sábado, 12 de enero de 2013

Entrevista con Cristiano Ratazzi

Cristiano Rattazzi: "La plata del fútbol podría ir a los pobres"

Suplemento Enfoques, diario La Nación, 30 de agosto de 2009

¿Por qué este porteño sesentón que vivió sólo de los 15 a los 22 años en Italia sigue hablando con un acento como si hubiera llegado ayer de la península?
No es el único misterio que encierra Cristiano Rattazzi. También causa intriga por qué fue el empresario que nunca se calló en la era kirchnerista cuando muchos de sus colegas parecían mudos. O el que no encaja en el estereotipo del hombre de negocios cuando blanquea su preocupación por los pobres con mucho más énfasis que cualquier político. O el que se escapa de las reglas de lo políticamente correcto al asegurar que Carlos Menem fue un estadista o que el gobierno nacional debería hacer un ajuste de la economía.
El presidente de Fiat y vicepresidente de la Unión Industrial Argentina (UIA) puede acumular algunos misterios inexplicables, pero cuando habla es directo y sin vueltas. Y lo que dice en esta entrevista con Enfoques no difiere sustancialmente de lo que viene diciendo desde hace años. Pero ahora, como en una suerte de Matrix empresarial, se ha transformado en un Rattazzi recargado. Capaz de advertir que "estamos en un sistema de alta inflación" y que "tenemos que hacer un país normal y serio". O de sostener que "falsificar los precios, a mediano plazo, no sirve para nada" y que "hay que revertir esta idea de que el Estado haga todo y privatizar lo más posible todo lo que se pueda".
"No tiene sentido que los argentinos tengamos que gastar 600 millones de pesos por año para algunos a los que le gusta ver el fútbol en directo o para que los goles no sean secuestrados. Sería mejor gastarla para hacer planes en serio dirigidos a los pobres", afirma este empresario ítaloargentino que el 25 de septiembre cumplirá 61 años, separado, con tres hijos, fama de play-boy, piloto de autos, aviones y helicópteros. Y que confiesa que lo aburre el golf y que sólo tiene tiempo para leer diarios y revistas.
Probablemente porque, como admiten en su entorno, entra en la categoría de "hombre de acción", característica que le ha valido, en el caso de sus tajantes definiciones políticas y económicas, hasta una amenaza de sanciones internas en la UIA cuando, en abril pasado, criticó las medidas proteccionistas del Gobierno al sostener que "vivir con lo nuestro sólo trajo pobreza".
Rattazzi cree que "se ha hecho muy poco" para darle transparencia a los índices que elabora el Indec, afirma que Guillermo Moreno sigue operando entre los empresarios y confiesa que no sabe por qué los Kirchner no quieren solucionar el conflicto con el campo: "Muchos argentinos tampoco lo entienden; si no, [el Gobierno] no hubiese tenido una elección tan poco positiva".
Es que, además de fabricar autos, el hijo de Susana Agnelli y Urbano Rattazzi es productor agropecuario y tambero, y quizá por esa doble condición tenga en claro por qué los hombres de negocios, en general, no adhirieron con más entusiasmo a los reclamos de las entidades rurales. "Hubo momentos en los cuales las cosas les iban tan bien [a los empresarios] que no se querían complicar la vida", reconoció.
Para el titular de Fiat, "la Argentina está en decadencia desde hace 80 años y no hay ningún país que se haya venido tan abajo como el nuestro". Por eso cree que "tenemos que volver a teorías económicas sanas" y que "hay que empezar a hacer orden", concepto que, para él, tiene rasgos concretos: "Que se salga del default, hablar con los holdouts, hablar lo más rápido posible con el FMI, arreglar de una manera sensata las tarifas, disminuir los impuestos distorsivos".
-¿Qué peligros ve en la economía argentina en este momento?
