sábado, 12 de enero de 2013

Entrevista con José Ignacio de Mendiguren

José Ignacio de Mendiguren: "Al empresariado le preocupa que el kirchnerismo se radicalice"

Suplemento Enfoques, diario La Nación, 4 de septiembre de 2011

Alguna vez las consignas políticas de moda fueron "liberación o dependencia", "patria o colonia" y "democracia o autoritarismo", por ejemplo. Pero hoy, a la luz de sus profundas diferencias sobre cómo relacionarse con el régimen kirchnerista, al que algunos ven como la encarnación del demonio estatista y otros, como el ángel de la guarda de la producción nacional, los empresarios argentinos se enfrentan a una particular dicotomía: "Confrontar o influir".
El que lo plantea en estos términos, y abiertamente elige influir antes que confrontar, es el presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), José Ignacio de Mendiguren, acaso el que mejores garantías le brinda al oficialismo de que es alguien del sector empresarial que puede pegarles algunos coscorrones a ciertas medidas gubernamentales pero, en definitiva, siempre termina acariciando la orientación del modelo K.
"A la UIA se la acusa de oficialista o de no oficialista -admite el empresario-. Mientras sea presidente de esta entidad, no nos meteremos en política, pero sí defenderemos políticas. ¿Cuál es mi primera obligación? Tener la mejor relación posible con la administración que la gente ha elegido para que gobierne. No tengo otra posibilidad. Yo trato positivamente de influir. He visto varias entidades que dicen 'el Gobierno no hace lo que queremos' o se quejan porque 'tomaron una medida sin escucharnos'. Pero tengámoslo claro: el que gobierna y el responsable de las medidas es el Gobierno". 
Precisamente en sintonía con esta definición, que es la que le encanta escuchar a la Casa Rosada, De Mendiguren festejó el jueves pasado el Día de la Industria en Tecnópolis, un predio que el kirchnerismo ha convertido en un símbolo de su aporte al avance de la ciencia y la tecnología en el país, con la presencia de la presidenta Cristina Kirchner, todo el elenco oficial y casi nada del opositor. Pero cree que el Gobierno debe impulsar cambios que despejen "muchas incertidumbres, como la puja distributiva, la litigiosidad laboral, la falta de crédito para apoyar la inversión, la falta de competitividad, el tema de los precios y las normas ambientales poco claras". Sin embargo, advierte: "El rumbo no se discute. Acá no encontrás a alguien que quiera volver al mercado como dominador de la economía y a un Estado prescindente. Si se analizan las elecciones, más del 80% de la población coincide con este rumbo".
Sin embargo, De Mendiguren reconoce que "una de las preguntas que hoy se hacen los empresarios, en silencio, es qué pasará después de las elecciones, si se viene una radicalización del modelo, si viene el populismo sustentable, o se impone la racionalidad con un proyecto de crecimiento". "No creo que venga la radicalización -destaca-, pero la preocupación del empresariado está".
Abogado, escribano y productor rural, De Mendiguren comenzó en abril pasado su segundo mandato al frente de la UIA. Su primera experiencia fue en 2001, aunque un año después dejó su cargo para ser ministro de la Producción en la gestión presidencial de Eduardo Duhalde. Desde esa época muchos ahorristas lo han rotulado como "el padre de la devaluación" y aún no se lo perdonan.
-Hace mucho que usted es un defensor de llegar a un acuerdo económico y social. ¿No es un obstáculo el poder de Moyano? Con un poder tan grande y prácticas complicadas, como los bloqueos, que terminan ahuyentando la posibilidad de sentarse en una mesa de negociación y traer los temas mas profundos al debate...
No comparto sus metodologías, pero con una mesa de este tipo sería mucho más manejable la relación con Moyano. Le bajaría esa ansiedad del corto plazo. Uno de los problemas que a veces nos enfrenta con él es el análisis de la medida de la semana que viene. Una personalidad como la de Moyano tiene claro el proyecto nacional, pero sería muy importante que la fuerza que tiene la canalice detrás de un proyecto común.
-¿Es beneficioso o no para ustedes que Moyano esté pasando internamente por un momento crítico en su relación con la Presidenta?
-Ni bien asumí en la UIA, y en tono constructivo, dije que Moyano tenía demasiado poder. No estaba descubriendo nada: él había hecho manifestaciones acerca de sus aspiraciones, había dicho que no sólo estaba en una etapa reivindicativa sino detrás de un proyecto de poder. El incursionó en otras áreas donde desequilibraba la balanza. Ya no era sólo mi contraparte. Pero a partir de los últimos tiempos, con las definiciones de la Presidenta en cuanto a la participación concreta política en los cargos, a Moyano hoy lo veo más en su tarea específica. A la cancha la veo más nivelada y esto a los empresarios nos deja más tranquilos: volvemos a lo que históricamente era la relación.
-Y esta fragmentación que hay en el sindicalismo, con la CGT, el sector de Luis Barrionuevo y las dos CTA, ¿los favorece?
