domingo, 13 de enero de 2013

Sindicalismo: análisis tras las elecciones 2011

Moyano, en un tablero en el que la Presidenta se adueñó de las piezas

Diario La Nación, 24 de octubre de 2011


Hugo Moyano no se irá de la CGT. No ahora, al menos. Ni mucho menos, empujado por sus rivales. Lo dicen algunos de sus más íntimos, pero también el sentido común: ¿de qué le sirve a Cristina Kirchner precipitar el final de un dirigente que todavía puede seguir siendo funcional al modelo y arriesgarse a una sucesión en la central obrera que hoy no está clara?
A la Presidenta sí le sirve, quizá, lo que está pasando en estas horas: que Moyano se sienta amenazado por presiones internas y que sienta temor de que se reactive alguna causa judicial en contra de él, de forma tal de que pare de brindar algunas señales desafiantes al poder K y se mantenga alineado a los planes de la Casa Rosada.
Obviamente que el aluvión de votos cristinistas de ayer se convertirá en el mejor antídoto para curar algunos aires levantiscos del dirigente camionero.
Y eso lo saben en el Gobierno, que también prefiere que alguien conocido como Moyano sea el representante sindical en el acuerdo social al que convocaría tras los comicios para definir, junto con el empresariado, medidas dirigidas a contener los precios y moderar los aumentos salariales.
Esa podría ser la primera señal de buena voluntad del oficialismo respecto de Moyano, pero no hay pistas de otra más decisiva: quién reemplazará a Carlos Tomada en el Ministerio de Trabajo. En la CGT prenden velas para que se confirme la versión de que el elegido sería Mariano Recalde, presidente de Aerolíneas Argentinas e hijo del abogado cegetista, Héctor Recalde.
Al kirchnerismo gobernante le conviene un Moyano herido políticamente, lo suficiente para tranquilizarlo, pero no tan mal herido como para que termine saltando el cerco del dispositivo kirchnerista. Esta sensación podrá enquistarse en el líder cegetista si, por ejemplo, descubriera que los actuales corcoveos de "los Gordos" y de algunos independientes cuentan con algún guiño desde la máxima altura del poder.
Los moyanistas sólo tienen alguna sospecha en ese sentido, pero la rebeldía gremial se parece más a un sondeo para medir la fortaleza del andamiaje que sostiene al dirigente camionero. Sobre todo porque todavía no están los votos suficientes para echarlo a Moyano y, además, nadie quiere quedar asociado a una conspiración, en la que tampoco el Gobierno está mostrando sus fichas: se limita a dejar hacer y observar.
Los candidatos más mencionados para suceder a Moyano ni siquiera respiran para evitar malentendidos.
Por ejemplo, Antonio Caló, el líder del gremio metalúrgico, tuvo que calmar a los jóvenes de su sindicato que, en un plenario realizado la semana pasada en Mar del Plata, empezaron a corear espontáneamente "Caló a la CGT". "Nada me importa más que seguir al frente de la UOM", los retó.
Es lógico: aparecer ahora tan cerca del decisivo sillón de Moyano es directamente proporcional a quedar lejos de él cuando se discuta en serio la herencia.
Gerardo Martínez, titular del gremio de la construcción, fue el único dirigente al que se le reconocía vocación por liderar la CGT, y que, se decía, contaba con el claro respaldo de Cristina Kirchner, pero su ascenso derrapó por una revelación: trascendió que había sido miembro civil del Batallón 601 de Inteligencia durante la última dictadura. Cerca de Martínez siguen pensando que el moyanismo tuvo algo que ver con la difusión de esos datos.
A mediados de 2012 vence el mandato de Moyano. En la Casa de Gobierno ya se analizan variantes para que deje la CGT sin el sabor agrio de una salida por la puerta de atrás. Y Moyano, ¿qué quiere? ¿Conducir la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte? ¿O encabezar su partido de los trabajadores que les permita acceder a la presidencia? Sus enemigos creen que se conformaría con no terminar preso como el bancario Juan José Zanola.
Ni siquiera los funcionarios más fieles saben qué pasa por la cabeza de la Presidenta. Por ahora, el tablero sindical es lo más parecido a un ajedrez en el que Cristina Kirchner se adueñó de todas las piezas.

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