sábado, 12 de enero de 2013

Entrevista con Jorge Coscia

Jorge Coscia: "López Rega no se lo debemos al PJ, sino a la Revolución Libertadora"

Suplemento Enfoques, diario La Nación, 8 de mayo de 2011

Esta entrevista no va a conformar a nadie. ¿Por qué? Obviedad número 1: se entrevista a una personalidad para conocer su opinión sobre determinados temas, y esto incluye mayor o menor grado de habilidad para preguntar y para responder. Obviedad número 2: estos tiempos de kirchnerismo explícito han transformado todo simple artículo periodístico en una pieza clave de ese complejo tablero político en el que se dirimen grandes batallas ideológicas y, por ello, cualquier nota suele estar sospechada, a priori , de ocultar intenciones dignas de un "enemigo de la patria".
Seguramente por eso los kirchneristas más rabiosos empezarán desconfiando de la presencia del secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia, en las páginas de un diario al que tildan de "opositor" como La Nacion, y luego terminarán encontrando argumentos para criticar hasta alguna coma ubicada en el texto con la supuesta intención de perjudicar al funcionario. Los antikirchneristas, en cambio, seguramente cuestionarán el solo hecho de haber elegido al ex presidente del Instituto de Cinematografía para que ocupe estas páginas, se indignarán con sus contestaciones y protestarán porque se lo dejó hablar con libertad o quizá porque no están todas las réplicas ni repreguntas que se les ocurrirán.
Coscia no es un funcionario cualquiera: se ocupa de los temas culturales, pero se ha destacado más como una suerte de vocero del "modelo" kirchnerista. Así como el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, a veces con más chispa y humor, se centra en la gestión, y defiende y justifica cada medida del Gobierno ante todo micrófono que encuentre cerca, el secretario de Cultura hace lo propio desde una perspectiva más ambiciosa, con anclaje en la historia y, en particular, en la interpretación peronista del pasado reciente de nuestro país: básicamente, que todo lo mejor para la Argentina llegó gracias a Juan Domingo Perón y que todo lo peor se produjo a partir de su derrocamiento y de su proscripción política.
De 59 años, casado, con una trayectoria política que incluye un pasado en las filas del Frente de Izquierda Popular (FIP) que lideró Jorge Abelardo Ramos y una experiencia como diputado nacional entre 2005 y 2009, además de una carrera artística que incluye la dirección de películas comoMirta, de Liniers a Estambul, Cipayos Luca vive , Coscia puede transformarse en un abonado a la polémica al afirmar a Enfoques que "éste es el período menos violento de la historia argentina" o que "López Rega nace al calor de un hombre que está en su vejez [por Perón] y al que le importa más quién le pone las pantuflas que el que le trae ideas revolucionarias".
Pero que también dice que intelectuales anti K como Beatriz Sarlo "son una parte imprescindible de la historia de los argentinos" y que acepta que la Casa Rosada teja alianzas con Carlos Menem, el PC, Aldo Rico o un ex ucedeísta como Amado Boudou, porque todos coinciden con el eje "nacional, popular y democrático", aunque advierte: "Es imposible que estemos de acuerdo en todo".
-Comienzo con algo que quizá usted no compartirá: el escándalo que se originó a partir de una propuesta del titular de la Biblioteca Nacional, Horacio González, para que no hablara Mario Vargas Llosa en la Feria del Libro quedará en la historia como una descripción de época: se hablará en el futuro de cuando se intentó que un Premio Nobel no hablara por el solo hecho de ser liberal.
-Como bien dice, no lo comparto. (Risas.) Horacio es director de la Biblioteca Nacional, no es el secretario de Cultura ni el ministro del Interior. Hay una tradición en la Biblioteca Nacional en donde se le permite al director que mantenga ese fuerte papel de intelectual que opina. Si uno lee bien la nota verá la idea de opinar sobre las ideas de Vargas Llosa y subrayar la contradicción. Más grave hubiera sido si yo hubiera hecho ese planteo. A la Feria del Libro la organiza un ente no oficial. ¿Cómo vamos a decir a quién invitar si alguien se casa? Al mismo tiempo, es un evento no público de un fuerte carácter cultural y cada invitado expresa un punto de vista. Ahí hay que encuadrar el debate. Vargas Llosa escribió un artículo en el diario El Paísllamado "Razones contra la excepción cultural". Ese es el nudo: no es un debate con el escritor, sino con el militante del neoliberalismo en el campo de la cultura y de la política. Es una contradicción que juzgue las películas del cine iberoamericano un hombre que, si se impusieran sus ideas en torno a las políticas públicas sobre la cultura, no quedarían películas prácticamente para juzgar.
