domingo, 13 de enero de 2013

Blues: crítica del show de B.B. King

El viejo sabio de la guitarra del blues

Diario La Nación, Sección Espectáculos, 27 de marzo de 2010

Fue como haber estado en el living de casa con un abuelo sabio y canchero que llegó de Mississippi y que se pasó una larga velada contando historias, cantando y tocando la guitarra para complacer a una familia a la que no veía hacía mucho tiempo. Esa fue la sensación, entre otras posibles, que dejó el regreso de B.B. King a la Argentina.
En realidad, las únicas diferencias entre aquella imagen hogareña y los dos recitales porteños del Rey del Blues son dos: el living fue el Luna Park y la familia, 12.600 personas que llenaron todas las butacas entre el miércoles y el jueves pasados. Más allá de la euforia del público, lo que pudo verse y escucharse fue un B.B. King que no disimuló sus 84 años ni la virtual condición de última gira internacional en que parece haberse transformado este One More Time Tour: aunque predominó el humor, tanto en la música como en los comentarios de esta leyenda viviente, el clima tuvo un matiz nostálgico, con mucha emoción contenida y con un nítido sabor a despedida.
Ese es, quizá, el único matiz distintivo de este regreso con gloria de la última gran leyenda viviente del género. El resto fue similar, por suerte, al de siempre: una aplanadora blusera en la que brilló no sólo la estrella de la noche sino también su banda, una potente formación de ocho músicos entre los que figuraba su sobrino, Walter Riley King, en saxo barítono y flauta. Es cierto que B.B. King tocó menos y habló más que en otros conciertos, pero cada vez que acariciaba las cuerdas de su guitarra Lucille como sólo él sabe hacerlo, el estadio rugía como si estuviera festejando un gol.
Es que, a su edad, este hombre corpulento, que toca sentado como el jefe de la tribu, y que es imposible que pase inadvertido con saco multicolor y chaleco dorado, sabe que la velocidad no es la clave para transmitir algo. Por eso paladeó y demoró muchos de sus característicos solos, sobre todo en algunos blues lentos como "Darling You Know I Love", por más que a veces haya acelerado al máximo, sin freno, como en la versión hiperkinética de "When Love Comes To Town", que inmortalizó junto con U2.
B.B. King no sólo tiene el talento para lo que es evidente en cualquiera de sus discos, sino que en vivo le añade una condición de eficaz showman: coqueteó con las damas presentes, tiró besitos al micrófono, gesticuló como nunca y hasta transformó el simple hecho de refrescarse con un poco de jugo de manzana en un acto casi humorístico.
En su repertorio no faltaron, como siempre, clásicos inoxidables como "Every Day I Have The Blues", "Rock Me Baby" y, sobre todo, "The Thrill Is Gone", a la que este patriarca blusero siempre le encuentra algún matiz distinto, siempre conmovedor. Ni tampoco faltó una novedad como la efervescente "One Kind Favor", de su último disco.
B.B. King comenzó y se despidió añadiendo más ingredientes para lagrimear, como las constantes referencias a Pappo, con quien tocó en la Argentina y en el Madison Square Garden de Nueva York. Fueron dos horas de una verdadera master class de blues que terminó con una festiva "When The Saints Go Marching In", entonada por un abuelo sabio y canchero que llegó de Mississippi logrando conmover a miles de porteños con la misma e inefable fórmula que tantas veces repitió en sus 84 años.

No hay comentarios:

Publicar un comentario