sábado, 12 de enero de 2013

Entrevista con Oscar Lescano

Oscar Lescano: "Somos necesarios para que haya paz social"

Suplemento Enfoques, diario La Nación, 4 de diciembre de 2011

Uno está acostumbrado a esos personajes públicos que miden cada palabra, que hablan sin decir nada, que gastan miles de pesos en consultoras y en asesores para mejorar su imagen. Pero se sabe que hay otros personajes públicos que, en las antípodas de aquéllos, son partidarios del modelo de sincericidio que impuso Luis Barrionuevo, famoso por haber verbalizado aquellas cosas que nadie se anima a mencionar en el reino de los pensamientos políticamente correctos.
Oscar Lescano, titular del gremio de Luz y Fuerza desde hace 27 años, ha hecho méritos suficientes como para ubicarse en el podio de quienes hablan sin protector bucal alguno. Ya había dado una pista clara en 1993, cuando le dijo al diario Página 12 una frase que terminó en la tapa y que confirmó que no cree en los eufemismos: "Menem nos va a cagar a todos".
Ahora, ante Enfoques, este sindicalista ofreció una serie de definiciones sobre las cuales puede decirse cualquier cosa, pero nunca que son tibias ni aconsejadas por gurúes de la comunicación. Por ejemplo: "No va a haber unidad sindical con Moyano". "Los empresarios tienen que congelar los precios por un año". "El mundo va por otro lado, pero la zurda acá hace lo que quiere". "Nunca me sentí un burócrata". "Toda la vida me gustó el casino y cuando puedo, voy". "El movimiento obrero fracasó ante el poder político". "Al Gobierno le fue bien con el movimiento obrero: no debería cambiar".
No fueron las únicas frases interesantes, por caracterizarlas de alguna forma, pero, para empezar por el principio, habría que decir que Oscar Adrián Lescano nació el 15 de octubre de 1932 en Lomas de Zamora, aunque ahora vive en San Isidro, fue empleado de las empresas de electricidad Italo y Segba, aunque su vida cambió cuando, en 1964, se sumó al sindicato de Luz y Fuerza.
Llegó a secundar a Oscar Smith, un histórico dirigente del gremio que desapareció durante la última dictadura, y está al frente del sindicato desde 1984. Integra el sector de "los Gordos", el más dialoguista de todo el gremialismo peronista. Fue uno de los dirigentes más leales al menemismo hasta que la realidad económica lo llevó a cruzar de vereda. Y virtualmente el único que, desde hace años, se opone a Hugo Moyano y lo admite cada vez que puede. Aunque es evidente que no comulga con el kirchnerismo, mantiene una buena relación con el ministro Julio De Vido.
-Usted dijo el 18 de octubre: "Moyano tiene que irse, está acabado". Pero el miércoles lo escuché decir por TV que "ya es tarde para que Moyano deje la conducción de la CGT". ¿Qué cambió?
-De acá a fin de año no hay manera posible [de que se vaya Moyano]. El pensamiento sigue siendo el mismo. El fracasó políticamente. Y lamentablemente, porque las consecuencias perjudican al movimiento obrero. Si el movimiento obrero, en manos del secretario general, lleva un petitorio de 15, 20, no sé cuantos diputados a la Presidenta, y le da uno solo y, además, se lo da al hijo, es una respuesta bastante fea, ¿no? Entonces, fracasó.
-De todas formas, hasta ahora, este gobierno le ha dado todo a Moyano. Poder, negocios...
-Ah, sí. Le ha permitido bastante. Y muchas preocupaciones no tuvimos, más allá del compromiso de lealtad de no crear conflictos, desbordes ni nada por el estilo. Porque Néstor Kirchner interpretó cuáles fueron las necesidades del movimiento obrero y así dio las paritarias y otras cosas más que fueron mejorando el poder adquisitivo, el salario de la gente.
-Entonces, usted quiere que Moyano se vaya, pero cuando venza su mandato, en 2012...
-Si queremos unidad, tiene que dejar la conducción de la CGT.
-Igual les conviene que siga él, así paga todo el costo político de estos meses complicados que vendrán, con más inflación, tarifas y precios que suben...
-Y sí, esto es lo que piensa más de un compañero: que se quede él, que se banque todo lo que se viene ahora, las paritarias, las problemáticas inflacionarias y demás. Eso es verdad.
-De todas formas, ¿les sirve Moyano hasta 2012 sin tanta llegada al poder como antes?
-No, es justamente la preocupación mía y de otros compañeros. No me importa que él siga en el consejo directivo como un secretario más, pero no en la cabeza: allí tiene que haber un conductor nuevo, preferentemente del área de la industria y con una buena relación con el Gobierno.
-¿Por ejemplo, Antonio Caló, el líder del gremio metalúrgico?
-Puede ser, es un buen candidato. O el de la industria automotriz.
-¿Se podrá cumplir la aspiración del Gobierno de tener un techo del 18 por ciento para los aumentos salariales?
-No, es muy difícil. Se puede llegar si hay un acuerdo económico y social para mantener el crecimiento y que no se escape la inflación. Podemos llegar con un techo, pero ayer [por el martes pasado] les pregunté a dos ministros si es verdad que ellos auspiciaban el techo del 18% y me dijeron que no. Tenemos que ser prudentes. Si queremos dar señales muy claras de lo que se viene, no hagamos lo que pasó. Tuvimos un acto eleccionario y pusimos toda la carne en la parrilla, nos pasamos del gasto normal y el Estado gastó mucho. Ahora no hace falta hacer propaganda de ningún tipo y así se pueden controlar algunas variables inflacionarias.