-Aun así, el clima fue tan hostil que tuvo que intervenir la Presidenta. Pero, ¿no fue contraproducente para los intereses del kirchnerismo? Vargas Llosa quedó como un adalid de la libertad de expresión y se frustró el debate, que era lo que querían ustedes.
-Una muy sabia intervención [de la Presidenta] porque había que aclarar cuál es el rol del Estado en cada tema. Pero vivimos un período en donde los debates, de un modo u otro, se producen. Desafío a alguien a que me demuestre lo contrario: este es el período menos violento de la historia argentina. Y el período de mayor debate?
-¿Pero quién debate?
-Todo el mundo. Debate Carta Abierta, debate Beatriz Sarlo, debate Pino Solanas...
-Se parecen más a monólogos...
-¿En qué sentido monólogos? En términos mediáticos, la presencia de opositores al Gobierno tiene una capacidad de fuego comunicacional enorme. La llegada de Vargas Llosa permitió hablar de algunos temas como excepción cultural, como la vigencia del neoliberalismo en algunos intelectuales, de que es muy frecuente que talentosos escritores tengan un pensamiento político reaccionario. Nos permite también pensar en la mutabilidad de los hombres, que nadie es de una sola pieza toda su vida ni de una sola ideología, nos permite entender que hubo un Lugones socialista y luego uno golpista, como que hubo un Vargas Llosa progresista, de izquierda latinoamericanista y hoy es un neoliberal funcional a determinados pensamientos conservadores?
-Y que también hubo un peronismo liberal y después uno supuestamente progresista?
-Tal cual. Nos permite pensar en lo que decía don Arturo Jaureche: que hay quienes se suben al caballo por la izquierda o por la derecha, pero que lo importante es por donde uno se baja y no por donde uno sube. Los hombres no sólo polemizan con otros hombres sino que los hombres y las mujeres polemizamos con nosotros mismos.
-Esta definición del "período menos violento" es extraña, sobre todo por la violencia que se ejerce desde el discurso oficial o el que generan algunos hechos como la exposición en la que se proponía pegarle a "los gorilas" o esa movilización en la que se invitaba a escupir fotos de personalidades antikirchneristas. Eso también genera violencia.
-Hay una gran injusticia: la muestra [en el Palais de Glace] recordaba a hombres que han sido excluidos, censurados, exiliados, asesinados, desaparecidos, que conforman un grupo de una enorme diversidad, pero integran una suerte de espacio claramente definido como de proyecto nacional y popular. Poner el acento en lo que es una instalación artística que puede ser buena, mala o regular, y olvidar la otra cuestión me parece que es una maniobra distractiva.
-¿Pero no genera un clima violento?
-El clima es lo que vivimos, y acá se acaba la duda porque nunca es triste la verdad, pero lo que no tiene remedio es la referencia histórica. ¿Alguien me puede refutar que este es el período menos violento de la historia argentina? Este gobierno habla en voz alta, ¿pero acaso no habla en voz alta Carrió, o la oposición? Han dicho cosas terribles de este gobierno. Néstor Kirchner usaba con una frecuencia formidable el concepto "ésta es mi verdad relativa": ¿cuándo dijeron Carrió, Solanas o Sanz "ésta es mi verdad relativa"? Tengo mucha vehemencia, pero voy a todos los programas de TV, me llevo bien con todos los periodistas, me siento bien tratado, y pregunto: ¿Sarmiento tenía buen carácter? ¿El hombre más referencial de la política y de la historia argentina era un hombre manso? ¿O no decía cosas que hoy horrorizarían? Beatriz Sarlo dijo a Enfoques que habría que prenderle una vela a Margaret Thatcher todos sus cumpleaños porque le debemos la democracia. Si yo dijera algo parecido...
-Algo polémico ya dijo: usted apoyó la recuperación de las islas Malvinas, aunque fue una decisión de una dictadura, y hace poco hasta afirmó: "Tal vez uno tenía la sensación de que los militares podían contra el imperio". Casi una declaración de respaldo?
