sábado, 12 de enero de 2013

Sindicalismo: la pelea de Moyano

Hugo Moyano contra Cristina Kirchner: la pelea de fondo

Suplemento Enfoques, diario La Nación, 12 de febrero de 2012

Fue una larga y fructífera relación de amor. Duró casi ocho años, en los cuales cada uno dio lo mejor de sí para una convivencia plagada de gestos de afecto (aunque hay algunos malpensados que creen que en ese vínculo influyó mucho el dinero). Hoy, en febrero de 2012, en vísperas del Día de los Enamorados, es más que evidente que el cariño se transformó en desconfianza, reproches, incomunicación, críticas. Le puede pasar a cualquier pareja, obviamente, pero el problema es que le está pasando a ese próspero y sólido matrimonio político que integraban el kirchnerismo y Hugo Moyano.
¿Qué sucedió realmente? Hay componentes políticos e incluso personales en esta pelea de cuya resolución, o no, depende buena parte del destino del proyecto K. Y también hay indicios concretos de que ambas partes se están guardando la munición gruesa por si todo empeora en esta disputa. La Presidenta tiene todos los enormes recursos del Estado para acorralar y asfixiar a su ex aliado sindical. Pero el líder camionero, además de la capacidad de movilización y de protesta, guarda todavía bajo llave un arma letal con la que piensa contestar a los que quieren jubilarlo antes de que el congreso de la CGT, que se reunirá el 12 de junio próximo, elija su nueva conducción: impulsar el voto directo de los trabajadores para designar a las autoridades de la central obrera.
Esa propuesta, que, según pudo saber La Nacion, se basa en la necesidad de que la elección de los jefes cegetistas no sea producto de una "decisión cupular" (como lo ha sido en toda la historia), podría ser puesta a consideración del comité central confederal, considerado el "parlamento de la central obrera", que deliberará horas antes del congreso de la CGT. El borrador que redactaron los asesores moyanistas prevé la reforma del estatuto de la central obrera para permitir el voto directo, y, si lo aprueba el confederal, sería incluido para que sea el primer punto por votar entre los 1400 congresistas de los 128 gremios.
Algunos estrategos que rodean al líder camionero creen que sería difícil que cualquier sindicalista se oponga a una medida que torna transparente la designación de la nueva cúpula de la central. Y están convencidos de algo más: si dentro de cuatro meses el combo de tarifazos, inflación y topes salariales deriva en malestar social, el voto directo le permitirá a un Moyano de perfil combativo ser reelegido por la mayoría de los trabajadores de todo el país y detener así el intento de Cristina Kirchner de desplazarlo para sentar en ese sillón a un dirigente confiable y subordinado al "modelo".
¿Le dan los números a Moyano? En su reelección de 2008, logró 1294 votos de los congresales sobre un total de 1324 presentes. Hoy, la relación de fuerzas interna en la central obrera es una incógnita. El moyanismo confía en tener el respaldo de más de 100 representantes propios ante el congreso cegetista y no descarta sumar a los 600 que afirma tener la CGT Azul y Blanca, que lidera el gastronómico Luis Barrionuevo.
Se le opone el sector de "los Gordos" (entre otros, Armando Cavalieri, de Comercio, que aporta 152 congresales, y Carlos West Ocampo, que llevará 62), mientras hacen equilibrio los municipales (150 congresales) y los metalúrgicos (106), liderados por Antonio Caló, uno de los candidatos favoritos de la Casa Rosada para suceder a Moyano (y que esta semana no lo descartó al admitir que "no hay ningún dirigente que no quiera ser secretario general de la CGT").
En los pasillos de los gremios se sabe que desde diciembre pasado los máximos funcionarios del Ministerio de Trabajo comenzaron una ronda de sondeos entre dirigentes sindicales de máximo nivel para medir su grado de adhesión al proyecto de echar a Moyano de la CGT.
