sábado, 12 de enero de 2013

Jazz: entrevista con John Scofield

John Scofield: la locura más cuerda del jazz

Diario La Nación, Sección Espectáculos, 7 de septiembre de 2011

Se puede tener un diálogo de locos con un loco como John Scofield? Sí, se puede. A continuación, un fragmento ilustrativo del alocado diálogo telefónico entre el célebre guitarrista norteamericano y La Nación:
-Al referirse al hecho de que cada uno de sus discos es diferente, usted le dijo hace dos años al diario El País, de España: "Soy un esquizofrénico. Debería estar en un manicomio". ¿Es la única explicación? ¿No hay otro motor que lo impulse más que la locura? No me diga que sí, por favor. [Risas]
-¡Es que pienso eso! El punto es la cantidad de años que llevo trabajando así: grabo un disco de jazz y otro de blues, uno de gospel y luego uno de folk eléctrico. Siempre estoy haciendo algo diferente. Ya soy un adicto: eso me mantiene vivo, hace que no me encierre en un estilo. Y de esta forma, al menos, no me aburro...
Scofield, como lo sabe cualquiera que lo haya escuchado, no está nada loco, es uno de los artistas que han estructurado su carrera con más cordura que ninguno y es uno de los mejores guitarristas de jazz del momento.
Sí, como él mismo admite, tiene una tendencia a cambiar de proyecto artístico y de acompañantes musicales como de ropa interior, pero eso, más que alguna enfermedad, es uno de los rasgos más saludables de este hombre que nació hace 59 años en la ciudad de Dayton, Ohio, Estados Unidos, y que mañana, a las 21.30, volverá a Buenos Aires para presentar en el teatro Gran Rex su nuevo disco, A Moment's Peace.
Este álbum, editado por Universal, es un exquisito compendio de baladas propias y ajenas (algunas, con la firma de Lennon & McCartney, Carla Bley o Abbey Lincoln), enriquecido con el aporte del pianista Larry Goldings, el bajista Scott Colley y el baterista Brian Blade. Parte de este proyecto discográfico será lo que los argentinos podremos escuchar en vivo, pero aquí cambiará de acompañantes sin que su apuesta pierda un gramo de interés: sumará a uno de los mejores bateristas actuales, el pelirrojo Bill Stewart, y a dos jóvenes talentos de la escena neoyorquina, el pianista Michael Eckroth y el bajista Ben Street.
Será, por supuesto, una imperdible oportunidad de escuchar al tercer mosquetero del jazz contemporáneo (los otros dos son Pat Metheny y Bill Frisell, sus compañeros generacionales y musicales), de reencontrarse con el mismo Scofield de ojos claros, calvicie franca y dedos ágiles que toca la guitarra desde los 11 años, que estudió en Berklee, que debutó en una grabación con Gerry Mulligan y Chet Baker, que tocó con Charles Mingus y Gary Burton, entre otros, y que terminó llegando a la meca jazzera cuando se sumó a la banda de Miles Davis entre 1982 y 1985.
Y si bien su carrera solista comenzó en 1977, con el CD East Meets West, el sello indeleble que estampó en su carrera la colaboración con el genial trompetista le dejó algo mucho más profundo que el mero prestigio: el componente de experimentación, cambio permanente y riesgo que Miles convirtió en su filosofía.
"Miles fue siempre mi músico favorito -recuerda en la charla que mantuvo con La Nacion-. Durante años lo iba a ver en Nueva York y trataba de tocar como él. Cuando por fin pude tocar en su grupo, sentí mucha confianza en mí mismo porque a él también le gustaba lo que yo hacía. Eso fue realmente fuerte y me fortaleció como músico. Imagino que eso mismo tal vez les sucedió a muchos de los que pasaron por la experiencia única de tocar con Miles."
-Volvamos al presente: ¿por qué su nuevo disco está dedicado a las baladas? ¿Qué le aporta restringirse al formato de una melodía famosa? ¿O, más que restricción, es una gran oportunidad de expresarse?
-Yo amo las baladas. Muchas veces he incluido alguna en mis anteriores trabajos y hacía mucho que quería grabar un disco de canciones de amor tranquilas, en un tiempo verdaderamente lento, cuidando que cada una tuviera su identidad. En eso realmente me esforcé. Para un músico, el riesgo de tocar canciones clásicas es no hacerlo del todo bien o no estar conforme. Ese es el verdadero peligro cuando uno toca melodías ciertamente buenas.
-Usted mismo aclaró que se había propuesto no quedar estancado en una propuesta de "easy listening" (música ligera). ¿Ese era el único riesgo que corría con un proyecto de estas características?
-Es que en este momento tomé la decisión de hacerlo. No se puede tocar todo un disco completo de baladas románticas en vivo, es algo que se adapta mejor al estudio de grabación. El riesgo es que resulte aburrido, y por eso el desafío es seguir buscando la belleza en esas melodías. El talento que tiene que tener el músico de jazz es lograr aportarle algo nuevo y fresco a la interpretación de esas canciones.
-¿Cómo será su próximo disco? Seguramente distinto de A Moment's Peace, pero ¿en qué dirección? ¿Tiene algo en mente?
-No sé cómo será. Tengo muchas ideas, pero nada definido, por ahora. Me gustaría inclinarme al country o al blues. De todas formas, estoy bastante emocionado porque están por salir, en octubre, dos discos en vivo que grabé con Medeski Martin & Wood. Luego ya me ocuparé del próximo trabajo.
-Hábleme de los músicos que lo acompañarán en su concierto de Buenos Aires. ¿Qué le aporta Bill Stewart? ¿Y esos dos desconocidos para el gran público argentino, como Eckroth y Street?
-Hace 20 años que toco con Bill (Stewart). Creo que es el mejor baterista de Nueva York. Tiene mucho "groove" y la combinación con Ben Street en el bajo es espectacular. Hace tiempo que venimos tocando juntos en distintos lugares, incluso hace poco en el Lincoln Center. Eckroth fue mi alumno en la NY University. Yo le enseñé algo de jazz y cuando lo escuché tocar descubrí lo bueno que era y pensé: "Este chico tiene que tocar conmigo". Y aquí está.

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