-Está dividida la opinión interna. Para mí, nos complica. Cuando uno quiere discutir y buscar coincidencias del largo plazo, es mejor que del otro lado haya alguien que tenga el mayor consenso interno posible; de otro modo, es muy difícil que tenga durabilidad lo que pactamos. No es un tema menor: vienen períodos favorables para la Argentina, a pesar de la crisis mundial, pero para poder aprovecharlos en su plenitud son clave esos consensos. No podemos entrar a ese período sin objetivos de crecimiento, de distribución, si no le damos un marco, por ejemplo, a la puja distributiva. Este proceso en la Argentina tuvo malas experiencias. Cuando lo que se discute no es la convención colectiva, sino el poder dentro de una representación gremial. Eso sucedió en los años 70, cuando Lorenzo Miguel, que era el titular del gremio más fuerte, peleaba por su sector, obtenía una cifra determinada de aumento salarial y eso que había sido el techo para la UOM pasaba a ser el piso para el resto, y terminó mal.
-¿Existe hoy ese peligro?
-No, es el peligro que puede haber. Por eso es clave tener un marco de referencia para esos temas, que otorga ventajas para todos. Para el trabajador, porque tiene claro cómo va ser su participación en ese mayor crecimiento del sector, y para el empresario, sobre todo el pequeño y mediano, porque también encuentra esa madurez y sabe a qué atenerse. Además, hay cosas que preocupan, como la litigiosidad laboral, que aquí ha tenido una cifra exponencial que asusta hasta a los mismos trabajadores. El no haber resuelto la ley de riesgos de trabajo ha generado más de 75.000 causas judiciales que representan prácticamente 2100 millones de dólares que están sobre la cabeza de este sector. Hay sólo entre 600 y 700 millones de dólares en gastos de honorarios.
-¿Hay temor a que los sindicatos pidan reabrir las paritarias después de las elecciones?
-No creo que suceda... La decisión del Consejo del Salario Mínimo dio una señal de prudencia. Y también una señal de que tenemos que encontrar un camino conjunto porque tanto el sector del trabajo como nosotros tenemos que pelear por la mejora del poder adquisitivo del salario. De nada sirve tener más pesos en el bolsillo para comprar menos cosas. [Arturo] Frondizi decía que "nadie compra una máquina para producir lo que no vende". Es imposible imaginarse un mercado interno creciente, que, además, permita ir transformando la matriz productiva, sin un salario importante que lo motorice. Discutir esto es como discutir la ley de gravedad. Los trabajadores comprenden que sin inversión no se puede sostener el crecimiento ¿Dónde está el desafío? En ver, cada uno desde su lugar, cómo compatibilizamos redistribución con inversión, la gran asignatura pendiente del país.
-¿A este gobierno le falta capacidad de seducción para lograr que las empresas inviertan?
-Al ver que la inversión no acompaña, algunos dicen: "Industriales perversos que no acompañan". Pero analicemos las causas. Primero, no estamos gobernando a franceses, sino a argentinos, que vienen de una historia que se corrigió, pero todavía queda en el ADN, en la que, en el proceso industrial, cuando uno se preparaba para la inversión, maduraba y la hacía, le agarraba la baja en la actividad. Y segundo, hoy existen sectores donde hay certezas, por ejemplo en la política cambiaria, porque la Argentina está generando los dólares suficientes para que el Gobierno pueda administrar su tipo de cambio como quiera, pero en el resto hay muchas incertidumbres que hay que despejar, como la puja distributiva, la litigiosidad laboral, la falta de crédito para apoyar la inversión, la falta de competitividad, el tema de los precios y las normas ambientales poco claras.
-Si la Presidenta gana las elecciones de octubre por un amplio margen, muchos creen que, más que realizar correcciones en el modelo económico, como usted quiere, el kirchnerismo se va a radicalizar, va a ir a un "populismo sustentable", como dijo el viceministro de Economía, Roberto Feletti. ¿Les preocupa esto?
-Sí, sin duda, una de las preguntas que hoy se hace la mayoría de los empresarios, en silencio, es qué pasará después de las elecciones.
-¿El temor a que venga un nuevo chavismo?
-Exacto. Si se viene una radicalización del modelo, si viene el "populismo sustentable", o se impone la racionalidad con un proyecto de crecimiento con inversión. No creo que venga la radicalización, pero la preocupación del empresariado está. Estos debates internos los tenemos, pero ante eso uno puede hacer dos cosas, más allá de creer o no creer: apostar a que eso se va a dar y ser un eterno balconeador de la situación nacional, o tratar de influir, en el buen sentido de la palabra, para que esto no suceda.
-¿Y usted dónde se ubica?
-Desde la UIA me encantaría transmitirle a la Presidenta que todo este poder que ha cosechado después de las últimas elecciones, que seguramente se repetirá, le da la posibilidad de convocarnos para dar este paso al desarrollo. Cuando Frondizi quiso encarar este proceso, le tocó un escenario complejo, en donde la sociedad no estaba preparada, los militares estaban al acecho, donde si recibía al "Che" Guevara lo corrían por derecha o si firmaba los contratos petroleros lo corrían por izquierda. Hoy, la situación es distinta. Más allá de que la oposición no haya tenido gran representación en los votos, el rumbo no se discute. Acá no encontrás a alguien que quiera volver al mercado como dominador de la economía y a un Estado prescindente. Si se analizan las elecciones, más del 80% de la población coincide con este rumbo. Además venimos con un envión de crecimiento en el que la industria creció el 92% respecto del piso de la crisis. Hay problemas, no cabe duda. Pero el músculo está activo.