-No, la sensación que teníamos era que era una causa justa llevada adelante por hombres injustos, pero donde había quince mil argentinos peleando y donde había, del otro lado, un imperio. Pero decir que la democracia se la debemos a Margaret Thatcher es una injusticia.
-Me hace ruido que critique eso sin recordar que fue uno de los que apoyó en su momento al régimen militar en esa decisión...
-Yo no apoyé nada. Eso lo dijo la izquierda nacional de [Jorge Abelardo] Ramos y yo todavía no estaba ahí. Lo único que yo suscribo es la reivindicación de las islas Malvinas. Esa gesta es del pueblo argentino, no de los militares.
-Usted viene de la izquierda nacional..
-Sí, entré muy joven, a los 17, y allí hice una experiencia muy rica. Admiro mucho a Ramos.
-Usted lo admira mucho, pero ¿de qué manera lo afectó el hecho de que él terminó siendo embajador del gobierno de Menem?
-Como embajador en México defendió sus concepciones de integración latinoamericana y en ese período complejo encontró algunas grietas para defender el proyecto latinoamericanista, en un momento donde ese proyecto era muy débil.
-¿No le parece criticable el máximo exponente de la izquierda nacional trabajando para Menem? Era la época de ruptura con el grupo de países no alineados, de las "relaciones carnales" con Estados Unidos?
-Tengo el dedo corto...
-No pido acusaciones, sino un análisis.
-Creo que él aprovecha lo que puede desde ese lugar. Lo comprendo y entiendo que él vio una posibilidad de hacer algo. Hay que ponerse en el lugar de las personas que tienen mejores y peores momentos a lo largo de su vida. Y ése no es su mejor momento, pero le saca algo de jugo al limón de la política exterior argentina.
-Así como comprende a Ramos, ¿puede comprender también a Menem?
-Es muy simple: el peronismo expresa una revolución nacional y popular que combina las tareas de autonomía y de liberación nacional con las tareas de construcción de justicia. Nada tan distinto a lo que en su momento Roosevelt sueña después de la crisis del 30 ni lo que los laboristas hacen ganando las elecciones a Churchill en el 45. Ahora, vamos a tomar a tomar la revolución arquetípica, la Francesa: se hace para aniquilar a un rey y se termina poniendo un emperador. Que a nosotros nos pase que intentamos liberar la Argentina y aparezca un tipo que bajo este signo termina encuadrando a la Argentina con la OTAN y generando relaciones carnales podría arrojar una premisa: no hay revoluciones sin traidores. Casi diría que la existencia de traidores confirma que esto es una amplia revolución.
-¿Y José López Rega cómo se explica en este esquema? ¿Es otro traidor?
-López Rega se lo debemos a la Revolución Libertadora y no al peronismo. El peronismo del 73 debe ser juzgado porque fue generado en parte por su propia historia, pero también por la historia de lo que hicieron con él las fuerzas reaccionarias de la Argentina. López Rega nace al calor de un hombre que, dieciocho años después, está en su vejez y le importa más quién le pone las pantuflas que el que le trae ideas revolucionarias. Eso es López Rega.
-Parece muy duro con Perón.
-No es ser muy duro. Perón era de carne y hueso, no un santo. Un hombre que cuando vuelve a la Argentina tiene 80 años, problemas cardíacos y un hombre servil a su lado que va ganando espacios. Y sí: a los 80 años es muy importante el hombre que acerca las pantuflas. López Rega es un efecto residual de la Revolución Libertadora, como muchos defectos del peronismo.
-Ramos tiene una frase interesante: "Lo único que ha dejado la historia es el peronismo, tal cual y tan podrido como es, pero fuera de él y contra él está la nada".
-Bueno, coincide con Sarlo, que dice que el peronismo es tan imprescindible como Borges.
-¿Y eso es preocupante para Sarlo o para Ramos? (Risas.)
