tiene que hacer es ponerme en funciones como fiscal ante el Tribunal Superior.
-Hay una versión que afirma que Kirchner pondría a Zanini, uno de sus hombres, como vocal en el Tribunal Superior, como una forma de limitar su tarea de fiscal. ¿Esto lo preocupa?
-No me preocupa. Me resultaría algo llamativo.
-Esta decisión de la Corte, ¿es una señal al poder político? ¿Cuál es?
-Es una manera de poner límites. Y de fijar y preservar, en definitiva, las reglas de juego. Eso es importante en un tema sensible como es la función judicial.
-¿Le tenía fe a esta Corte?
-Está dando muestras de que quiere definir situaciones importantes. Por ejemplo, la pauta publicitaria oficial de Neuquén, el reclamo de San Luis por los fondos, la intervención por la contaminación del Riachuelo. Así está mostrando que se deben poner límites. Esa es la verdadera autoridad del Poder Judicial. Como la famosa frase de que no tiene ni la bolsa ni la espada, pero tiene la autoridad de sus fallos.
-Es paradójico que el mismo Kirchner que promovió la renovación de la Corte sea el que impulsó su despido de la procuración. Es decir, termina dictando un fallo en contra de él.
-Habrá tenido un momento de lucidez cuando designó a los miembros de la Corte. Hay que agradecérselo (risas).
-¿O no habrá pensando en los efectos que podía llegar a tener la independencia de la Corte?
-A lo mejor lo pensó y el mérito se lo podemos atribuir a él (risas). ¿Por qué no?

MANO A MANO

Cuando Eduardo Sosa me recibió en su casa de Río Gallegos, hacía muy pocas horas que se había conocido la noticia del fallo de la Corte que lo beneficiaba, a catorce años de su despido. Lo noté aliviado más que contento. Su mujer, Liliana, es una artista plástica que utilizó el drama de su marido para inspirarse y así pintar cuadros para una muestra que se llamó "Sobre la justicia".
Se nota que el tema ha sido la obsesión de esta familia. Pero es llamativo que Sosa no haya cedido a la tentación de tomarse revancha de quienes lo castigaron ilegalmente. No los trató con cariño, es cierto, pero no se encarnizó con los Kirchner en forma proporcional al padecimiento de cada uno de los catorce años en que esperó que se hiciera justicia. Cerca de Sosa dicen que el ex procurador no podría haberse quejado legalmente si los Kirchner, en lugar de echarlo, lo hubieran designado defensor de pobres. Pero la pareja gobernante de Santa Cruz demostró ya por entonces que, al revés del viejo lema radical, es mejor que se rompa pero que no se doble. Una lástima: hace catorce años que, sin quererlo, convirtieron a un hombre mesurado en el símbolo de lo que puede hacer la desmesura en el ejercicio del poder.

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