domingo, 13 de enero de 2013

Libros: el ascenso chileno


Del otro lado de la cordillera

Suplemento Adn, diario La Nación, 3 de julio de 2010

¿El efecto Bachelet se instaló en la literatura chilena? Del otro lado de la cordillera hay quienes relacionan el impacto de la gestión de la presidenta más popular de América latina con la proliferación de nuevos y buenos escritores y con la consolidación de muchos otros. Así lo decía un encumbrado editor de Santiago en la última Feria del Libro chilena. "No es que Bachelet haya hecho algo específico para estimular la literatura nacional, pero, espiritualmente, demostró que hay sueños que pueden cumplirse. Que una mujer, socialista y separada, víctima de la violencia pinochetista, haya llegado al poder y haya logrado terminar con tantas adhesiones, es el mejor estímulo para imaginar, para crear, para animarse."
Nadie sabe si es para tanto, pero los anaqueles de la librerías de Santiago están poblados como nunca de nuevos títulos, sobre todo de nuevos escritores. Desafían los pronósticos del joven poeta chileno Alejandro Zambra, que hace un par de años le dijo al periodista argentino Maximiliano Tomas: "Roberto Bolaño desordenó nuestra literatura. [Pero] no sé si los chilenos somos muy buenos contando historias". Algunos de esos libros que conforman un pequeño boom (al estilo chileno, discreto y austero) llegaron a Buenos Aires. Es el caso de Marcelo Lillo y su primer libro, El fumador y otros relatos, donde se muestra como un Raymond Carver transandino; de Rafael Gumucio y su cuarta novela, La deuda, donde se mezclan la corrupción, los dilemas morales y una mirada que desnuda el capitalismo salvaje; y de Pablo Simonetti y La barrera del pudor, inesperado best seller de un autor que desafió a una sociedad conservadora al asumir su homosexualidad. Aún no cruzaron la cordillera: Missing, de Alberto Fuguet, que rescata la historia (real) de la búsqueda por el continente de su tío, un ex hippie que desapareció durante veinte años; La contadora de películas, de Hernán Rivera Letelier (aquí ya se editó la premiada El arte de la resurrección), con un personaje luminoso como María Margarita, una niña con el don de saber relatar lo que ve en la pantalla grande; Las islas que van quedando, de Mauricio Electorat, definida como "una posmoderna novela dentro de la novela", con eje en la muerte de un escritor argentino, y Quemar un pueblo, de Patricio Jara, una travesía por Sudamérica de un circo de estrambóticos personajes que parecen engendrados por Tim Burton. Bachelet tiene su descendencia literaria. ¿Inspirará algo la llegada al poder de un multimillonario de derecha como Sebastián Piñera? 

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