-¿El sindicalismo está dispuesto a algún aporte, a sacrificar reclamos salariales?
-No sé si están todos dispuestos, pero podría ser: ¿por qué no puede hacer un acuerdo el movimiento obrero con el Gobierno? Eso sí, tenemos que decir la verdad: no nos puede dar el 20 por ciento, por ejemplo, y que después los empresarios no controlen los precios de la canasta familiar y vayan aumentando. Tienen que congelar todo, por lo menos un año.
-Tampoco ayuda la perspectiva de un tarifazo a partir de este recorte de los subsidios...
-Yo no me adelantaría. Le digo honestamente: creo que no va a haber un aumento compulsivo. Va a ser gradual y no va a llegar a los barrios.
-¿Le preocupa que la Presidenta tenga ahora una mejor sintonía con los empresarios que con los sindicalistas?
-No me preocupa porque si los empresarios piensan como pensaron siempre va a ser algo a corto plazo.
-Pero habla del fracaso político de Moyano y no dice nada de Cristina Kirchner, que privilegió a La Cámpora por encima de ustedes en las listas de candidatos.
-Es verdad, no podemos negar que La Cámpora prevaleció mucho más que el movimiento obrero.
-¿Y eso le duele? ¿Fue una equivocación de la Presidenta? Son jóvenes que recién empiezan en la política y desplazaron a veteranos que vienen apoyando al Gobierno desde hace mucho tiempo.
-Y sí, molesta, preocupa. Pero lo hizo también Néstor Kirchner y después ella también.
-¿Con Néstor Kirchner no estaban mejor los sindicalistas?
-Sí. (medita unos segundos) No, el que estaba mejor era Moyano. Cuando lo convocan para el partido peronista, invitó sólo a sus amigos y se olvidó del movimiento obrero, hay otros sectores que quedaron afuera.
-Si la situación económica se pone espesa, Cristina Kirchner los va a necesitar a ustedes para contener a la gente. Los chicos de La Cámpora no tienen poder real.
-Claro. A nosotros nos necesita. No somos imprescindibles pero somos necesarios para que haya paz social. Es verdad lo que dice un miembro de la CGT de que la conflictividad no llegó ni al 6 por ciento en estos últimos años. No hubo muchos conflictos. Le fue bien al Gobierno con el movimiento obrero, no debería cambiar.
-¿Cree que Moyano teme que detrás de este malestar oficial haya una intención de meterlo preso?
-No creo. Se me ocurre pensar, y ojalá que sea así, que es una estrategia para poder sacarlo un poco de la línea de fuego, de la pelea.
-¿Sigue pensando que sus colegas Juan José Zanola y José Pedraza son presos políticos?
-Después de lo que hizo la Cámara con Zanola, que los retó el juez porque después de dos años no fue capaz de señalar los hechos ilícitos con pruebas, sigo pensando lo mismo. Zanola pudo cometer muchos errores, como confiar y tener algunos problemas financieros, pero no creo que esté en la falsificación de remedios...
-¿Y Pedraza?
-Ese caso es peor. Pedraza no va a matar a un chico [N. de la R.: se refiere a Mariano Ferreyra]. De alguna manera se lo hizo responsable a él como secretario general.
-Hace dos años, a raíz del avance de la izquierda en los gremios, usted dijo que "la zurda está aprovechando lo que no pudo hacer en sus mejores momentos porque el peronismo no se lo permitió". ¿Sigue pensando lo mismo?
-Sí, seguro. En el mundo va por otro lado, pero hoy la zurda acá parece que fuera libremente, hace lo que quiere. Los dirigentes de izquierda tienen partido, tienen todo. Y este gobierno les dio a todos las posibilidades habidas y por haber para que puedan discutir, entrar en el Parlamento.
-Y está creciendo en las comisiones internas. ¿Lo inquieta?
-No me preocupa. Yo siempre discutí, peleé, pero compatibilicé intereses comunes, porque, en el fondo, lo que defienden ellos es lo que defendemos nosotros, ésta es la vereda de todos. Dentro de mi gremio no tengo a nadie. Pero me hubiese gustado que la gente de pronto exija más, eso es bueno para los veteranos.
-¿Por qué los sindicalistas tienen mala imagen?
-¿Tenemos mala imagen? Si tenemos mala imagen echémosle la culpa a Moyano. La verdad es ésa.
-No sólo él da la imagen de un dirigente que se ha enriquecido y que tiene un nivel de vida que no puede tener ningún trabajador.
-¡Ah, bueno! Sí, hay algunos muchachos a los que les resbala mucho. Yo tengo cincuenta y pico de años en esto y me cuesta, pero lo sigo haciendo y me voy a morir acá adentro. Igual ya pasó la época del embate de algunos medios que atacaban el modus vivendi de cada uno. A mí me ha perseguido la revista Noticias por todos lados.Nunca pudieron probarme nada. Y han hecho denuncias de todo tipo, pero nunca pudieron decir que me enriquecí a costillas del gremio.
-A usted también le han hecho fama de jugador, de ser un habitué del casino en Mónaco.
-Ah, me han hecho tanta fama.
-Pero el casino le gusta.
-Toda mi vida me gustó el casino. Y cuando puedo voy, me gusta.
-¿Va siempre a Europa?
-A Estados Unidos. Ultimamente, a Las Vegas. Hace dos o cuatro años.
-¿Qué le gusta del juego?
-Me gusta mucho la ruleta, pero tampoco me enloquece. Ya pasó esa época. Fueron muchos años.
