domingo, 13 de enero de 2013

Sindicalismo: perfil de Lorenzo Miguel

El hombre más fiel e infiel a sí mismo


Diario La Nación, 23 de diciembre de 1998
Una vez más, Lorenzo Miguel eligió ser tan fiel como infiel a sí mismo. Fiel, en principio, no a una compleja estrategia política ni a ningún principio ético determinado, sino a su instinto de supervivencia. E infiel, por otra parte, a sus convicciones más íntimas, aquellas a partir de las cuales la sola mención del nombre "Carlos Menem" le originan una reacción íntima parecida a un misil Tomahawk en Bagdad.
El sábado, en La Matanza, en un acto de Alberto Pierri, y anteayer, en la residencia de Olivos, el jefe de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) comenzó otro de sus operativos de acercamiento al Presidente, que, espasmódicamente, y tal como sucede desde 1989, sobreviene cada vez que las necesidades políticas o económicas de su gremio lo requieren.
En este caso, el objeto del deseo miguelista es la obra social metalúrgica, esa criatura tan imprescindible para los trabajadores del sector, a los que les brinda cobertura médica y social, como para los dirigentes sindicales: desde su constitución, en 1970, estas entidades se convirtieron en una llave maestra para el manejo de fondos multimillonarios.
Una criatura que, además, ha demostrado ser excesivamente gastadora: pese a ser una de las más numerosas del sistema, es virtualmente la más deficitaria y la que más subsidios del Gobierno ha recibido en la última década para intentar subsanar su delicada situación financiera.

EJEMPLOS MILLONARIOS

En 1991, un estudio de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) reveló que en 1990, de un total de unos 180 millones de dólares otorgados por el Gobierno como subsidios, el 11,1 por ciento (más de 20 millones de dólares) fueron entregados a una sola obra social, la metalúrgica, que representaba apenas el 7 por ciento de todos los afiliados del sistema.
Pero se trata de apenas un ejemplo. En 1985, luego del proceso de intervención a las obras sociales, Miguel negoció con el entonces presidente Raúl Alfonsín la designación de un amigo del sindicalista, Oscar Horacio Miró, como interventor provisional de la entidad.
Desde entonces, la obra social de la UOM, siempre con su balance en rojo, recibió anualmente unos 20 millones de pesos para compensar su déficit, sin presentar balance alguno y con algunas curiosidades, como que entre sus acreedores se encuentran muchos de sus aliados y amigos.
Con Menem, la situación no se modificó, excepto por los interlocutores: paradójicamente, a Miguel le resultaba más fácil dialogar con un gobierno radical como el de Alfonsín que con uno peronista como el de Menem. Se trata de un problema netamente personal: el líder de la UOM no tiene buenos recuerdos del período 1976-1978, en el que compartió la cárcel con el actual presidente.
Por eso, muchos de sus movimiento políticos obedecieron en gran parte a la enorme desconfianza hacia Menem, cuya conducta en aquellos días carcelarios, a juicio del dirigente sindical, estaban lejos del código de honor miguelista.

FIRME JUNTO A CARLOS

Hoy, luego de que esa estrategia pendular lo había acercado al principal enemigo íntimo de Menem, Eduardo Duhalde, con vistas a los comicios de 1999, Miguel movió las piezas en un sentido contrario.
Los 100 millones de dólares que debe la obra social metalúrgica, y que requieren del auxilio gubernamental, tornan explicable (y digerible) este nuevo paso del líder sindical más indestructible del mercado (está al frente de su gremio, el más importante del sector industrial, desde el lejano 20 de marzo de 1970).
El gesto actual de Miguel se parece demasiado al de noviembre de 1990, cuando, con un perfil antimenemista, el jefe de la UOM se pasó al furioso oficialismo luego de que Menem accedió a que un metalúrgico se integrara al directorio de la Administración Nacional de Obras Sociales (Anssal), para intentar resolver desde allí el saneamiento de su obra social, que por entonces tenía una deuda de 40 millones de dólares.
Fiel e infiel a sus principios, en forma simultánea, Miguel dejó un único flanco de coherencia en sus últimos pasos: el gran gestor del operativo reencuentro con el Presidente fue su gran amigo Julio Raele (de presencia permanente en todas las negociaciones reservadas y públicas de los metalúrgicos), presidente del Instituto Cooperativo de Seguros, el mismo que maneja todas las pólizas de la UOM y de otros gremios, y que luego de conocer al sindicalista, en la década del setenta, con el paso de los años se convirtió en uno de los hombres más ricos de la Argentina. 

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