-Tenemos muchas cosas que están desactualizadas y en las que se debe poner orden, en una economía que se ha confundido mucho. Hay que seguir el camino de Chile y de Brasil, que han tenido estos años una enorme bonanza. Sobre todo, llevar a cero la inflación, crear un fuerte superávit fiscal real, no drogado por la inflación, y acercarse al investment grade [N. de la R.: la máxima confiabilidad que los mercados le otorgan a un país para recibir inversiones]. Nosotros hicimos el camino inverso y entramos en años un poco más difíciles, con alta inflación e inclusive con una especie de vuelta a la costumbre inflacionaria del país. Por eso los salarios, en vez de aumentar por productividad, en 3 o 4 puntos, aumentan por una inflación que no se sabe de cuánto es. Independientemente de que destruir el Indec no es inteligente para nadie, la idea es que hay inflación, que los salarios aumentan, que los alquileres aumentan, que los productos aumentan... Estamos en un sistema de alta inflación.
-¿A cuánto calcula que llega en este momento la inflación? ¿Qué marcan las mediciones de la UIA?
-Trato de hacer un promedio de lo que se escucha. La inflación estaba en el 25 por ciento, pero con la crisis y la retracción de la demanda, en este momento está en un 15 por ciento. Tenemos algunos sectores muy desajustados que tendrán que arreglarse. Si pensamos tener energía en el futuro, tendremos que revisar los precios del gas, la electricidad, los derivados del petróleo. Vamos a ver un recrudecimiento de la inflación. Como la idea es que nunca hay que hacer un ajuste, el ajuste se termina haciendo por la inflación. Que ajusta injustamente, castigando mucho a los que tienen renta fija, sobre todo a los jubilados y a la gente más pobre. La inflación castiga mucho más a los pobres que a los ricos.
-¿Qué prioridad debería tener entonces el Gobierno?
-Hay que empezar a hacer orden. Que se salga del default, hablar con los holdouts, hablar lo más rápido posible con el FMI, arreglar de una manera sensata las tarifas, disminuir los impuestos distorsivos: el impuesto al cheque, que no es a cuenta de Ganancias, ingresos brutos, y se volvió al impuesto al sello, que es del paleolítico. Hay que revertir esta idea de que el Estado haga todo y privatizar lo más posible todo lo que se pueda. Y hacer un país normal y serio como Perú, Chile, Brasil.
-En cuanto a la desactualización de las tarifas, hubo un intento del Gobierno de solucionar el problema, pero tuvo que dar marcha atrás.
-Cuando se pierde el momento bueno, que era cuando tenían que hacerlo, y no se hizo nada... Ahora es el momento más difícil porque no tienen el superávit fiscal que tenían, la gente se ha acostumbrado mal a una situación irreal y, además, perdieron las elecciones. No es el mejor momento para empezar a hacer orden. Nadie quiere ser responsable del Rodrigazo, aunque todos se acuerdan de ese momento, pero no de cómo la economía había sido falseada para que el Rodrigazo fuera la única solución. Hay que hacerlo en los momentos en que se puede para arreglar desajustes que eran obvios: ¿por qué vamos pagar 1,50 dólar el gas a Neuquén a boca de pozo y después lo compramos afuera a 7, 8 o 14 dólares? Estamos falseando los valores de la economía, pero algún día hay que sincerarlos. Dicen que sincerar es hacer ortodoxia y parece que falsear fuera genial. Pero el ajuste económico, de alguna manera, se hace.
-Mencionó un episodio tan crítico como el Rodrigazo. ¿Es posible llegar a una situación de ese tipo?
-No por ahora. Hablé del Rodrigazo como idea de quien ajustó. Y nadie quiere ser el que lo haga. Algún día hay que ajustar. ¿Qué hacemos con las tarifas? ¿Seguimos subsidiando? ¿Ajustar es antipopular? Sí, pero ¿quién subsidia? Los más pobres: todos esos subsidios enormes derivan de las cuentas públicas, que son las que tendrían que ayudar a los más necesitados.
-¿No es una buena señal entonces que el Estado se haga cargo de la televisación de los partidos de fútbol?
-No tiene sentido que los argentinos tengamos que gastar 600 millones de pesos por año para algunos a los que les gusta ver el fútbol por directo o para que los goles no sean "secuestrados". Sería mejor gastarlos para hacer planes en serio dirigidos a los pobres. En Brasil, por ejemplo, el plan de ayuda para lo pobres está dando muy buenos resultados. No es electoralista. Además, con el tema del fútbol nadie habla del hecho de que había un contrato y de que se violó. Eso parece no tener importancia.
