sábado, 12 de enero de 2013

Jazz: entrevista con Kenny Werner

La libertad, según Kenny Werner

Diario La Nación, Espectáculos, 31 de octubre de 2011

"Los músicos se acercan a la música por el motivo correcto: sienten que un sonido, o algún instrumento, les ha elevado el espíritu. Pero en el esfuerzo por convertirse en buenos músicos, sus motivos mutan y pasan a preocuparse demasiado por cuán buenos son. Y eso es porque empiezan a juzgar su valor como persona por la calidad que tienen para tocar. El único problema con eso es que cuanto más se intenta, peor se toca."
Parece digno de un experto en manuales de autoayuda, pero el que habla es Kenny Werner, no sólo uno de los mejores pianistas contemporáneos, sino también uno de los artistas que se animó a escribir un libro Effortles Mastery, de 1996, al que muchos músicos en el mundo visualizan como una suerte de liberador de trabas y complejos.
Quizás él mismo sea la demostración de lo efectivo que puede ser su libro: su música es tan libre como liberadora. Lo podrán comprobar quienes vayan mañana, a las 20.30, al teatro Coliseo, donde este pianista nacido en Brooklyn, Nueva York, en 1951, inaugurará el Festival Internacional Buenos Aires Jazz 2011, acompañado por dos de sus mejores compañeros: el contrabajista Johannes Weidenmueller y el baterista Ari Hoenig. Y también quienes concurran pasado mañana, miércoles, a las 19, al teatro Regio, avenida Córdoba 6056, en donde la propuesta será otra: a solas con su piano.
Así, los argentinos accederemos por primera vez en vivo a la música de un pianista que reconoce a La Nacion que le debe mucho a Bill Evans y a Keith Jarrett, pero que se ha hecho un camino propio en el jazz desde que, con apenas 11 años, grabó un disco con una orquesta de quince músicos y, ocho años después, estudió en la Manhattan School of Music y luego en esa usina de desarrollar genios que es la Berklee School of Music.
Werner editó su primer disco solista en 1977 y un año después ya estaba con Charles Mingus. En los años 80, tocó con el saxofonista Archie Shepp, y en los 90, con la Mel Lewis Orchestra, Joe Lovano, Tom Harrell y Toots Thielemans. En su discografía hay muchos álbums grabados en trío, lo que da pie, durante la entrevista, a preguntarle lo más obvio: qué le aporta esa formación.
"Me gustan los tríos -dice-. Prefiero una formación donde las tres voces se comuniquen entre sí para crear una sonoridad conjunta. Cuando esto sucede, suena a algo más parecido a la música de cámara, como si hubiera sido compuesta. Ari y Johannes aportan unas ideas musicales increíbles e innovadoras, con las que puedo interactuar. Así que ellos me dan los otros dos tercios de la banda, no sólo la sección rítmica."
-En una entrevista, usted dijo que había armado su banda para lograr aquello que le gustaba escuchar. ¿Qué le gusta escuchar? ¿De qué forma logra, o intenta, al menos, integrar a su estilo eso mismo que le gusta escuchar?
-Cuando hablo de eso, no tiene que ver con ningún estilo, sino con la forma en que la música puede sorprender, provocar risa, alegría o dolor. Me gusta la música que estimula todo mi ser. No tiene nombre, simplemente se trata del carácter espontáneo de la música misma. En este sentido, trato de hacer la música que me gusta escuchar.
-Usted ha dicho: "No sólo puedes tocar el estilo de moda, tienes que conmover a la gente". ¿Logra conmover el jazz de hoy? ¿Es el único parámetro importante?
-Depende del músico. La música nunca tiene que ver con un estilo, sino con la fuerza y el carisma de cada artista. Si me decís qué música hacés, entonces ya no tengo la necesidad de ir a verte porque al tocar no estarías expresando tu propia personalidad, sino un estilo. No es el único parámetro: también están la técnica, el intelecto, la sorpresa, el alma, la emoción, el entusiasmo, todo lo que la música debe tener.
-¿Cuál es su proyecto más deseado y ambicioso que aún no pudo concretar?
-Presentarme en el Carnegie Hall con mi propio nombre, que la Filarmónica de Nueva York interprete mi música, y muchas otras cosas. Pero estoy en un lugar donde los deseos de mi corazón están más allá de mi alcance. Y algunas cosas pueden o no ocurrir, pero estoy llegando a una edad en la que no se pierde la esperanza.

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