-El peronismo es una pesadilla que no hay manera de sacárnosla de encima. Pesadilla no para mí, sino para ciertos sectores de la sociedad, y tiene la particularidad de mutar, de cambiar. Ha mutado para bien y ha mutado para mal. Me acuerdo de que con [Torcuato] Di Tella yo polemicé por una muy simpática metáfora que él hizo tratando de explicarle el peronismo a los izquierdistas europeos: "El peronismo es como un rabanito, para entenderlo no hay que agarrarlo de las hojas porque uno se queda con las hojas en la mano, hay que escarbar alrededor". Yo le dije: "No, el peronismo es como un roble. Primero, porque aguanta más tiempo que un rabanito, segundo porque las ramas que el peronismo genera cuando no llega la savia de la raíz se quiebran y se mueren, pero no se muere el árbol y puede haber un momento en donde las ramas sean muy saludables". El menemismo fue muy saludable, pero en un momento dejó de llegarle la savia. ¿Qué es la savia? La raíz, el sentido histórico. El peronismo tiene en la historia un sentido, el día que contradiga ese sentido? Muchos pensaron, y por eso se fueron a la Alianza, que el peronismo había perdido sentido. Y yo los comprendo porque en los años 90 encontrarle sentido al peronismo era muy difícil. Es ahí donde aparece Kirchner.
-¿Y qué piensa de Duhalde? Usted fue funcionario de él y ahora están enfrentados.
-Tiene un muy buen momento en la crisis de 2002, que luego desvirtúa lamentablemente con sus posiciones. No logro entender las razones.
-Los Kirchner lo han equiparado con la mafia, con "El padrino". ¿Coincide?
-Es un despropósito pensar que es Abraham Lincoln como pensar que es un mafioso.
-¿Cómo incluye el kirchnerismo a los que no piensan igual? A los intelectuales críticos, pero valiosos para el país, por ejemplo.
-Forman parte de la cultura de los argentinos. La cultura no se compone de unanimidades, sino de diferencias y debates. Ahora, el Estado argentino, desde esta política cultural y desde 2003, no ha sido excluyente: hicimos una muestra de pensadores nacionales y populares, pero también reinauguré la casa de Sarmiento, con un discurso reivindicando los mejores aspectos de él. No soy novedoso: Borges le escribió el prólogo a Jauretche en El paso de los libres , y Jauretche era un exégeta de la literatura sarmientina. Nos llaman sectarios, pero somos lo contrario. Beatriz Sarlo, Aguinis, Kovadloff, son una parte imprescindible de la cultura de los argentinos, y esto no significa que no debamos debatir.
-El kirchnerismo es tan amplio que puede incluir desde sectores progresistas hasta Menem, Aldo Rico o un ex liberal como Boudou. ¿Es oportunismo o incoherencia?
-Hay una clara articulación en torno al concepto de lo nacional, popular y democrático. Las revoluciones no se hacen con largos parlamentos y manuales de instrucción, las sectas se hacen así. Las revoluciones se hacen con "pan y tierra", "pan, paz y libertad", "justo, libre y soberana". Nuestro proceso de transformación puede integrar, pero hay matices de amplitud. ¿Tenemos que estar de acuerdo en todo? Es imposible.
-Lo vi muchas veces en la televisión y me llama la atención que nunca sonría. ¿Es por su concepción militante de pensar que todos los días entabla una batalla ideológica?
-Tomo nota? Pero no creo que esté crispado... ¿Le parece que estoy crispado?
-En persona, no. Hasta admite errores.
-Admito errores lejanos, incluso. Uno no puede ser revisionista y agarrar un período entero de la historia como es el peronismo y decir "esto fue perfecto" y hacer un moñito. En CQC me preguntaron lo de la autocrítica y yo dije que sí: "Somos casi perfectos", dije. Entonces habría que formar un Ministerio de la Perfección. Y armar una Dirección de Autocrítica. (Risas.)

MANO A MANO

No comparto muchos de los pensamientos de Jorge Coscia, pero me gustó hablar con él. Fue difícil afrontar una entrevista de estas características: ¿hay que limitarse a preguntar, escuchar y repreguntar o polemizar y entablar un debate sin cuartel? Me parece saludable que opinen los lectores. Aunque, como escribí en la nota, la división que ha provocado el kirchnerismo en la sociedad hará que, seguramente, todos se sientan defraudados con el diálogo que mantuvimos por más de dos horas. Es hábil, rápido, aunque a veces abusa de los ejemplos históricos para justificar realidades controvertidas. Tuvimos varios momentos en los que discrepamos, con mucha pasión pero con buena fe. Hay momentos en que lo noté muy pragmático, como cuando justificó las alianzas K, pero demasiado dogmático en otros. En todo caso, confirmó que es un peronista de raza, por más que en su ADN haya trazos de esa izquierda nacional y de ese líder admirado, Ramos, cuyos vaivenes le cuesta justificar. Sea como fuere, tengo que reconocer que es el único funcionario kirchnerista que en los últimos tiempos aceptó ser entrevistado por Enfoques. Fue una actitud digna de un caballero como Vargas Llosa.

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