-Casi un adicto al juego...
-No llegué a serlo, pero me gustaba, no lo puedo negar. Con los años a uno lo van curtiendo, uno se da cuenta de que eso no sirve y que, además, das una mala imagen. Uno se va curando de espanto y dice: "Esto no sirve para nada, ¿para qué voy a estar acá?". Hace muchos años que no voy a ningún lado.
-Quizá se gastaba en la ruleta el sueldo de varios trabajadores...
-[Se ríe] No, no tanto. Usted está exagerando un poco [se tienta y se ríe con más intensidad].
-Usted tiene 79 años y está al frente del gremio desde hace 27. ¿En la mala imagen que tienen los sindicalistas no influye mucho esa perpetuidad en el poder?
-Sí, puede ser que a alguno le moleste, pero he invitado a mucha gente y le dije: "Díganme si quieren que yo esté o no". Acá las elecciones son libres, y voy a todas las asambleas y la gente está contenta, está bien.
-¿No se siente un burócrata?
-No, nunca me sentí un burócrata, para nada. Han pasado muchas cosas malas en el gremio. Lamentablemente, con la desaparición del secretario general y otros compañeros más, con la quita de convenios que arrasó todas las conquistas. Menem dividió en siete las empresas del sector y hay 5000 trabajadores que son contratados y tienen que estar dentro de la empresa. Estamos haciendo algunas confrontaciones como para que vayan tomándolos. Como los estaban explotando y trabajaban a destajo, esta gente quedó recontra agradecida. Así como vinieron acá a putearnos, después vinieron a aplaudirnos.
-¿Nunca pensó en retirarse?
-Siempre pienso.
-Pero le gusta el poder...
-Me gusta lo que hago. Pero no estoy todo el día acá, ¿eh? Yo tuve dos infartos difíciles, en 1996 y en 2000. No soy de esos hombres que se jubilan y se van a pasear, a sentar en la plaza o a disfrutar de su hogar.
-¿Se siente poderoso?
-No es el poder lo que me desespera, ¿eh? Debo admitir que sí, que hubo un momento de la etapa de mi vida donde el poder. Yo veía una heladera y me ponía a hablar pensando que era una cámara de televisión, me volvía loco. [Risas] Hasta que un día un amigo me dijo: "Tené cuidado, saliste más veces vos que el Turco Menem en los últimos tres meses, pará un poco". Y tenía razón. Ahora, últimamente me estoy metiendo otra vez porque a veces no puedo huir de compromisos con amigos.
-Es que nadie del sindicalismo habla. ¿Tienen miedo?
-No sé. A veces discuto con ellos esos temas y me dicen que no hay que meterse, que hay que tener paciencia y esperar, por ejemplo, por el tema del congreso de la CGT.
-¿Le tienen miedo a Moyano?
-Me consta que [Armando] Cavalieri no tiene miedo, que se ha peleado cuando ha tenido que hacerlo. ¿Cómo puede ser que el secretario general de la CGT, que tiene que estar conteniendo a todos, esté robando afiliados a otros compañeros? Todo el mundo está de acuerdo en que se acabó la era de Moyano, pero ninguno quiere ponerle el cascabel al gato. En reuniones con muchachos que están cerca de Moyano y otros que no están tan cerca, todos opinan igual: se tiene que ir. ¿Cuándo? Hablémoslo, convenzámoslo de que se tiene que ir, que deje de ser la cabeza de la CGT.
-¿Comparte la idea de Moyano de crear un partido de los trabajadores para tener más representación política?
-Sí, es buena la idea, pero hay que ver quién la conduce. El movimiento obrero fracasó ante el poder político. No tengo testigos, pero dicen que Moyano se peleaba mucho con Néstor Kirchner últimamente.
-Por eso se comenta que Máximo Kirchner, su hijo, le atribuye el malestar que terminó con su muerte. Parece exagerado...
-Es lo que dicen. Ni a Moyano ni a Pedraza ni a otros más les perdonan los disgustos que tenía el padre.
-Parece haber un horizonte en el que en algún momento se van a terminar peleando.
-Seguro que sí, va a terminar mal. Por eso, es mejor dejar ejercer la gestión. Hay muchas cosas, como asignaciones familiares, el tema del PAMI, el mínimo no imponible, que tienen que discutirse y no se están discutiendo porque no hay nadie con quien hacerlo. Este gobierno tiene dos años seguros de crédito. Después veremos qué va a pasar, pero por dos años el crédito lo tiene ganado.
-¿Tiene que haber una reforma constitucional para que la Presidenta tenga un nuevo mandato?
-No estoy de acuerdo y tampoco creo que ella lo haga.
-Pero si usted está desde hace 27 años en el gremio, ¿por qué Cristina no puede seguir?
-Esa es la comparación que hacemos cuando discutimos: ¿por qué yo puedo estar tantos años? Podemos estar eternamente y ella se tiene que ir. No me parece mal: antes estabas dos años y no podías estar más...
-Pero ustedes tienen la posibilidad de la reelección perpetu a.
-Sí, podés estar lo que quieras... Pero nuestra gente está contenta.
-Si la gente está contenta con ella, también podría seguir.
-Y puede seguir. Pero no es bueno para el sistema democrático...
-¿Por qué la reelección perpetua es buena para el sindicalismo y no para el sistema democrático?
-Es diferente. Gobernar un país no es lo mismo. Seguramente lo leí en algún lado: habría que tener una línea de hombres sabios, importantes, notables, que creen un sistema de gobernabilidad para ayudar a gobernar, esté el que esté a cargo.

MANO A MANO

No creo que Andrés Calamaro haya pensado en él cuando compuso "Honestidad brutal", pero el título simboliza el estilo de Oscar Lescano. Sobre todo por esa capacidad increíble de decir lo que piensa casi sin filtros, sin anestesia. Seguramente habla con la impunidad que le dan sus 79 años de vida (aunque aparenta 10 menos) y sus casi cinco décadas de experiencia sindical. Lescano suele decir en voz alta lo que muchos de sus colegas gritan sólo en privado. ¿Por qué se anima? Más allá de cualquier explicación política o psicológica, este dirigente pertenece a esa corporación del poder vitalicio en la Argentina, esa que ve pasar presidentes y funcionarios de cualquier color, sin perder el equilibrio, desde los mullidos sillones que ocupa desde hace décadas. Me fascinó que el mismo Lescano que hace 27 años es titular de su gremio diga, con total naturalidad, que se opone a la eventual reelección de Cristina Kirchner porque "no es buena para el sistema democrático". Ni hablar de cuando terminó admitiendo que le gusta ir al casino: cualquiera habría desmentido semejante hobby. O no hubiera dicho que, en lugar de Europa, últimamente prefería ir a Las Vegas. Este tipo de confesiones son más letales para el modelo sindical argentino que "la zurda" a la que tanto le temen algunos de sus integrantes. O, mejor dicho, beneficiarios.

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