-¿Le tiene confianza al ministro de Economía, Amado Boudou?
-Sí. Estudió en lugares donde se sabe de economía moderna. Tiene mucho potencial. Si va a poder ejercerlo, no lo sé.
-¿Le preocupa que todos los ministros de Economía tengan tanta dependencia de Néstor Kirchner?
-No conozco la interna, pero tendría que haber instituciones. El ministro de Economía es el que responde al Presidente. Cuando empecemos a respetar contratos, instituciones, será bienvenido para la Argentina. Esperemos que esta especie de descarrilamiento se vuelva a encauzar.
-¿Los recientes cambios que anunció el Gobierno en el Indec pueden traer estadísticas más confiables?
-Es fácil hacer más creíbles las estadísticas. Lo tiene que hacer alguien que sepa y que sea creíble. Es muy simple. Por ahora se ha hecho muy poco. Los índices sirven para lo que sirven, pero lo importante es arreglar el país y ahí se arregla el Indec. Si la inflación fuera próxima a cero, no importarían tanto los detalles del Indec.
-¿Guillermo Moreno tiene tanta influencia como antes en el Gobierno?
-Creo que sí.
-¿Sigue teniendo contacto con los empresarios?
-Sí. Fueron a verlo el otro día por la exportación de autos a Venezuela.
-¿Por qué el Gobierno no trata de solucionar el conflicto con el campo?
-No sé. No entiendo. De hecho, muchos argentinos tampoco lo entienden. Si no, no hubiesen tenido una elección tan poco positiva. Hay que incentivar al campo y las retenciones son el peor impuesto porque desincentiva a la producción marginal, que es la que hay que incentivar. Si el Estado necesita más plata para financiar los gastos, tendríamos que ver cuánto tiene que gastar, pero hay miles de maneras sin aplicar las retenciones. Por ejemplo, aumentar el impuesto a las ganancias. Somos uno de los pocos países en el mundo que tiene impuestos a la exportación. Falsificar los precios, a mediano plazo, no sirve para nada. ¿Quieren que los pobres coman pan barato? Hagan un subsidio específico para que el pobre pueda comprar el pan, y mantengan los precios del resto. El mercado establece los precios de una manera más lógica y más balanceada que esas cabezas pensantes que ponen los precios.
-El empresariado no apoyó con énfasis el reclamo del campo. ¿Por qué?
-Hubo momentos en los cuales a los empresarios las cosas les iban tan bien que no se querían complicar la vida. Pero la UIA apoyó al campo, como, por ejemplo, no apoyó la confiscación de las AFPJ. Tenemos que volver a teorías sanas de economía. ¿Por qué la Argentina está en decadencia desde hace 80 años? No hay ningún país que se haya venido tan abajo.
-Como una maldición...
-Es la maldición de la riqueza. Es demasiado fácil: tirás trigo y crece en la Pampa Húmeda. Eso ha creado una sociedad que no sabe evaluar los valores a largo plazo, la investigación, el desarrollo, el esfuerzo. Acá siempre tenemos un modelo nuevo, una visión de país diferente, pero cada uno cree que la propia es la mejor. De 2003 a 2008 le fue bien a toda América latina, haya sido de izquierda o de derecha. No usemos eso para decir que nos fue bien. Hay algunos países que en ese período construyeron reservas, prepararon el futuro.
-¿Néstor Kirchner no lo hizo?
-Acá no hemos construido mucho para el futuro. Puede ser que ahora empiece una reactivación extraordinaria y que el país empiece a estar ordenado y funcionando a mediano plazo. Tengo mis dudas. Mi industria está funcionando muy bien porque le vendemos a Brasil. Mucho y bien.
-¿Y nuestro mercado?
-No está tan mal. El récord fue el año pasado, con 600.000 autos, pero este año estamos en 500.000. Preveíamos 400.000 cuando empezó la crisis. Es un mercado de un 15 a un 18 por ciento más bajo. Nuestra producción la hacemos toda para Brasil. Otro mercado de exportación es México, que está bastante caído porque depende mucho de la economía norteamericana.
-¿Qué piensa de Cristina Kirchner?