Ese plan choca en estas semanas con la evidente dificultad de que asoma marzo y el almanaque marca en rojo la reanudación de las paritarias para definir un aumento salarial. El Gobierno procura que los reajustes tengan un tope del 18%, mientras que Moyano, basado en "el índice de precios del supermercado", cree que deben rondar el 30%.
El origen
Ahora, la pregunta del millón: ¿cómo se llegó a esta situación de enfrentamiento, que, en definitiva, no le conviene a ninguna de las dos partes? La conversión de Moyano, que pasó de ser el sindicalista más alineado con el Gobierno al rebelde que la Casa Rosada se quiere sacar de encima, tiene rastros evidentes.
1) Murió Néstor Kirchner, el dirigente al que, en la división de roles con su esposa, le tocaba el papel de pragmático negociador y que privilegió al titular de la CGT con un trato personalizado y lleno de favores políticos y económicos.
2) La Presidenta es más intransigente que su marido, menos dialoguista y nunca le tuvo simpatía a Moyano (siempre se dijo que Máximo Kirchner no le perdona al dirigente camionero una dura discusión telefónica con su padre la noche anterior a la muerte de éste).
3) Los recelos mutuos se agrandaron cuando, en marzo pasado, la justicia suiza envió un exhorto a su par argentina para solicitar información sobre causas en las que se investiga a Moyano, y éste sospechó de que algún sector del Gobierno estuvo detrás de ese pedido. Y todo empeoró, tres meses después, cuando la Presidenta privilegió a los jóvenes de La Cámpora y marginó a dirigentes de la CGT en las listas de candidatos para las elecciones de octubre.
El resultado de mezclar 1, 2 y 3 dio lugar a una suerte de bomba molotov que cayó encima de esa estructura que armaron el Gobierno y Moyano. Y que terminó definitivamente en llamas luego del durísimo discurso del líder cegetista en la cancha de Huracán, en diciembre pasado. Allí, en una virtual declaración de guerra contra el mundo K, renunció a sus cargos en el PJ nacional y en el bonaerense por considerar que son "cáscaras vacías" (decisión que no revisó ni cuando Daniel Scioli se lo pidió esta semana), y le advirtió a la Presidenta que "cuando se habla del 54%, más de ese 50% es de los trabajadores".
Ni el peor opositor había llegado a tanto. Claro que, para la visión conspirativa que domina al moyanismo, el Gobierno tampoco se quedó atrás y fue el inspirador de una decisión judicial inquietante, que se conoció apenas días después del acto de Huracán: el administrador de la obra social del gremio camionero, Roberto Nieto, fue procesado por el juez Claudio Bonadio en la causa en la que se investiga si se utilizaron troqueles falsos de remedios para cobrar reintegros por parte del Gobierno. Una fuente que conoce de cerca el caso dijo a Enfoques que le resultaba extraño el repentino impulso a un expediente que estaba paralizado y, aún más, que le llamaba la atención que sólo se procesara a Nieto porque éste "no firmaba nada si primero no lo hacía Moyano".
El fantasma amenazante de que el líder de la CGT, ya sin protección oficial y con un guiño por parte del poder político, termine preso como el bancario Juan Zanola o el ferroviario José Pedraza, otros sindicalistas kirchneristas, empezaba a tornarse demasiado corpóreo.
Quizá por eso la virulencia verbal fue en aumento: en medio de una pelea con el ministro Julio De Vido, uno de los mejores interlocutores del líder cegetista desde 2003, Pablo Moyano, uno de los hijos del dirigente camionero, le advirtió que "en este sindicato, ninguno de sus dirigentes llamó a Carlos Saúl Menem para decirle que fue el mejor presidente de la historia", con lo que le apuntó directamente a Néstor Kirchner. Y Hugo Moyano, al responderle a la Presidenta, sostuvo: "Eso de sintonía fina suena a lo que proponía Menem. Me hace acordar a la flexibilización laboral".