-Un escenario inmejorable, quizá, para que el kirchnerismo, se tiente con una reforma constitucional que permita una nueva reelección presidencial... ¿Ve posible esta variante o le parece que se impondrá el modelo Lula, en la que un mandatario con buena imagen elige a su sucesor?
--Lo veo en el proceso Lula porque se sabe que mucho tiempo en el poder trae desgastes. La Presidenta tiene olfato y una inteligencia importante como para saber que no necesita poner en riesgo todo lo que puede hacer. Ahora, eso sí, está en todos nosotros poder entender esto y ayudar.
-Usted ayuda mucho al Gobierno. Tanto, que quizá por eso tiene fama de oficialista...
-A la UIA se la acusa de oficialista o de no oficialista. Mientras sea presidente de esta entidad, no nos meteremos en política, pero sí defenderemos políticas. ¿Cuál es mi primera obligación? Tener la mejor relación posible con la administración que la gente ha elegido para que gobierne. No tengo otra posibilidad. El que me conoce sabe que yo defendí esto toda mi vida. Y es bueno entender los roles de las distintas entidades en la sociedad: lo que debe cambiar a los gobiernos es una propuesta superadora de la política que logra ser votada por la gente. Así llega la alternancia. Hay dos teorías en esto: confrontar o influir. Yo trato positivamente de influir. He visto varias entidades que dicen "el Gobierno no hace lo que queremos" o se quejan porque "tomaron una medida sin escucharnos"? Pero tengámoslo claro: el que gobierna y el responsable de las medidas es el Gobierno. Además, cuando asumí le presenté nuestra propuesta a la Presidenta, acompañado por todo nuestro comité, pero también hicimos lo mismo con Ricardo Alfonsín, con Duhalde, con Binner, con todos los candidatos, con gobernadores. Esta es nuestra obligación. Me niego categóricamente a entrar en la clasificación de amigo-enemigo, de blanco-negro, que es lo que caracterizó a la Argentina de los últimos tiempos. Porque cuando uno entra en esto, desaparece el debate de ideas. Y así no se analiza tu propuesta. Se dice: es kirchnerista o es opositor. ¡Debatamos ideas!
-Algunos empresarios no acuerdan con ciertas formas autoritarias del Gobierno, pero se callan porque ganan mucho dinero. ¿Si uno hace buenos negocios no importa lo institucional?
-Siempre importa. Todo el mundo defiende la seguridad jurídica, hay valores sobre los que una sociedad democrática no duda, el problema es desde dónde se defiende. Acá se confunden los roles: yo me he enojado con varios políticos amigos porque nos señalan cuando no hablamos... pero la UIA no es mía. Acá represento desde las terminales automotrices hasta los fabricantes de bicicletas...
-Eso es comprensible, pero...
(Interrumpe) -Hay gente que lo entiende, pero ¿está conforme el empresariado con todo lo que hace el Gobierno? No. ¿Cree que hay que hacer modificaciones, cambios, como en todo modelo? Sí. ¿Sabe qué es lo que más le asusta? Que en vez de trabajar para apoyar lo que estuvo bien y para cambiar las cosas que hay que cambiar, se imponga este esquema tan extendido de amigo-enemigo. Le tiene miedo a que si yo critico determinada posición van a volver otra vez las magias, esas medidas esotéricas como tablitas, convertibilidades, planes de estabilización que se convertían en modelos económicos, los Cavallo, los Martínez de Hoz. El empresario le tiene miedo al péndulo.

MANO A MANO

Se hizo millonario cuando se le ocurrió reemplazar la clásica suela de yute por la de goma en las alpargatas. Y se transformó en el empresario mimado del kirchnerismo con otra idea sencilla: priorizar la defensa férrea del "modelo" oficial en lugar de los clásicos reclamos del sector (que, por cierto, no abandonó). Hay en José Ignacio de Mendiguren una suerte de recreación de la "teoría del entorno", de moda en los años 70, cuando la izquierda peronista creía que Juan Domingo Perón era revolucionario, pero los que no lo dejaban serlo eran los integrantes de su entorno, como José López Rega. Salvando las distancias, que son muchas, De Mendiguren parece creer que es mejor tratar de influir sobre el Gobierno estando cerca de él que quedándose en la vereda de enfrente mientras los más duros rodean a la Presidenta y, eventualmente, la arrastran al "neochavismo". Es notable cómo hace malabares para apoyar al Gobierno mientras también toma distancia de algunas decisiones que afectan a su sector. El vendaval de votos cristinista permite que este fundamentalista de la producción camine sin interrupción alguna por el sendero K. Sin suela de yute, claro está. La de goma le permitirá no perder el equilibrio en las tormentas.

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