-Es una persona inteligente que tiene potencial. Tiene dos años y medio por delante para demostrar ese potencial.
-En todo el período kirchnerista usted siempre habló, pero muchos de sus colegas se mantuvieron en silencio. ¿Le tienen miedo a los Kirchner?
-Hoy, mucho menos. Internamente se debate un poco más. Pero cuando las cosas te andan muy bien y sin necesidad de enormes inversiones... Una vez lo dije en una reunión de la UIA, hace cuatro o cinco años. "Hasta aquí fue tan fácil: salarios muy bajos, tarifas prácticamente inexistentes, dólar muy alto. Por lo tanto, cualquier producción es rentable". Nadie va a querer armar lío sobre lo que puede pasar a mediano plazo. A mediados de 2008, cuando todavía no había empezado la crisis internacional, pero acá había cosas que no funcionaban, en una reunión dije: "Se acabó la joda del dólar recontraalto, tarifas recontrabajas, salarios recontrabajos". Eso fue posible por la crisis muy grave de 2002 y también por no haber reaccionado seriamente como otros países, haciendo ajustes serios. Acá, primero hicimos ajustes en los salarios y en las tarifas, salvajemente. Eso se acabó.
-Si los empresarios hubieran hablado más, ¿podrían haber frenado esas distorsiones que ustedes ven en el país?
-¿Quién podía hablar cuando a uno le controlaban el precio de sus productos?
-¿Hay represalias contra el que se anima a hablar, a criticar?
-Evidentemente no les iba muy bien a los empresarios que hablaban. No era la idea que se pudiera hablar. Pero era la economía que había y nadie podía perder plata.
-Usted criticó al Gobierno antes de las elecciones y en la UIA estuvieron a punto de sancionarlo. ¿Ya cerraron esas heridas internas?
-Mientras en ese momento yo podía parecer un halcón, ahora parezco una paloma (risas).
-¿Le preocupa la relación de los Kirchner con Chávez?
-No, no me preocupa. Chávez representa un problema para América latina, pero tiene bastantes problemas internos.
-¿Sigue pensando que Carlos Menem fue un estadista?
-Sí. En el primer período arregló cosas de la Argentina muy difíciles y había empezado una transformación a largo plazo. Eliminó la inflación de dos cifras, el país empezó a crecer, privatizó empresas que no funcionaban bien, empezaron a aparecer inversiones por todos lados. El segundo período no fue del mismo nivel. No se tendría que haber hecho reelegir.
-Usted que es piloto de rally, ¿cómo lo ve a Carlos Reutemann para las elecciones de 2011?
-Yo lo quiero. El otro día estuve hablando con él y las cosas que me dijo eran sensatas, inteligentes. Hoy, las figuras son Reutemann y (Julio) Cobos. Al vicepresidente lo conozco menos. Pero parecen tipos sensatos, serios, normales. En este país, el ser normal ya es importante.
-¿Y cómo ve el regreso de Eduardo Duhalde? ¿Es un presidenciable?
-Qué se yo. Acá puede pasar cualquier cosa.

MANO A MANO

Cristiano Rattazzi no parece un típico empresario argentino. Dice lo que piensa. Y lo dice no desde que el kirchnerismo perdió las elecciones, sino desde mucho antes. También es cierto que durante la entrevista tuvo en su jefe de prensa, Javier Vernengo, a un celoso custodio que aportó frases, argumentos y hasta frenó el ímpetu del hombre de negocios cuando había empezado a criticar a Hugo Chávez. Aun así, el presidente de Fiat no eludió ningún tema. Ni los más espinosos o aquellos que se han transformado en un tabú para la clase dirigente, como cuando dijo que se debería hacer un ajuste económico o que habría que reprivatizar empresas públicas. Pese a su perfil liberal, insistió en mencionar a Brasil, Chile y España como modelos para imitar. Es, antes que nada, un pragmático. Que, más allá de marcar diferencias, puede elogiar a Cristina Kirchner o a Amado Boudou y, segundos después, calificar de estadista a Carlos Menem. Confesó que le encanta pilotear aviones y helicópteros, algo que se nota al escucharlo hablar: cuando levanta vuelo con sus palabras no piensa que lo pueden hacer terminar, con suerte, en un aterrizaje de emergencia. 

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