Miles Davis, los cinco grandes del buen jazz
Diario La Nación, Sección Espectáculos, 7 de marzo de 1999
"De pronto -recuerda Miles Davis en su autobiografía, publicada por Ediciones B, en 1991-, el jazz quedó obsoleto, se convirtió en la reliquia del pasado que se exhibe en la vitrina de un museo para que la examinen los estudiosos." El resultado: radios saturadas de rock, miles de discos vendidos, diarios y revistas que registraban ese fenómeno, clubes de jazz que cerraban y músicos del género que comenzaban a emigrar, sobre todo a Europa. La encrucijada estaba planteada: "Todo el mundo bailaba", como decía Miles, y le daba la espalda a las estrellas de un género que había revolucionado la música contemporánea, pero que había perdido terreno por esa combinación de propio estancamiento y del boom del rock and roll.
EL HOMBRE QUE DIO EL PASO
Y entonces, nuevamente, la nota la dio ese trompetista negro y brillante llamado Miles Davis, nacido el 26 de mayo de 1926, que había llegado a tocar, a finales de los años cuarenta, al lado de Dizzy Gillespie y de Charlie Parker. Entre mediados de los años cincuenta hasta ese fatídico 1964, Miles había logrado, sucesivamente: armar un quinteto de lujo acompañado por Coltrane, Red Gardland, Paul Chambers y Philly Joe Jones; aliarse al arreglador Gil Evans y conseguir que el jazz y una orquesta de veinte músicos no desentonaran, y grabar un disco como "Kind of Blue", con Coltrane, Cannonball Adderley y Bill Evans, una de las más preciadas joyas del género de todos los tiempos.
Y llegó 1965. Inquieto, y en la obsesiva búsqueda de un sonido propio, Miles decidió virtualmente archivar la recreación de standards y rodearse de cuatro músicos para formar lo que la historia recordará como una superbanda de jazz, que interpretaba temas propios, a mitad de camino entre la tradición y la experimentación: el saxofonista Wayne Shorter, el pianista Herbie Hancock, el contrabajista Ron Carter y el baterista Tony Williams (de apenas 17 años).
Miles recuerda en su libro: "En aquella banda yo era la inspiración, digamos que la sapiencia y el nexo de unión entre todos. Tony era el fuego, la chispa creativa; Wayne era el hombre de las ideas, el conceptualizador de una gran cantidad de ideas musicales que llevamos a la práctica, y Ron y Herbie eran el soporte".
En sólo cuatro años, entre 1965 y 1968, de esa unión quedaron registrados seis discos ("E.S.P.", "Miles Smiles", "Sorcerer", "Nefertiti", "Miles in the Sky" y "Filles de Kilimanjaro"), que hicieron historia. Los cinco primeros acaban de ser relanzados por Columbia, en versiones remasterizadas y, en algunos casos, con tracks inéditos hasta ahora y con booklets que incluyen notas y fotos distintos a los conocidos.
En todos los casos se trata de material imprescindible, de una época en la que Miles arriesgó y ganó. Y cuando lo logró, se dio el lujo de haber sido, a partir de 1969, el abanderado de la fusión entre el jazz y el rock, aquel viejo enemigo. Quienes aún no se acercaron a estos discos del período 1965-1968 podrán comprobar la dosis vanguardista de estos cinco grandes del buen jazz. Que resisten el paso del tiempo en su carácter de clásicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario