domingo, 13 de enero de 2013

Sindicalismo: el declive del camionero

El fantasma del descenso contagia al moyanismo

Diario La Nación, 24 de junio de 2011

Hugo Moyano es un conocido simpatizante de Independiente, pero en estas horas seguramente se siente como si fuera un hincha de River Plate: al filo del descenso.
Del descenso político, se entiende. ¿Cómo el todopoderoso líder de la CGT, uno de los favoritos de la galaxia K, puede sufrir tanto para obtener su pretensión de pasar de los 13 legisladores de extracción sindical que existen actualmente a los 30 que, hasta hace algunas semanas, reclamaban sus hombres en voz baja?
Quizá la clave la haya dado en su momento Pablo Moyano, hijo del jefe camionero y hermano de Facundo, uno de los pocos privilegiados sindicalistas que lograría un lugar en las listas del oficialismo, aunque gracias a Daniel Scioli. "Cuando estaba Néstor Kirchner [la relación] era diferente", admitió, mientras que calificó el vínculo actual de la CGT con la Presidenta de una forma que sólo destilaba frialdad: "Es normal".
Se complementa de manera perfecta con la frase de ayer del propio Hugo Moyano, cuando le preguntaron por la presencia gremial en las listas de candidatos a legislador: "No sabemos nada. Pregúntenle a ella", dijo, aludiendo a Cristina Kirchner.
Parecen demasiado lejanas las épocas en que el peronismo le destinaba un 33% en sus nóminas a los dirigentes sindicales. En estos días, la participación en la Cámara de Diputados es cada vez menor: según la Dirección de Información Parlamentaria del Congreso Nacional, en el período 1983/1993, los legisladores de extracción obrera pasaron de 39 a 23, entre 1993 y 2003, de 23 a 17, y entre 2003 y 2011, de 17 a 13.
Lo que los muchachos de Moyano temen y no explicitan es que si apenas logran renovar las bancas de los cuatro legisladores que le responden en todo el país, será el mejor símbolo de que el poder del jefe cegetista no es el mismo que al comienzo del kirchnerismo y que el fantasma de su desplazamiento de la central obrera, con el guiño presidencial, podría ser una pesadilla tan real como la que sienten los riverplatenses hoy.

DESGASTE

¿Será Gerardo Martínez, del gremio de la construcción, el elegido por la Presidenta para renovar la CGT? En las filas de la Uocra no quieren ni hablar del tema para evitar que los tilden de conspiradores, pero en la Casa Rosada, aunque admiten que la figura de Moyano está desgastada y, sobre todo en épocas electorales, aleja los votos de la clase media, sugieren que el futuro de la CGT, y de su líder, dependerá del caudal de sufragios que obtenga la Presidenta.
Una reelección por un amplio margen permitiría meter mano en una corporación que ha resultado tan leal como problemática para el modelo K. Y la verdadera encrucijada para Moyano es, más que la pérdida de poder en sí misma, la posibilidad de que si deja de ser el favorito sindical del kirchnerismo puedan avanzar, por su propio peso o alentadas desde la misma Casa de Gobierno, algunas de las causas judiciales que podrían complicarlo a él o a su familia.
Otro clásico reducto del poder sindical, el Ministerio de Trabajo, aparece con similares interrogantes. Cerca de Moyano prácticamente descuentan que Daniel Filmus no podrá derrotar a Mauricio Macri y, de esa forma, Carlos Tomada, candidato a vicejefe de gobierno porteño, volvería a conducir la cartera laboral. Y así, se diluirían nuevamente los sueños de que la CGT consiguiera designar como ministro al abogado Héctor Recalde (cuyo mandato como diputado nacional vence recién en 2013).
En el fondo, surge el mismo temor: ¿qué sucedería si la Presidenta, con la fuerza de su reelección, reemplazara a Tomada, alguien confiable para los grandes sindicatos, por un ministro que pudiera enfrentarse, aunque sea para congraciarse con la opinión pública, a esa burocracia sindical que, con estandartes como Juan José Zanola o José Pedraza, terminó convirtiéndose en un lastre para el sueño progresista del Gobierno?
Golpear para negociar fue el lema del metalúrgico Augusto Timoteo Vandor en su relación tan estrecha con el poder, que el sindicalismo peronista siempre cumplió como una ley. El dilema de Moyano es que hoy no puede golpear sin que parezca un desafío al gobierno que lo hizo poderoso y que parece cada vez más lejos de donde se negocia el poder.

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