El hiperoficialista Aníbal Fernández le respondió metiéndose con la parte más sensible de cualquier dirigente, la económica, cuando recordó que el sector del transporte de cargas fue "uno de los más beneficiados por este modelo" porque, entre 2003 y 2011, recibió "recursos directos del sector público por más de 5000 millones de pesos".
Esta semana, un hecho pareció cambiar esta secuencia de enfrentamientos: Moyano y otros dirigentes de la CGT pisaron de nuevo la Casa Rosada, fueron invitados al acto en el que Cristina Kirchner habló de las islas Malvinas. Pero ni pudieron saludar a la Presidenta, recibieron saludos protocolares de muchos exponentes del kirchnerismo y se terminaron yendo rápidamente del lugar. Esa frialdad se sumó a otra comprobación de la pérdida de poder cegetista: hace doce días que la Casa Rosada ni contesta las dos cartas que Moyano le envió a la jefa del Estado, en las que le recuerda algunos de sus reclamos (impuesto a las ganancias, asignaciones familiares y las obras sociales).
El ring está desplegado como para que esta pelea termine en una batalla campal. Claro que hay quienes dudan de que la disputa sea verdadera. Por ejemplo, la diputada Graciela Ocaña advirtió a Enfoques que "habría que avisarle a la Presidenta que los hombres de Moyano manejan millones de pesos correspondientes a los fondos de subsidios al transporte, a través del subsecretario del área, Jorge González, y a los fondos de las obras sociales en la Administración de Programas Especiales (APE), gracias al yerno de Moyano, Christian Asorey, y a Abel Beroiz, hijo del dirigente camionero asesinado en Rosario".
Para el abogado Luis Ramírez, que asesora a gremios independientes y es vicepresidente de la Asociación de Abogados Laboralistas, si el Gobierno mantiene a la gente de Moyano en la grilla estatal es porque "es como en el primer round de un combate de boxeo, donde se tiran algunos golpecitos, pero es más una sesión de estudio del adversario. Todavía hay un respeto recíproco y no se animan a avanzar".
Es cierto que cada una de las partes conoce secretos inconfesables del otro. Y que ambas pueden complicarle la existencia a su adversario. El Gobierno tiene un amplio menú que podría incluir desde el manejo discrecional de los fondos de las obras sociales hasta la reforma de la ley sindical para poder debilitar el poder del gremialismo, pasando por alguna reinterpretación del derecho de huelga que disuada a los que quieran motorizar protestas. Sin olvidar la revitalización de causas judicales que afecten a los dirigentes rebeldes.
El arsenal de Moyano, si resiste la embestida de quienes quieren desplazarlo, es más obvio: salir a la calle a protestar. No por nada el titular del sector combativo de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), Pablo Micheli, lo invitó a participar el 14 de marzo de una movilización para reclamar que no haya topes en los aumentos de sueldos.
Nadie puede predecir cómo seguirá este conflicto, acaso el peor que puede enfrentar un gobierno que se ufana de haberse puesto del lado de los trabajadores y que afronta una etapa en la que, como destacó el abogado de la CTA Horacio Meguira, "existe una desaceleración de la economía, está cambiándose el paradigma productivo y hay una alta intensidad del conflicto social".
"Cristina quiere domesticar a Moyano -afirmó Ocaña-. Es una disputa de poder, pero no una disputa a fondo para cambiar el sistema. Moyano ha sido funcional a este gobierno, pero lo que quieren es cambiarlo para poner a alguien que sea leal y no se enfrente."
Si fuera así, a Moyano sólo le queda atrincherarse, pero así estaría más cerca de perder lo que tiene y, a lo sumo, de resignarse a su sueño de armar un partido laborista. "Es que el sindicalismo no sabe ni puede trabajar sin el apoyo estatal -destaca Ramírez-. Y mucho menos si en el poder hay un gobierno supuestamente justicialista."

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